En el origen más
lejano,
cabalgando en el día
primero,
antes de la fatiga
de los pies,
de la tráquea y el
aliento,
sin dedos todavía
sólo existió la Codicia.
En el día segundo,
desde los muros y el
color amarillo,
nacieron las
espadas,
se multiplicaron las
ballestas,
aparecieron los
arcabuces.
Y, con ellos, los
soldados.
En el día tercero,
con el rocío y la
niebla,
desde la noche
amansada,
emergieron las
sotanas,
ya estaban las
cruces caminando.
En el día cuarto,
con pedazos de olas,
restos de viento y
revoloteo de gaviotas,
cobró barcos el mar.
En el día quinto,
en otros cantos de
pájaros,
en el silencio más
nuevo,
en la vértebra de
los ríos y el vientre de las piedras,
el oro guiñaba sus
ojos.
En el día sexto,
amanecieron los
lapachos,
retozaron los
venados,
bebieron fragancia
los azahares,
cantaron las
cigarras y el agua se hizo en los arroyos.
Ya en el séptimo
día, en medio del bostezo, se creó el llanto de los indígenas.
Ya no hubo tiempo
para dibujarles la risa.
Mario Rubén Álvarez “La
Poesía de los Guaraníes como arma de resistencia”
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