Escribe: Felipe Etkin
El pasado
25 de mayo, muy alejada del fervor patrio, una de las naciones preexistentes a
la conformación del Estado argentino, tomaba la decisión de organizarse para
alzar su voz y exigir la refundación de este país como el Estado Plurinacional
de Argentina.
Misión
Chaqueña, una pequeña comunidad ubicada al norte de la provincia de Salta fue
el lugar elegido para realizar el IV Congreso por la Unión de los Pueblos
Originarios, al que asistieron más de 50 caciques de la nación Wichí
provenientes de distintas poblaciones de la zona. A lo largo de tres días
debatieron diferentes problemáticas, siempre para confrontar contra el olvido
de los representantes políticos, el genocidio instrumentado contra los pueblos
originarios, la violencia de las “instituciones democráticas” y la necedad del
sistema educativo que descuartiza su cultura.
El saldo
del Congreso fue la reactualización del Documento T.IE.R.R.A. (Tratado
Interétnico para la Refundación de la República Argentina) y la propuesta de
realizar una caminata de dos meses para el Bicentenario de la declaración de la
independencia Argentina en 2016, desde Misión Chaqueña hasta Tucumán.
El
Documento T.IE.R.R.A. se firmó por primera vez el 25 de mayo del año 2010 en el
primer Congreso que se realizó en la misma comunidad. En la versión que surgió
de los debates del último Congreso el Documento pone énfasis en la unión, en
“la necesidad de hermanarnos” para refundar este país, dar nacimiento a una
nueva Constitución Nacional con el fin de que todas las naciones indígenas que
existían antes de la formación del Estado argentino puedan vivir según su
cosmovisión particular.
El
Documento se hace eco de las principales problemáticas que se desprendieron de
los diálogos de caciques y dirigentes que fueron acercándose a hablar al
improvisado escenario. Éstas hacen referencia principalmente a: desalojos,
desmonte, contaminación, genocidio indígena, respeto institucional,
reforma del sistema educativo y protección de recursos naturales.
Poco
puede agregar un periodista a la precisión e inteligencia con la que habla el
pueblo Wichí, un pueblo poco escolarizado, que trastabilla al hablar el español
debido a que no es su lengua vernácula, pero que habla desde las entrañas, con
una lucidez y sagacidad espléndida.
Mariano
Centeno, miembro de la Comisión Nacional de Investigación del Genocidio para el
Resarcimiento Histórico de los Pueblos Originarios de Argentina comentó
que la preocupación por organizarse y producir aquel Documento nace de que un
día vinieron los empresarios y “nos querían desalojar para desmontar nuestro
suelo, nuestro campo”. La relación que el pueblo Wichí tiene con el monte es
algo muy particular: “El campo para nosotros es un supermercado, ahí sacamos
todo lo que es nuestro”, aseguró Mariano. Pero radicalizó su planteamiento al
afirmar: “Nosotros no tenemos beneficios sociales ni un trabajo seguro.
Nosotros hemos sobrevivido gracias a este monte”.
“El monte
para nosotros es una cosa muy importante, por eso empezamos a despertarnos para
luchar y defenderlo. A través de ese atropello que nos hicieron empezamos a reunirnos
para organizarnos mejor y llegó la conclusión de que teníamos que empezar a
estudiar qué tenemos que hacer. En el 2010 empezamos a reunirnos y nació la
idea de hacer un congreso, invitar a todos los que vienen de otras comunidades,
hacernos conocer, hacer una sola voz para que seamos escuchados y podamos tener
lo que es nuestro”, relató Centeno.
Madre hay
una sola
Tal vez
una de las problemáticas más dolorosas que azota a los pueblos originarios, a
lo largo del país, es la cuestión territorial. Producto del no reconocimiento
por falta de escrituras y papeles y del oportunismo voraz de terratenientes con
la complicidad de los gobiernos, miles de familias originarias se vieron, y se
ven, obligas a desplazarse de su territorio ancestral para darle paso
progresivo a las topadoras, el desmonte, la soja y la contaminación por
agrotóxicos.
Leonardo
Pantoja, también miembro de la Comisión de Genocidio, tradujo un fragmento de
un pequeño discurso que ofreció alguien de una comunidad cercana llamada Padre
Lozano que no sabía hablar español. “Cuando los terratenientes llegaban a una
comunidad engañaban con una bicicleta o un poquito de plata para que las
familias se trasladen del lugar. Ahora hay fosas comunes en ese lugar. Los
familiares quieren ir a ese cementerio a visitar a sus ancestros, pero no
pueden entrar porque ahora es una finca privada llena de soja y de porotos”,
relató Pantoja e inmediatamente intervino Alberto Gómez, un hábil artista de la
madera que se está iniciando en esta lucha, y exclamó: “Es nuestro trabajo
investigar eso, se trata de un genocidio”.
Alberto
Gómez se interesó por la defensa de los derechos de los pueblos originarios en
el año 2009, participando de las charlas de la Comisión Territorial de Misión
Chaqueña. “He visto que el Manifiesto Wichí tenía puntos importantes, como
amor, compromiso, fuerza, unión, democracia, justicia, verdad. Por eso decidí
participar de esta lucha que es muy democrática y transparente”, expresó y
resaltó que se interesa porque “no se trata de pedir bolsones o algo chiquito”,
sino que le parece importante porque es una lucha para “recuperar el territorio
histórico y justicia”.
“Nosotros
estamos escuchando la voz de la madre tierra, que se preocupa y vemos que está
enferma. Ella está muy explotada, muy contaminada, reacciona y pasan cosas
terribles con los pueblos y naciones. A esto los Estados lo llaman desastres
naturales que para nosotros no son eso sino que son las consecuencias de las
acciones de los gobiernos que ellos mismo provocan. No soy nada para tratar de
proteger esta madre tierra. No puedo yo sólo ni con mi grupo. Por eso
necesitamos que muchos adhieran a la lucha para que todos vivamos bien, no
mejor pero que vivamos bien y más tranquilos, como era antes, en armonía con la
madre tierra y la naturaleza”, manifestó Alberto y se disculpó, tal vez sin
fundamentos, por no poder dominar bien el idioma español. “Esta lucha no es
solo nuestra, es de nuestros abuelos, es de gente que tiene mucho conocimiento
de que hay que defender la tierra, y también de gente blanca que valora esta
lucha. Tenemos que cuidarnos entre todos y unirnos para tratar de proteger la
madre tierra”, concluyó.
Tras la
reciente muerte de su padre, Gumersindo Rey asumió como cacique y explicó que
no les quieren reconocer que son dueños de la tierra en la que vivieron por
milenios, una tierra que les fue despojada y que realmente necesitan debido al
aumento demográfico y el crecimiento de los chicos de la comunidad. “No hay
duda de que son nuestras tierras, por eso le exigimos a los gobiernos que nos
reconozcan ese territorio. Decimos basta de discriminación, basta de desmontes.
Si hay alambrados no vamos a permitirlo, porque nosotros queremos estar en
nuestra tierra como siempre lo fue, hemos sido dueños con la libertad de entrar
y salir para cazar, para buscar nuestros alimentos y hoy hay comunidades que no
pueden alimentarse porque hay otros dueños. Nosotros no queremos que haya gente
que se dicen dueños y no nos permiten ir a nuestras tierras”, indicó.
Gumersindo
insistió en que los problemas “son gravísimos” y opinó: “La tierra debe ser
para nosotros, nacimos en nuestra tierra y por eso nos organizamos para que
otras comunidades nos juntemos y podamos enterarnos de las cosas que pasan.
Queremos concretar nuestro sueño, nuestros anhelo, que es simplemente tener
tranquilidad”.
En los
mismos términos se expresó el ya citado Leonardo Pantoja: “Estamos pidiendo que
se nos respete la tierra, porque sin la tierra no podemos hacer nada, no
podemos sobrevivir. Necesitamos que haya tranquilidad, que no haya desmonte ni
contaminación, que haya tranquilidad e igualdad en toda la argentina, ahora no
hay igualdad en este país, solamente eso necesitamos, igualdad”.
En
relación a esta problemática, el punto número 6 del Documento es preciso:
“Exigimos que se efectivice la devolución oficial y jurídica de nuestros
territorios ancestrales, es decir territorios que actualmente son considerados
fiscales o privados y que pertenecieron a nuestros ancestros en los cuales hoy
habitamos y de los cuales nos atropellan, marginan, violentan y expulsan con
total impunidad, tanto ciudadanos argentinos como extranjeros, tanto empresas
argentinas como transnacionales, con la indiferencia e incluso con el visto
bueno del los tres poderes del estado nacional, estados provinciales y
municipales”. En el mismo escrito también se solicita una intimación a las
naciones que “usurparon, colonizaron y destruyeron” la tierra de los pueblos
originarios para que demuestren su arrepentimiento y renuncien “al saqueo
irrespetuoso y destructivo de la madre tierra”.
Cabe
destacar que el Documento propone también la creación de una “Corte Suprema de
Justicia Internacional Originaria y Ambiental” que recepte las denuncias cuya
causa sea un “atropello” a los Derechos Humanos y los derechos de la madre
tierra.
Otro de
los puntos realmente interesantes del Documento es el que exige que se tenga
presente dentro de la reforma del Código Civil que la propiedad comunitaria
indígena debe incluir “conceptos de tierras y territorios” en los términos del
convenio 169 de la OIT, la declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas y otros instrumentos internacionales de derechos humanos
teniendo también presente que “cualquier medida legislativa que afecte
directamente a los pueblos originarios debe ser consultada con los pueblos
interesados mediante procedimientos apropiados”.
La lucha
por el reconocimiento
En la
puerta del pequeño museo de Misión Chaqueña, Gumersindo Rey tenía entre sus
manos una gran foto de su padre, Arturo Rey, anterior y muy querido cacique de
la comunidad. En una breve ceremonia, antes de que esa foto, junto con otras,
fueran depositadas en el museo que conmemora a luchadores y acontecimientos
fundamentales de la causa, Gumersindo hizo referencia a la nueva figura del
cacique, que dista de ser lo que era antes. “Mi viejo, en paz descanse, era
cacique, y ahora yo estoy asumiendo ese cargo y no es algo fácil. El cacique es
una palabra histórica que antes era muy respetada, pero hoy en día casi lo
perdemos, pero no podemos aflojar, yo asumo de ser cacique porque yo quiero
seguir este camino de nuestra cultura, porque somos Wichí y siempre lo somos”,
enunció y dejó entrever otra de las barreras que impiden la igualdad y el
respeto por los derechos de hombre y mujeres originario: la discriminación
cultural, racial e institucional.
En este
sentido, Gumersindo prosiguió diciendo: “Muchas veces en las ciudades dicen que
nosotros no servimos porque somos Wichí, somos odiados. Pero sin embargo no es
así, nosotros somos humanos como todo pueblo, somos aborígenes y estamos
firmes, presentes”.
El nuevo
cacique se mostró preocupado por el hecho de que en las ciudades existen
riquezas y posibilidades que provocan que la gente perjudique su salud. “La
gente de la ciudad tiene una noticia que muchas veces nos lastima al
escucharla, porque los jóvenes de las ciudades tienen plata, pero se matan, hay
mucha delincuencia, droga. Nosotros no debemos permitir esas cosas en estos
lugares. Nosotros queremos vivir sanos, mente sana. Queremos entrar a la
sociedad y queremos ser argentinos como todos vivimos en este país, todos somos
argentinos” sostuvo. Más tarde, Gumersindo exclamó con énfasis: “Estamos
presentes para reclamar nuestros derechos. Somos originarios, siempre
reclamamos lo que es nuestro, estamos todos los caciques juntos y no nos vamos
a cansar de hacer los reclamos porque cada vez somos más marginados de todos
los gobiernos e instituciones que deben representarnos”.
De igual
manera se expresó Mariano Centeno al afirmar que, según la visión del pueblo
Wichí, “todos somos argentinos”. “Creo que la argentina es una sola y todos
somos hermanos. Para nosotros todos somos hermanos, no hay color, todo por
igual. Todos nosotros sufrimos lo mismo. La gente de las ciudades sufren por
drogadicción, por asaltos y nosotros acá en el chaco también sufrimos eso,
sufrimos el desmonte, la siembra de soja, las fumigaciones que nos matan. Todos
somos iguales, los argentinos tenemos el mismo problema y por eso los llamamos
a todos a que empecemos a despertarnos, creo que la unión hace la fuerza”,
pronunció Mariano.
La
discriminación y el olvido que sufren los pueblos originarios son el principal
motivo por el cuál su reclamo no se universaliza ni establece como un asunto
relevante a nivel político y mediático. Respecto a esto, la declaración de
Mariano es elocuente: “Es una cosa muy importante saber que alguien nos quiere,
que alguien nos escucha, que alguien nos entiende”.
Pedro
Zanja, presidente del grupo de artesanos de Misión Chaqueña “Nakwo” manifestó
su alegría de ver “gente juntándose de corazón” para encontrar “los caminos que
debemos buscar”. El discurso que Zanja ofreció una de las frías noches salteñas
comenzó como un disparo al pecho: “Nosotros estamos enfermos, pero no de salud,
estamos enfermos de lo que necesitamos”.
“Nosotros
hemos vivido mucho tiempo olvidados de nuestros representantes. Tenemos
culturas y tenemos nuestros trabajos, pero en la educación hemos sido
olvidados. Nosotros tenemos nuestras propias lenguas e idiomas y no están
presentes en las instituciones educativas. Muchas veces nosotros queremos
hablar en nuestra lengua en muchas instituciones pero no nos lo permiten”,
declaró.
El
artesano rescató la importancia de “llevar a nuestros hijos hacia adelante” y
que no pierdan la lengua nativa de la nación Wichí. “Este dialecto es nuestro y
nadie nos lo va a poder quitar” sentenció. Zanja prosiguió hablando del olvido
de los representantes políticos con respecto al trabajo del artesano wichí, el
cuál asegura que está siendo reconocido internacionalmente.
Respecto
al asunto de la lengua, no se trata solamente de la preocupante cuestión sobre
qué idioma se debe enseñar en las escuelas (cuando la mayoría de los alumnos
son de una nación que tiene otra lengua diferente a la española), sino que
también implica otros procesos de comunicación de gran importancia en el
sistema democrático como es el caso de la justicia y la salud. De hecho, en
este aspecto el Documento es preciso: “Exigimos la oficialización de nuestras
lenguas originarias y la presencia obligatoria de traductores originarios en el
sistema sanitario y judicial (…) para que se termine la marginación que sufren
nuestros hermanos que no entienden el idioma castellano tanto en el sistema de salud
nacional como en instancias judiciales en las que tienen que defender sus
derechos”.
Gumersindo
Rey, por su parte, también hizo referencia a este tema: “Queremos entrar a la
sociedad, reclamamos que haya libertad para que los chicos puedan estudiar y
seguir sus estudios No queremos perder nuestra costumbre, queremos seguir
teniendo nuestro idioma”.
La
cuestión lingüística no es anecdótica ni es un reclamo insípido. Detrás de la
aparentemente inocente enseñanza de la lengua castellana se oculta todo un
proceso de aniquilamiento cultural, un genocidio simbólico que marca el camino
a la extinción de no sólo un idioma sino también de conceptos, modos de pensar,
de actuar y, en suma, cosmovisiones. A todo orden de dominación material o
física siempre corresponde, en mayor o menor medida, una dominación simbólica,
siendo el caso más extremo el de la dominación lingüística.
En este
sentido apunta la propuesta de reformar el sistema educativo para conservar y
respetar la existencia de lenguas y cosmovisiones diferentes al
castellano-occidental que permita enseñar en las “de manera efectiva y
obligatoria”, la cosmovisión de cada pueblo y “cuya primera lengua obligatoria
de enseñanza sea la que pertenezca a la nación originaria en cuestión, pudiendo
izar junto a la bandera nacional argentina, la bandera que cada nación
originaria elija”.
En el
mismo apartado del Documento se propone terminar con “la mentira histórica y la
mala enseñanza” y se reclama “la preservación y difusión del conocimiento
ancestral medicinal y natural para que se institucionalice como aporte al
conocimiento de las naciones del mundo”.
Al
respecto también se exige la inclusión en el sistema sanitario de “los médicos
tradicionales (chamanes) matronas de nuestras comunidades y facilitadores interculturales”
con el fin de que se vean reflejadas las “necesidades idiomáticas y culturales”
dentro del sistema sanitario nacional.
Es
justamente a partir de esta necesidad de reconocimiento institucional, que la
nación wichí exige la creación de un ministerio de los Pueblos Originarios que
sea dirigido “por quienes de manera libre y democrática” elijan las naciones
originarias como sus representantes debido a que las instituciones actuales
“son manejadas con lógicas partidarias” ajenas a los “intereses comunitarios” y
lejanas a sus “realidades y necesidades territoriales”.
Memoria,
Verdad y Justicia
Otro de
los puntos importantes presentes en el Documento es el que exige la exhaustiva
investigación del genocidio llevado adelante por el estado nacional argentino
desde su formación, “tanto en períodos dictatoriales como democráticos”, contra
las naciones originarias. En este sentido, el Documento propone una ampliación
del concepto Derechos Humanos y de “memoria, verdad y justicia” para incluir el
terrorismo de Estado que afirman haber sufrido tanto en dictaduras como así
también en democracia y solicita a toda la sociedad argentina y a todas las
naciones del mundo “que colaboren con lo realizado hasta ahora por la Comisión
Nacional de Investigación del Genocidio para el Resarcimiento Histórico de los
Pueblos Originarios de Argentina” fundada en la comunidad de Misión
Chaqueña. El Documento pretende ampliar esta institución a todas las naciones
de América para asegurar que “participen y decidan su accionar efectivo” los
representantes que las naciones originarias elijan junto a veedores externos de
otras naciones de América Latina.
“Desde
nuestras comunidades originarias y campesinas apoyamos y felicitamos el trabajo
realizado para juzgar a los genocidas de la última dictadura militar y para
resarcir a las víctimas que sufrieron esos delitos contra la humanidad y por lo
tanto esperamos también que toda la sociedad argentina reclame justicia y un
trato igualitario para con nuestros abuelos, hijos y nietos que han sufrido el
genocidio e iguales delitos tanto en períodos dictatoriales como democráticos
durante toda la historia del Estado nacional Argentino”, detalla el Documento.
Cabe
destacar que uno de los últimos apartados deja en claro que el Documento será
introducido por mesa de entrada del congreso nacional, en ambas cámaras, en los
congresos provinciales y en los concejos de representantes municipales y
comunales de todo el territorio argentino y americano “para que sea debatido y
pueda tomar estado parlamentario”.
Nota
correspondiente a la edición N° 319 del semanario La Jornada, del 1 de junio de
2014.
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