Antes de que hubiera día en el
mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo?-
preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba
Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al
mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más? -Se miraron unos
a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le
dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de
buena voluntad.
Sol y Luna. Fotografía: Miguel Perea C. |
Luego los dos comenzaron a hacer
penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses
se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el sacrificio
de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra
tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se
atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo
arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora
prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que
Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se
aventó.
Después los dioses miraron hacia
el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin
Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque
lastimaba los ojos.
Resplandecía y derramaba rayos
por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en que
entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche
en el mundo.
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