“En
el año 63 recibí una invitación de una biblioteca de la ciudad bonaerense de
Rauch. Me pidieron que yo mismo eligiera el tema. Pensé: les voy a hablar sobre
el militar cuyo nombre lleva la ciudad: Federico Rauch. Ese militar fue un
mercenario. Era de Alsacia, había combatido con Napoleón y vino por dinero,
contratado por Rivadavia ‘para exterminar a los indios ranqueles’, como dice el
decreto. Llegó aquí y empezó con la matanza.
El primer comunicado dice: ‘hoy,
para ahorrar balas, hemos degollado a 27 ranqueles’. Así de simple. El segundo
comunicado es más filosófico. Señala: ‘Los ranqueles no tienen salvación porque
no poseen sentido de la propiedad’. Fíjese qué profundo el pensamiento. Y el
tercero es ya increíble. Dice: ‘los ranqueles son anarquistas’. Estamos en
1827. Bien, hasta que un joven ranquel, a quien los soldados lo llamaban
Arbolito porque divisaban que los espiaba desde lejos y al principio creían que
por sus cabellos largos se trataba de un árbol joven en medio de la pampa, lo
enfrentó al orgulloso militar europeo: lo sorprendió en una hondonada, en el
combate de Las Vizcacheras, le boleó el caballo y le cortó la cabeza al militar
europeo mercenario.
Cuando terminé la conferencia, allí en la ciudad de Rauch, propuse a los presentes que los habitantes de ese lugar exigieran cambiarle el nombre a la localidad, que en vez de llevar ese nombre ignominioso pasara a llevar el simpático nombre de Arbolito. Ante esa proposición los presentes abandonaron la sala de conferencias apresuradamente y me dejaron solo. Regresé a Buenos Aires y a la mañana siguiente me detuvieron. Es que justamente el ministro del Interior de la dictadura militar de aquel entonces era nada menos que el general Juan Enrique Rauch, biznieto directo del mercenario Federico Rauch. Estuve 63 días preso a disposición del Poder Ejecutivo. La ciudad bonaerense hoy se sigue llamando Rauch”.
Osvaldo
Bayer
Me gustó mucho la historia de Arbolito. No la conocía.
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