Escribe> Juan
Brodersen
La masacre pilagá, una
de las historias más tristes y menos conocidas de la Argentina.
En octubre de 1947,
bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, dos mil indígenas fueron convocados por
un sanador y cayeron en una trampa mortal, donde cientos fueron asesinados por
la Gendarmería.
El libro que cuenta la
triste resistencia indígena durante la Conquista del desierto.
Tarde o temprano, la
verdad iba a iluminar esta oscura historia. En algún momento ellos iban a
hablar, aunque fuese más de medio siglo después. La historia oficial los
había narrado como un grupo de indígenas que habían atacado con armas a
"los blancos". Y los diarios de la época difundieron esa
versión, dando total colaboración al ocultamiento del hecho. Sin embargo,
las víctimas decidieron hablar en 2005 y dispararon una investigación que dio
con la triste verdad: los pilagá habían sido brutalmente reprimidos por
Gendarmería y muchos de ellos asesinados.
Valeria Mapelman,
investigadora y documentalista, editó Octubre Pilagá, memorias y archivos
de la masacre de La Bomba (Tren en movimiento, 250 pesos). Se trata de una
recopilación de documentos, testimonios orales e imágenes que cuentan lo que de
verdad sucedió en aquel paraje formoseño en 1947. "Los ancianos que
sobrevivieron a La Bomba transmitieron la historia de la masacre a hijos y
nietos, y los detalles de lo que sucedió permanecieron en la memoria durante
muchos años, hasta que decidieron contarla a los 'blancos'", relata a
Clarín.
Portico de entrada al Ingenio San Martin del Tabacal (Anónimo, gentileza de anticuario Ruben García) |
A través del libro se ve que la matanza terminó por ser, en el fondo, la punta del iceberg de un sistema de explotación que tuvo sus raíces en tiempos coloniales. Y cuyos frutos se vieron en la incipiente sociedad del siglo XX, con el trabajo esclavo, al que fueron sometidos los pobladores originarios, devenidos en el motor de un sistema de producción cuasi feudal. Algodón, azúcar y obrajes no se dieron bajo el apacible consentimiento de los trabajadores, sino de una feroz explotación.
A través del relato de
los abuelos pilagá, Mapelman reconstruyó una historia que no sólo fue
silenciada por la prensa durante la primera presidencia de Perón, sino que aún
hoy es poco conocida y no figura en los manuales escolares de historia.
- ¿Qué pasó en octubre
de 1947?
- A fines de
septiembre cientos de personas pertenecientes al pueblo pilagá se reunieron en
un paraje llamado La Bomba, a pocos kilómetros de Las Lomitas en el entonces
Territorio Nacional de Formosa, para conocer a un sanador llamado Tonkiet, que
"curaba sin cobrar". Pero esta multitud estaba muy cerca de la sede
del escuadrón 18 de Gendarmería Nacional, que pronto comenzó a moverse para
despejar el lugar e intentar movilizar a las familias hacia las reducciones
Indígenas de Bartolomé de las Casas y Francisco Muñiz. El 10 de octubre, por la
tarde, luego de varias advertencias y amenazas y ante la negativa de los
ancianos y los caciques a trasladarse, la Gendarmería inició la represión
y persiguió a los sobrevivientes por el monte durante por lo menos veinte días,
fusilándolos, impidiendoles el acceso a los ríos y violando a las mujeres.
- ¿Qué era "La
Bomba"?
- Tonkiet era un líder
religioso y político que fusionó la religión tradicional pilagá y el
cristianismo evangélico y convirtió a La Bomba en un espacio de debate y
conflicto. El paraje estaba muy cerca de un curso de agua, y también cerca de
la estación de tren de Las Lomitas desde donde muchos viajaban a trabajar a los
ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero La Bomba, además, estaba dentro la
llamada Zona Militar, un espacio vigilado permanentemente por la Gendarmería.
- ¿Cómo se supo lo que
verdaderamente pasó allí? ¿Cuál era la "historia oficial hasta el
momento"?
- Los ancianos que
sobrevivieron a la masacre de La Bomba transmitieron la historia a hijos y
nietos, y los detalles de lo que sucedió permanecieron en la memoria durante
muchos años, hasta que decidieron contarla a los "blancos". Sin
embargo las cosas habían sucedido de otra manera y había una trama muy compleja
que tenía que ver con un proceso genocida aún muy poco debatido. En Pozo del
Tigre un chico encontró restos humanos algunos años después de la masacre, y
esos restos fueron expuestos como piezas de museo en una escuela, naturalizando
el genocidio. Es una de las escenas con las comienza el documental Octubre
Pilagá, relatos sobre el silencio que estrenamos en el 2010.
- ¿Por qué los hechos fueron conocidos recién en 2005?
- El miedo de las
víctimas y la discriminación que aún hoy sufren jugaron a favor del silencio.
No sólo los sobrevivientes no se animaban a hablar, tampoco se animaban los
"criollos" que habían presenciado la masacre. En el libro menciono
unas cartas de octubre del 47, escritas por los franciscanos, que hablan de
estos sucesos que sin embargo no denunciaron.
Las mujeres y los
chicos también trabajaban y la mortandad era muy alta.
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- ¿Por qué habla en el
libro de "las víctimas como delincuentes"? ¿Qué sucedió con los
culpables?
- Me refiero a los
diarios de la época, que se hicieron eco de la información que hizo circular el
Ministerio del Interior y la Gendarmería y hablaron de "ataques a la
población blanca", "asesinatos", "saqueos",
"indígenas armados", y así colaboraron con el encubrimiento del
crimen. Tanto los periódicos como la documentación oficial justificaron la
masacre del 47 recurriendo a la vieja historia del "malón indio",
estigmatizando a las víctimas y colaborando con el silencio que cubrió este
hecho durante tantos años. La masacre no se investigó y los responsables, que
van desde los comandantes del escuadrón hasta los Ministros de Guerra y Marina,
y del Interior jamás dieron explicaciones y, lógicamente, nunca fueron
juzgados.
- ¿En qué condiciones
trabajaban los indígenas del Gran Chaco?
- Desde la presidencia
de Julio A. Roca y aún antes, uno de los objetivos fundamentales de las
campañas militares era el control de la mano de obra que se consideraba
disponible en el Gran Chaco. Con este objetivo, a principios del siglo XX se
crearon las reducciones estatales de Napalpí, Bartolomé de las Casas, Francisco
Muñiz y también las religiosas como Laishí y Nueva Pompeya donde llegaron a
trabajar, simultáneamente, hachando quebracho y cosechando algodón cerca de
10.000 personas cada año. Al mismo tiempo el Estado a través del Ministerio del
Interior firmaba convenios con empresas azucareras como Ledesma, Tabacal o Las
Palmas y les enviaba miles de trabajadores bajo vigilancia policial. El trabajo
se pagaba en vales o fichas sólo canjeables en las proveedurías de los mismos
establecimientos. Las mujeres y los chicos también trabajaban y la mortandad
era muy alta debido a la explotación la mala alimentación y las enfermedades.
En 1947 el Gran Chaco ya era una gran fábrica donde decenas de miles de
personas eran explotadas de forma inhumana en beneficio del Estado y de las
empresas privadas.
Aarón Anchorena cazando yaguaretés en territorio pilagá, 1918 (AGN) |
- ¿Cómo se gestó la
masacre?
- Los documentos
Reservados y Secretos, que pueden verse impresos en el libro, hablan de la
intransigencia de los pilagá y utilizan el término "irreductibles"
para referirse a su negativa a ser trasladados hacia las reducciones. Para mí
ese es un elemento clave, es el momento en que la represión se gesta, como
respuesta a la resistencia de los ancianos y los caciques a abandonar La Bomba
y a trasladarse hasta el lugar destinado para el encierro.
"Los
sobrevivientes que conocí estaban ansiosos por contar lo que les había
pasado".
- ¿Cuántos muertos
hubo?
- En esa época la
gente de las comunidades no estaba documentada, y no había censos, pero las
fuentes de Gendarmería hablan de 7000 personas reunidas en La Bomba aquel 10 de
octubre. Si había ametralladoras Colt, que disparaban 500 balas por minuto,
es posible imaginar el desastre. Sin embargo es muy difícil saber cuántas
personas murieron. Yo no me atrevo a dar cifras. Hay muchos desaparecidos,
porque cuando los grupos escapaban, iban muriendo los heridos en el monte y no
tenían como enterrarlos. También morían de sed y de hambre, hubo quema de
cadáveres, y grupos que fueron exterminados por completo Fueron cientos pero es
difícil determinar una cantidad con certeza.
- ¿Cuál fue el
accionar del gobierno de Perón ante la masacre?
- En esa época el
Poder Ejecutivo, por ley, tenía la facultad de mover a la Gendarmería desde el
Ministerio del Interior hacia el Ministerio de Guerra en circunstancias
determinadas. Eso fue lo que sucedió en 1947. Tanto los escuadrones de Formosa,
como un avión de la Fuerza Aérea actuaron bajo las órdenes de Humberto Sosa
Molina, Ministro de Guerra y Marina, que informó sobre estos movimientos,
mediante documentación reservada a Angel Borlenghi, Ministro del Interior.
- ¿Cómo fue la
experiencia con los pueblos originarios en la investigación?
- Los sobrevivientes
que conocí estaban ansiosos por contar lo que les había pasado. Me decían que
nadie se había interesado por escucharlos antes, y me recibieron muy
cálidamente. Las filmaciones se hicieron en Pilagá y sin traducción simultánea,
porque yo no quería interrumpirlos mientras hablaban. Así que no comprendí los
detalles de lo que había pasado hasta que dos traductores vinieron de Formosa a
trabajar a Buenos Aires. Ese fue un momento extraordinario, revelador pero
también muy doloroso. La relación con algunos de ellos, sus hijos y nietos
perdura hasta hoy, y nos vemos a menudo. Lamentablemente muchos fallecieron en
estos últimos diez años. Uno de los momentos más lindos que pasamos juntos fue
durante una de las proyecciones de la película cuando se colocó una gran
pantalla sobre un camión en la ruta, en la entrada de Las Lomitas, y se
acercaron más de 400 personas, entre familias pilagá, wichí y criollas de la
zona. El momento más emotivo fue el hallazgo de una de las fosas comunes
descubiertas durante la investigación que llevó al juicio por la masacre.
Fuente> Diario
Clarin – Libros - Sociedad – 17 de
Diciembre de 2.017
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