Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella
jovencita india, que se enamoró perdidamente del Príncipe de la tribu: Pujllay,
un joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de
la hermosa indiecita. Fue así como aquella, al no ser debidamente
correspondida, se interno las montañas a llorar sus penas y desventuras
amorosas, fue tan alto a llorar que se convirtió en nube. Desde entonces, solo
retornar anualmente, hacia el mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna (Quilla), en
forma de rocío o fina lluvia.
En tanto Pujllay sabiéndose culpable de la
desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedió a buscarla por
toda la montaña infructuosamente.
"Huellas Andinas" - Diaguitas. Obra de la artista Carolina Hernández, representa la leyenda de Chaya, jóven indígena del Pueblo Diaguita. |
Tiempo después, enterado el joven del regreso
de la joven a la tribu con la luna de febrero, volvió el también al lugar para
continuar la búsqueda pero fue inútil. Allí, la gente que festejaba la anhelada
cosecha, lo recibía con muecas de alegría; el por su parte, entre la algarabía
de los circunstantes, prosiguió la búsqueda con profunda desesperación, aunque
el resultado totalmente negativo. Por ello, derrotado, termino ahogando en
chicha su soledad, hasta que luego, ya muy ebrio, lo sorprendió la muerte.
Punto final de un acontecer que se repite todos los años, a mediados de
febrero…
La tradición popular rescató a estos
personajes y en sus vocablos se demuestra el sentido de esta fiesta: Ch’aya (en
quichua: “Agua de Rocío”) es símbolo de la perenne espera de la nube y de la
búsqueda ancestral del agua. (Algo que no abunda en La Rioja y es vital); y
“Pujllay”, que significa: “jugar alegrarse”, quién para estos carnavales vive
tres días, hasta que es enterrado hasta el próximo año.
Fuente: lariojachayera.com.ar