Se dice que cuando Tunkashila (el
Abuelo Universo) estaba dando un lugar para todos los espíritus que habitan, y
que tomaran parte en la habitabilidad de la Madre Tierra, se oyó un sonido, una
fuerte explosión, de lejos en la distancia.
Como Tunkashila lo escuchó, el
sonido seguía llegando más y más hasta que finalmente fue justo en frente del
Creador; “¿Quién eres tú?” preguntó el Creador. “Yo soy el espíritu del
tambor”, fue la respuesta. He venido a pedirte que me permita participar en
estas cosas maravillosas. “¿Cómo va a participar?”, Cuestionó el Creador. “Me
gustaría acompañar el canto de la gente. Cuando se cante desde el Corazón, voy
a cantar como si fuera el latido del Corazón de la Madre Tierra. De esta
manera, toda la creación cantará en armonía”. Tunkashila accedió a la petición,
y a partir de entonces, el tambor fue acompañado de voces de la gente.
A lo largo de todos los pueblos
originarios del mundo, el tambor es el centro de todas las canciones.
Es el catalizador para el espíritu
de las canciones, para levantarse con el Creador, para que las oraciones de las
canciones lleguen a donde están destinadas a ir. En todo momento, el sonido del
tambor trae integridad, respeto, entusiasmo, la solemnidad, la fuerza, el
coraje y el cumplimiento de las canciones.
Se trata de los latidos del Corazón
de la Madre dando su aprobación a aquellos que viven en ella. El Águila abraza
esa Medicina, y lleva su mensaje al Creador. Así se cambia la vida de la
gente...
Compartido por Carmen Alicia Robles
Abenakys |
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