Buscan crear un corredor ecológico que atraviese ocho naciones y
salvaguarde un tercio del territorio amazónico. Martin von Hildebrand es el
hombre detrás de esta utopía.
Desde hace tres años, si no más, el presidente de la Fundación
Gaia Amazonas, Martin von Hildebrand, ha paseado su figura larga y canosa
por ONG latinoamericanas, ministerios, academias de ciencia, resguardos
indígenas y pasillos vaticanos para poner sobre la mesa una idea tan
descabellada que, por lo mismo, es posible: un corredor ecológico y cultural
que protegería 200 millones de hectáreas de la Amazonia. El proyecto ya tiene
un nombre provisional: Corredor Triple A o Camino de la Anaconda, y mantendría
la conexión natural entre el océano Atlántico, la región de la Amazonia y los
Andes.
La idea suena como una locura por la extensión que tendría el
corredor:un tercio de uno de los territorios más importantes para el
medioambiente global. Cruzaría ocho países suramericanos e involucraría a
385 comunidades indígenas y 30 millones de personas.
Aunque se haya empezado a hablar de esto hasta hace poco, el
Corredor Triple A es una idea que lleva amasándose por lo menos 30 años y
que apenas ahora, después del compromiso de los países latinoamericanos (a
excepción de Ecuador y Chile) en la Cumbre de París para reducir la
deforestación de la Amazonia a cero, tiene un compromiso político internacional
importante.
Martin von Hildebrand, quien se ha embarcado en la titánica tarea
de hacer del Triple A una realidad, tiene 74 años, 50 de los cuales han sido
dedicados a la conservación en la Amazonia colombiana. Este colombiano por
adopción, nacido en Nueva York, estuvo tras la creación y ampliación del Parque
Chiribiquete, del otorgamiento de 200.000 kilómetros cuadrados de resguardos
indígenas en los ochenta y del reconocimiento como “nación pluricultural y
multiétnica” en la Constitución de 1991. Es toda una autoridad en el tema
ambiental y aunque él diga que el corredor no puede adjudicarse a una sola
persona, pues lo haría excluyente, es él quien ha tocado las puertas para
montar al bus del Triple A a los gobiernos de Perú, Brasil, Venezuela, Guyana,
Guyana Francesa, Surinam y Colombia, cientos de comunidades indígenas de los
nueve países amazónicos, ONG, cooperación internacional, alcaldes de las áreas
urbanas, científicos, empresarios y civiles. Lograr articularlos a todos alrededor
del corredor va a ser muy difícil, tanto por las diferencias ideológicas y
conflictos de intereses, como por la inmensa extensión que cubre el corredor.
“Lo importante es, como dicen los indígenas, tejer el canasto. Si ya tenemos el
corredor, podemos empezar a trabajar”, dice Hildebrand.
¿Por dónde empezar?
El año pasado, el Ideam advirtió que por primera vez en la historia
se estaba perdiendo la conexión entre los Andes y la Amazonia. El agua de casi
todo el continente depende de los 200 billones de toneladas que viajan
desde el océano Atlántico y son absorbidas por la flora de la Amazonia. Gracias
al calor, 600 millones de árboles transpiran a través de raíces y hojas,
creando el vapor que el viento empuja hacia los Andes para que se vuelva agua
de nuevo e irrigue la tierra, hasta volver al mar. Esta desconexión es una
amenaza no sólo para el agua, sino para el intercambio genético entre la fauna
y la flora del bosque.
Las tres regiones responsables del viaje de estos “ríos voladores” —que
es básicamente el ciclo del agua— están siendo desconectadas entre sí. Según la
Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg), hay 73
hidroeléctricas en territorios indígenas y 62 en áreas protegidas de la
Amazonia, además de unos 35 millones de hectáreas concedidas para minería en
territorios indígenas y 20 millones en áreas protegidas, entre otras amenazas.
“El corredor está prácticamente hecho”
Aunque sea difícil lograr que ocho países se pongan de acuerdo para
firmar y llevar a cabo un proyecto de este tamaño, existen antecedentes que dan
pie para pensar que delimitarlo será más fácil y rápido de lo que se piensa. El
afán es lograrlo antes de que la Amazonia siga perdiendo bosques con la
velocidad de este año.
“Durante los últimos 30 años, los países han venido reconociendo
áreas protegidas, declarando resguardos indígenas, delimitando reservas
forestales y parques nacionales, y así”. En 1911 se creó la primera reserva
forestal en Brasil. Tiempo después, en 1948 se creó la primera reserva en
Colombia, en La Macarena.
Según Raisg, hacia los años ochenta, la mayoría de países fueron
adoptando figuras similares y declarando áreas protegidas y parques nacionales.
Los gabinetes de ministerios de Ambiente se fueron instalando en los paquidérmicos
edificios gubernamentales y para la década de los noventa, dos cuartos de
los 700 millones de hectáreas que componen la Amazonia estaban bajo alguna
figura de protección. Mientras, los yacimientos de petróleo en el norte de
Perú, los de cobre en Brasil, los de oro en Colombia y tantos más eran feriados
al mejor postor.
A principios de siglo, y aún hoy, la Amazonia todavía es vista como
un territorio indómito, vacío y por lo tanto aprovechable para el más avispado.
Por esta razón se fortaleció el movimiento indígena en
Latinoamérica. A punta de presión. Paulatinamente, cada país fue
reconociendo a diversas poblaciones a través de la Ley de Comunas (Ecuador),
tierras indígenas en Brasil, resguardos en Colombia, y otras. También se
hicieron acuerdos transfronterizos para cuidar la Amazonia, tanto para combatir
el narcotráfico y los grupos armados como para aprovechar el bosque o cuidarlo.
“Estos antecedentes han sido claves para una actual iniciativa regional
(Anaconda) que busca formar un corredor desde el Atlántico hacia los Andes,
donde la Amazonia es el eje transversal”, se lee en el informe de amenazas de
Raisg. “Cuando fuimos a ver el mapa, el corredor ya estaba prácticamente
hecho”, cuenta Hildebrand, sentado en su oficina en Bogotá. Puede que él lleve
30 años de tarea adelantada, pero aún falta resolver cómo se van a articular
tantos actores alrededor de un solo objetivo.
Harol Rincón Ipuchima, parte de las directivas de la Coordinadora
de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), que reúne
a varios pueblos amazónicos de toda la cuenca, y de la Organización Nacional de
los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana (Opiac), se refiere a los
actores involucrados como “malocas”, que no sólo son casas, también son centros
administrativos y de toma de decisiones.
“Martin es el que tiene los contactos en cooperación internacional,
el que ha hablado con los presidentes y los ministros y el que más ha movido,
aunque ningún gobierno haya puesto un solo peso”, dice mientras mambea en una
modesta oficina del barrio Teusaquillo, en Bogotá. “Las malocas de las ONG, de
los gobiernos, de la sociedad civil y de los indígenas, entre otras, han sido
conectadas por Martin en un ejercicio de paciente araña tejedora”.
Aunque aún hay mucho trabajo por hacer, el proyecto del Corredor
Triple A ha escalado alto y rápido. La maloca de las ONG ya tiene una en cada
país impulsando el proyecto desde lo local. La maloca indígena —es decir,
organizaciones como la Opiac y el Coica— han conversado sobre el tema del
corredor desde 2013, tanto con Hildebrand como internamente, con algunos
problemas logísticos. De todos modos, casi el 50 % del hipotético corredor
ya está bajo alguna forma de protección. Deben determinar cómo quieren
proteger la región y cómo quieren relacionarse para lograrlo.
Pero el corredor no sólo está tejido entre mapas y fronteras
nacionales. “Hay algo que los indígenas llamamos el ‘camino del pensamiento’.
Cada comunidad tiene un maloquero que dice: por ley de origen, debo partir de
la maloca al cerro, luego al río y de vuelta para recorrer espiritualmente esos
puntos y sanar el mundo. Cada maloquero lo hace en su porción de tierra y
cuando vas a ver, tienes una interconexión, un camino del pensamiento tejido
entre los indígenas amazónicos”, explica Rincón Ipuchima. Es una cartografía
espiritual, un corredor que ya existe desde hace tiempo y es invisible para
muchos.
Por último está la maloca del Gobierno, por el momento la más
esquiva de todas. “La idea es lograr una manera de cooperación internacional
que respete la autonomía de los gobiernos y las comunidades indígenas,
acudiendo a acuerdos de los cuales muchos ya están firmados”, dice Hildebrand.
Hay antecedentes que hacen pensar que esta locura del corredor es
posible: la mayoría de países amazónicos firmaron el Tratado de Cooperación
Amazónica (1978) y el COP 21 (2015), que reconocen la Amazonia como un
territorio a proteger.
En Colombia, en el 2015, el presidente Juan Manuel Santos anunció
su apoyo al proyecto y prometió que el Ministerio de Ambiente y la Cancillería
iniciarían conversaciones con Brasil y Venezuela, que en ese entonces eran los
únicos países que integrarían el Corredor Triple A, además de Colombia.
Incluso, la idea de un “corredor ecológico, cultural y de desarrollo sostenible”
está esbozada en el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018. De ese plan nació
Visión Amazonia, uno de los nuevos organismos creados para frenar la
deforestación en la región.
Ahora que faltan 10 meses para el fin del período presidencial
de Santos, el corredor no puede quedar en papel mojado. Esto supone el
reto enorme de tocar puertas de oficinas y malocas en tiempo récord para lograr
articular las propuestas de los ministerios de Ambiente de los ocho países.
Ha habido acercamientos con comunidades indígenas en Perú y
Ecuador, pero no con los gobiernos de turno. Surinam, Guyana y Guyana Francesa,
cuyos territorios estarían completamente cubiertos por el corredor, han
mostrado su apoyo, pero nada formal. Según Hildebrand, Venezuela dirá que sí
cuando le pregunte, pues el 80 % del estado de Amazonas, que cubriría el
corredor, es indígena y prácticamente todo el territorio es un área protegida.
Tal vez el reto más grande en la carrera de observaciones que se ha impuesto
Martin von Hildebrand es Brasil: les corresponde un 46 % de la Amazonia y casi
la mitad de lo que sería el Corredor Triple A. El ministro de Medio Ambiente,
Jose Saney Filho, hizo público su compromiso con el proyecto en 2016,
anunciando el Programa Corredores, justo después de que Brasil se comprometiera
a restaurar 12 millones de hectáreas para 2020. Los estados de Amapá y Pará,
que integrarían el corredor, mostraron interés, mientras que el estado de
Roraima, cuya actividad principal es la ganadería, suele oponerse a figuras de
protección ambiental, pero aún no conoce el Corredor. Además, el gobierno de
Michel Temer parece ir para el otro lado. Según el New York Times, se firmó una
suerte de decreto presidencial en diciembre de 2016, transformando 305.000
hectáreas de la Floresta Nacional de Jamanxim, en Pará, en un área de
protección ambiental. Una jugada burocrática que permitiría la explotación
comercial de tierras.
Jamanxim está incluido en lo que sería el corredor y a la vez
representa más de la mitad de la deforestación en Brasil. El reto de Hildebrand
es enfrentarse a 221 congresistas ruralistas, la facción que controla el
Congreso brasileño. Los mismos que acaban de pasar un proyecto de ley para
acabar con la obligatoriedad de presentar licencias ambientales y que son el
respaldo político de Temer.
Sin embargo, el más reciente movimiento de Hildebrand, y tal vez el
más osado, es haber convertido al Vaticano en una maloca. Este año viajó
dos veces al Vaticano a explicar la idea del Corredor Triple A a Marcelo
Sánchez Sorondo, el canciller de la Academia de Ciencias del Vaticano.
Meses después, el papa Francisco habló específicamente de la Amazonia en su
viaje a Colombia. Sería muy ingenuo afirmar que el papa habló de la región
gracias al corredor o a Hildebrand, pero sí significa que este proyecto tiene
cada vez más eco en oídos poderosos.
Se espera que cada país, en ejercicio de su soberanía, haga un
diagnóstico de la posibilidad del corredor y que pueda presentar sus propuestas
en seis meses para empezar a tejer el canasto y por fin dar a luz el Camino de
la Anaconda.
*Esta historia hace parte de InfoAmazonia, un proyecto periodístico
en alianza con Amazon Conservation, Dejusticia y El Espectador, que busca
informar sobre el bosque tropical más grande del planeta y los nueve países que
lo integran.
Para noticias de la region, visite www.infoamazonia.org
CISEI Consejo Interamericano sobre Espiritualidad Indigena
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