Los
pueblos originarios de Brasil se
enfrentan a tres problemas: tierras, educación y sanidad.
Esperan
que las protestas durante el evento deportivo den visibilidad a su situación.
En la
aldea Tekoá Mirim, a 70 kilómetros de São Paulo, malviven 60 guaraníes.
Durante
un mes estuvo Neymar riéndose de los amigos que querían viajar a Brasil y no
sabían pedir guaraná. Ese fue el tiempo que duró en las televisiones brasileñas
el polémico anuncio en el que el futbolista enseñaba a pedir la
bebida en portugués con expresiones absurdas. Casi todo el mundo reconoce al
jugador del Barça, pero menos son los que saben que el guaraná es un
estimulante natural que los brasileños le deben a los indígenas que lo llevan
preparando desde hace siglos. Los blancos tuvieron conocimiento de la bebida
por primera vez en 1669 cuando entraron en contacto con el pueblo Sateré Mawé.
No era gaseosa, como la que hace Guaraná Antártica, patrocinadora del Mundial y
de la selección brasileña, pero siempre se usó como fuente de energía extra, en
el caso de los indígenas, para cazar.
Grande es
el legado que han transmitido los pueblos originarios a los brasileños, como el
nombre del estadio Maracanã o el de Manaos, y muy poco lo que han recibido
ellos a cambio, además de destrucción de sus territorios y muerte. Ahora, los
pocos que quedan -unos 900.000: el 0,4% de la población brasileña- también
quieren aprovechar el Mundial para recordar que el estado tiene una cuenta
pendiente con ellos: el verdadero reconocimiento de sus tierras.
Los
indígenas consideran que ahora es el momento para dar visibilidad a su realidad
sangrante.
Directamente
afectados por el torneo -cuando se iniciaron las obras de reconstrucción del
Maracanã se expulsó a un grupo de 70 indígenas que ocupaba una mansión
abandonada del siglo XIX y que había sido el primer instituto de investigación
cultural indígena de Brasil en 1910- decidieron unirse antes del Mundial a las
manifestaciones que sacuden el país para reclamar al Gobierno de Dilma Rousseff
que solucione los problemas internos antes de invertir fortunas en fútbol.
No es que
no protestaran antes, lo llevan haciendo desde hace mucho tiempo, pero ahora es
el momento para dar visibilidad a su realidad sangrante. Como explica el
Nixiwaka Yawanawá, indígena brasileño que trabaja con la organización Survival
International, "las protestas vienen sucediendo desde hace años y van a
continuar por muchos años más hasta que seamos oídos. Pero por el evento de la
Copa del Mundo los ojos internacionales están puestos en Brasil. Es una
oportunidad única de mostrarle al mundo nuestra situación a través de las
movilizaciones contra la violación de nuestros derechos".
Luis Karaí en el interior de su casa donde una mujer realiza un cesto a mano. Foto: Luis Paloto |
Con su
propio cuerpo
Durante
la inauguración del Mundial se mostró a los indígenas como parte de
la diversidad cultural del país. En la aldea Tekoá Mirim -a 70 kilómetros de la
ciudad más rica de Brasil, São Paulo- unos 60 guaraníes muestran otra cara de
estos pueblos, que nada tiene que ver con la imagen que se vendió al mundo
entero el día 12. Luis Karaí explica las necesidades de su comunidad: "La
lucha por el respeto de nuestros derechos se siguen centrando en tres puntos
importantes:demarcación de tierras, educación y sanidad. Para tener un pedazo
de tierra para sobrevivir, muchos de los nuestros han tenido que pagar con su
propio cuerpo".
Su
lucha se centra en tres puntos importantes: demarcación de tierras, educación y
sanidad
Sólo hace
cuatro años que llegaron, tras ser acorralados y finalmente expulsados de donde
vivían antes, y comenzaron a construir una Tekoá Mirim (aldea pequeña en guaraní)
con cuatro casas de madera mal aisladas. Ninguno de los derechos indígenas que
recoge la Constitución brasileña se cumple aquí. La pobreza se ceba con todos,
pero especialmente con los niños más pequeños, que se pasean sucios y curiosos
entre las casas destartaladas. La asistente social Rosana Marques, que
dedica su tiempo libre a intentar ayudar a esta comunidad, se siente
desesperada por lo poco que han avanzado en estos años. "Siento vergüenza,
vergüenza por este estado que es capaz de tenerlos así. Aunque pese a todos los
problemas, cuando ves a estos niños, sus caras, sus sonrisas... es como un
puñetazo a la cara del gobierno", explica emocionada mientras conduce su
coche hacia el asentamiento guaraní.
Ahora han
montado una escuela en el pueblo y dos adolescentes de la comunidad imparten
clases al resto de menores. La educación es otra forma de seguir con la lucha,
según asegura Karaí: "Ya no existe el que esclavizó o mató al indio, sólo
sus descendientes. Hoy, lo que nos está matando es el bolígrafo y el indio
se está preparando para luchar también con el bolígrafo".
La
organización defensora de los indígenas Survival informa que "cuando los
primeros colonizadores europeos llegaron en el año 1500, lo que ahora es Brasil
lo habitaban unos 11 millones de indígenas de alrededor de 2.000 tribus
diferentes. Durante el primer siglo de contacto el 90% resultó aniquilado,
principalmente a causa de las enfermedades portadas por los colonizadores, como
la gripe, el sarampión o la varicela. En los siglos siguientes, miles más
murieron esclavizados en las plantaciones de caña de azúcar y caucho".
La FIFA
ni siquiera reconoce que los indígenas ya estuvieran allí cuando llegaron los
europeos. En su página oficial cuenta que "se considera al portugués Pedro
Álvares Cabral como el descubridor de Brasil". El líder indígena
yanomami Davi Kopenawa se indigna y recuerda a los europeos que la tierra
siempre estuvo ahí: "Hoy los blancos gritan: 'nosotros descubrimos la
tierra de Brasil'. Esto no es más que una mentira. Existe desde la época en que
Omame, el creador, nos creó a nosotros y lo demás. Nuestros antepasados han
conocido esta tierra desde siempre. [...] Yo no digo que he descubierto esta
tierra porque mis ojos posen la vista sobre ella, y que por tanto la poseo.
Siempre ha estado ahí, antes de todos los tiempos. Yo no digo 'he descubierto
el cielo'. Tampoco grito '¡He descubierto los peces y he descubierto los
animales!'. Siempre han estado ahí desde el principio de los tiempos."
Un adolescente guaraní en Tekoá Mirim, que significa aldea pequeña. Foto: Luis Paloto |
Su
felicidad
Los
indígenas brasileños se enfrentan a varios problemas, pero la raíz de todos
ellos se encuentra en la tierra. Actualmente en Brasil viven alrededor de 240
tribus. "El Gobierno ha reconocido 690 territorios para sus habitantes
indígenas, que abarcan aproximadamente el 13% de la superficie del país. Casi
toda esta reserva territorial (el 98,5%) se ubica en la Amazonia. Pero, aunque
aproximadamente la mitad de los indígenas de Brasil viven fuera de la Amazonia,
estas tribus solo ocupan el 1,5% del total del territorio reservado para
los indígenas en el país", según Survival. Cuando no es el monocultivo, es
la minería; cuando no, los grandes terratenientes... los intereses en sus
tierras son demasiados para cederlas a sus verdaderos dueños.
Tratados
de pobres y primitivos se desprecia el conocimiento de los nativos, porque no
saben leer nuestros idiomas o viven sin electricidad y lejos de las ciudades,
pero los yanomamis defienden que su "sabiduría no es inútil, es
la sabiduría de la Tierra, y es de vital importancia para que la humanidad
pueda seguir existiendo".
'No
nos vamos a rendir, vamos a seguir luchando'
"No
nos vamos a rendir, vamos a seguir luchando", afirma el guaraní Luis
Karaí. Vestido con la camiseta del Corinthians, su equipo de fútbol, asevera
-más con tristeza que con rabia- antes de despedirse: "Soy brasileño,
seguidor de la selección de mi país, pero esta vez espero que pierda, porque el
gobierno puso mucho dinero en eso y se olvidó de todo lo demás. No merece
ganar".
La clave
para comprender la lucha de estos pueblos pasa por su forma de entender el
mundo. El Libro 'Somos uno', publicado por Survival, lo resume así: "La
tierra para los pueblos indígenas no es meramente un paisaje bonito o un lugar
para escaparse el fin de semana. Es su despensa, su guía, su felicidad: su
fuente de vida". Lo que para otros, sin duda, viene siendo el fútbol.
Fuente:
El Mundo 18 de Junio de 2.014
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