(León Cadogan 1997, p.
87)
La religiosidad mbyá
sostiene que cuando fue creada la tierra, el Padre Primero Ñamandú Ru Ete pidió
a cuatro deidades que generaran las almas de los hombres. Estas fueron Ñamandú,
Jakaira, Karai y Tupã. Él solo se encargó de enviar los signos que
diferenciarían lo femenino de lo masculino, inspirando sus respectivos cantos
sagrados.
Habitualmente, la
noticia sobre un futuro nacimiento, sus tiempos y condiciones son informadas a
la población por el líder espiritual, normalmente un anciano, al que llaman opygua.
Este recibe la información a partir de su comunicación con los dioses, a
quienes el opygua logra elevar sus palabras y cuyos mensajes recibe.
Los mensajes de los dioses dan lugar a una gran variedad de transformaciones de
lo cotidiano: desde las visitas y salidas a otros núcleos hasta la posibilidad
o imposibilidad de cazar u obtener otros alimentos.
Una vez que los dioses
acreditan la posibilidad de un nacimiento, el anciano avisa a los padres y
estos deben seguir una serie de reglas con el fin de que el nacimiento y la
vida futura de los niños estén seguras entre los mbyá, lo que se expresa en
términos de ombo apyka (lograr asiento) o bien ayvua (hallarse). «Hallarse»
implica sentirse a gusto en el lugar; es una condición necesaria para que
cualquier persona permanezca en el tekoa lugar donde habita el grupo. En el caso de las almas de los
niños, no hallarse puede implicar incluso la muerte. En los adultos, no
hallarse puede explicar tanto la movilidad por el territorio como algunas
dificultades particulares.
Como vemos, la gestación de un nuevo ser supone dos procesos: por un lado, la llegada de un alma, enviada por los dioses desde cierto sector del cielo.
Por otro lado, la fabricación o producción del cuerpo (Viveiros de Castro 1998) en el vientre de la madre. A partir de aquel momento en que el niño comienza a formarse se da una serie de prescripciones de comportamiento de los padres que encuentran su punto mayor en la couvade, es decir, con posterioridad al nacimiento. Madres y padres deben seguir una serie de reglas respecto de su comportamiento y alimentación con el fin de asegurar las mejores condiciones para la llegada del niño. Una vez que el alma del niño fue depositada en la mujer
por los dioses, el hombre, futuro padre, debe encargarse de formar el cuerpo del bebé a través de las relaciones sexuales. Larriq (1993) destaca que el rol de la mujer en esta etapa es descrito como pasivo, en tanto no produce elementos para la consolidación del cuerpo.
Como vemos, la gestación de un nuevo ser supone dos procesos: por un lado, la llegada de un alma, enviada por los dioses desde cierto sector del cielo.
Por otro lado, la fabricación o producción del cuerpo (Viveiros de Castro 1998) en el vientre de la madre. A partir de aquel momento en que el niño comienza a formarse se da una serie de prescripciones de comportamiento de los padres que encuentran su punto mayor en la couvade, es decir, con posterioridad al nacimiento. Madres y padres deben seguir una serie de reglas respecto de su comportamiento y alimentación con el fin de asegurar las mejores condiciones para la llegada del niño. Una vez que el alma del niño fue depositada en la mujer
por los dioses, el hombre, futuro padre, debe encargarse de formar el cuerpo del bebé a través de las relaciones sexuales. Larriq (1993) destaca que el rol de la mujer en esta etapa es descrito como pasivo, en tanto no produce elementos para la consolidación del cuerpo.
Como vemos, la
gestación de un nuevo ser supone dos procesos: por un lado, la llegada de un
alma, enviada por los dioses desde cierto sector del cielo. Por otro lado, la
fabricación o producción del cuerpo (Viveiros de Castro 1998) en el vientre de
la madre. A partir de aquel momento en que el niño comienza a formarse se da
una serie de prescripciones de comportamiento de los padres que encuentran su
punto mayor en la couvade(*) es decir, con posterioridad al
nacimiento. Madres y padres deben seguir una serie de reglas respecto de
su comportamiento y alimentación con el fin de asegurar las mejores condiciones
para la llegada del niño. Una vez que el alma del niño fue depositada en la
mujer por los dioses, el hombre, futuro padre, debe encargarse de formar el
cuerpo del bebé a través de las relaciones sexuales. Larriq (1993) destaca que
el rol de la mujer en esta etapa es descrito como pasivo, en tanto no produce elementos
para la consolidación del cuerpo.
La couvade implica una serie de tabúes y restricciones, tanto para mujeres como para hombres, durante el periodo posterior al nacimiento de un hijo. Todas las acciones inscriptas en esta etapa tienden al buen desarrollo de la relación entre el cuerpo del niño que acaba de nacer, su alma y el ambiente —tekoa— donde va a desarrollarse. Estos tres componentes pueden resumirse a través de la idea de ayvu’a —hallarse— y quedan superados cuando el niños logra ombo apyka —tomar asiento—.
Los peligros y las dificultades que podría tener el alma del recién nacido refuerzan la idea de que el padre no puede alejarse por el monte y que, entonces, debe acompañar de un modo diferente la llegada de su hijo o hija.
Esa es la razón por la cual este periodo se caracteriza por la permanencia de los hombres en el núcleo. Respecto de la couvade, en el caso de las madres recientes la prohibición está asociada con el consumo de ciertos alimentos, entre los que se incluyen animales.
En los hombres, la regla más saltante es la imposibilidad manifiesta de salir del ámbito del tekoa a trabajar o al monte a cazar. Como sugiere Vilaça (2002), que durante este periodo se decline el consumo de animales y se prohíba la caza y la salida al monte de los hombres como lugar de contacto con ciertas especies animales expresa una serie de tensiones entre hombres, animales y dioses. Al respecto, Riviére (1974, en Rival 1998) puntualiza que en la couvade quien se consolida (o nace) es el alma, ya que el nacimiento no es más que un paso en la formación del bebé, un proceso que comienza en el útero y continúa en el período posterior al parto durante el tiempo que dura la couvade, instancia en la que se constituye la persona como tal.
La couvade implica una serie de tabúes y restricciones, tanto para mujeres como para hombres, durante el periodo posterior al nacimiento de un hijo. Todas las acciones inscriptas en esta etapa tienden al buen desarrollo de la relación entre el cuerpo del niño que acaba de nacer, su alma y el ambiente —tekoa— donde va a desarrollarse. Estos tres componentes pueden resumirse a través de la idea de ayvu’a —hallarse— y quedan superados cuando el niños logra ombo apyka —tomar asiento—.
Los peligros y las dificultades que podría tener el alma del recién nacido refuerzan la idea de que el padre no puede alejarse por el monte y que, entonces, debe acompañar de un modo diferente la llegada de su hijo o hija.
Esa es la razón por la cual este periodo se caracteriza por la permanencia de los hombres en el núcleo. Respecto de la couvade, en el caso de las madres recientes la prohibición está asociada con el consumo de ciertos alimentos, entre los que se incluyen animales.
En los hombres, la regla más saltante es la imposibilidad manifiesta de salir del ámbito del tekoa a trabajar o al monte a cazar. Como sugiere Vilaça (2002), que durante este periodo se decline el consumo de animales y se prohíba la caza y la salida al monte de los hombres como lugar de contacto con ciertas especies animales expresa una serie de tensiones entre hombres, animales y dioses. Al respecto, Riviére (1974, en Rival 1998) puntualiza que en la couvade quien se consolida (o nace) es el alma, ya que el nacimiento no es más que un paso en la formación del bebé, un proceso que comienza en el útero y continúa en el período posterior al parto durante el tiempo que dura la couvade, instancia en la que se constituye la persona como tal.
La llegada de las almas
de los niños es anunciada por el líder espiritual opygua. Estas, a su vez,
provienen de cuatro zonas, y por tanto se corresponden con cuatro deidades
distintas de la esfera celeste. Durante una ceremonia anual, los dioses se
comunican con los opygua con el fin de manifestar de qué alma se
trata la de cada niño y qué nombre debe llevar este es denominado RERY (que es
el nombre verdadero de los Mbya Guaraníes) utilizado en los rituales, ceremonias
religiosas y para comunicarse entre sí. Con la sociedad envolvente en tanto adoptan el RERA que es el nombre simplemente para la documentación (KUACHIA) en
su contacto con el mundo externo.
Glosario: Couvade: es en principio el conjunto de rituales asociados con el nacimiento (Rival - 1.998)
Glosario: Couvade: es en principio el conjunto de rituales asociados con el nacimiento (Rival - 1.998)
Fuentes: Ayvu Rapyta –
León Cádogan
Ombo apyka, tomar asiento. La
concepción y el nacimiento Mbya Guaraní – Noelia Enriz
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