Un joven llamado Felipe, conquistador y colonizador andaluz, en sus años de trajinar lugares exóticos se enamoró de una bella indiecita, llamada Tipuán, y ella de él. Convivieron mientras él estuvo por esas tierras, pero quedó sola con dos pequeños cuando Felipe fue enviado a otros destinos y conquistando… otros amores. Tipuán y los niños extrañaban mucho a Felipe le enviaban cartas con cuanto viajero pasaba, hasta notas con aves mensajeras. Pasado mucho tiempo, el andaluz cansado ya de sus andanzas y casi borrado de su memoria, encontró el camino de regreso a su hogar; allí halló a Tipuán en singular y misteriosa metamorfosis… Sucedió que después de angustiante espera sus piernas comenzaron a dilatar y sus pies enraizaron al suelo, su cuerpo fue adquiriendo una áspera esbeltez vegetal. De sus brazos, manos y dedos brotaron ramas y hermosas flores amarillas que caían formando una alfombra sobre la hierba, cubierta de hojas verdes que comenzaron a gotear y sus semillas se dispersaban por todo el territorio; y subían por su tronco enredaderas entrelazadas entre sí, como un amoroso abrazo.
Dicen que la Tipa o Tipuana Tipú representa a esa indiecita, a la espera de su amado, enviándole mensajes con el vuelo de las flores y semillas, las gotas que caen de las hojas son lágrima por el amor ausente y las enredaderas con los bracitos de sus hijos que la abrazan y sobre ese manto precioso de flores amarillas duerme para siempre ese esposo ingrato.
Fuente: Parques Urbanos Gobierno de Salta.
Compartido por Enrique Hopman
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