Los
achés, que resultaron diezmados en las décadas de los años 50 y 60, llevan al
Gobierno de Paraguay a juicio.
Los
supervivientes de una tribu de América del Sur que resultó diezmada durante las
décadas de los años 50 y 60 han llevado al Gobierno de Paraguay a juicio por el
genocidio que sufrieron.
El
caso de la tribu cazadora-recolectora aché, que habitaba en las colinas
boscosas del este de Paraguay hasta que fue brutalmente expulsada de su tierra,
se hizo tristemente célebre en la década de 1970.
A
medida que la expansión agrícola en el este de Paraguay se aceleró en la década
de los años 50, los achés se vieron forzados a defender su tierra de una
población de colonos cada vez mayor. Estos no tardaron en organizar partidas de
cacería para asesinar a los hombres achés; las mujeres y los niños solían ser
capturados y vendidos como esclavos.
Uno
de los cazadores más infames de achés fue Manuel Jesús Pereira, un
terrateniente local. Pereira trabajaba para el Departamento de Asuntos
Indígenas de Paraguay, un ente gubernamental, y su granja acabó convirtiéndose
en una “reserva” aché a donde iban a parar los indígenas de esta tribu que iban
siendo capturados. Las palizas y las violaciones a los achés eran frecuentes.
Innumerables más murieron de enfermedades respiratorias. El director del
Departamento de Asuntos Indígenas visitaba con frecuencia la reserva y él mismo
vendió achés como esclavos.
La
situación fue denunciada por varios antropólogos en Paraguay, muchos de los
cuales fueron deportados o perdieron sus trabajos como consecuencia. El
antropólogo alemán Mark Münzel logró captar la atención internacional. Su
informe de 1973 “Genocidio en Paraguay”, publicado por la organización
danesa IWGIA, documentó muchas de las atrocidades cometidas contra los
achés.
Survival
International difundió el informe de Münzel y patrocinó una investigación
realizada por el prominente jurista internacional Richard Arens, quien encontró
que la situación era tan pésima como otros habían denunciado. Muchas otras
organizaciones internacionales, académicos y activistas denunciaron las
atrocidades y pidieron que el Gobierno de Paraguay rindiera cuentas, lo que
frenó algunos de los peores excesos.
Sin
embargo, el por aquel entonces presidente, el General Alfredo Stroessner, era
considerado un aliado occidental clave en la región. Los Gobiernos británico,
estadounidense y alemán-occidental negaron que se estuviera produciendo
genocidio y las autoridades de los EE.UU. patrocinaron a la organización Cultural
Survival (CS), con sede en Harvard, para que “examinara el estado de los
pueblos indígenas en Paraguay”. El informe que elaboraron para el Gobierno era
confidencial, pero gracias a la Ley de Libertad de Información se obtuvo una
copia. CS publicó entonces una versión modificada. Basándose parcialmente en el
testimonio de un miembro del Cuerpo de Paz, Kim Hill, negaba que hubiera
acontecido genocidio y criticaba a muchos de quienes, como Münzel y Arens,
habían atraído la atención mundial sobre la difícil situación de los achés. La
ayuda del Gobierno estadounidense al despiadado régimen de Stroessner continuó.
Ahora,
los supervivientes del genocidio y sus descendientes buscan algún tipo de
reparación. Una organización del propio pueblo indígena, la Federación Nacional
Aché, ha iniciado un caso judicial en Argentina que cuenta con el consejo de
Baltasar Garzón, el prominente abogado experto en derechos humanos. Los achés
se amparan en el principio de “jurisdicción universal” bajo el que muchos
delitos de gravedad, como el genocidio o crímenes contra la humanidad, pueden
ser juzgados y castigados en un país diferente a aquel donde acontecieron, si
las víctimas no pueden obtener justicia en su propio país.
Ceferino
Kreigi, un representante aché, declaró: “Estamos pidiendo justicia; hubo
torturas, violaciones, castigos corporales. No podemos soportar más el dolor
que padecimos”.
Por
su parte el abogado de los achés, Juan Maira, manifestó: “[Los achés] fueron
cazados como si de animales se tratara, porque querían confinarlos en un gueto.
Una vez en la reserva, no se les permitía irse. No solo vendieron como esclavos
a niños, sino también a mujeres en algunas ocasiones. Es posible que el 60% de
su población haya resultado aniquilada”.
La
población de los achés está volviendo a aumentar nuevamente, a pesar de que se
les robaron sus bosques para dar paso a la ganadería y la agricultura, y de que
estos han sido destruidos prácticamente en su totalidad.
Nota
para periodistas:
-
“Lee el informe de Survival sobre la negación del genocidio aché
aquí:”http://assets.survivalinternational.org/documents/141/denial-of-genocide.pdf.
Fuente:
Survival Internacional
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