Mujer de la Amazonia Peruana |
Instituciones
académicas y ONG medioambientales realizaron la investigación más completa que
se ha hecho hasta el momento, en la que se cuantifica el importante rol de los
guardianes tradicionales de la selva en la reducción de las emisiones de gases
de efecto invernadero.
Las comunidades
indígenas del mundo necesitan tener un rol más importante en la estabilización
del clima, de acuerdo con un nuevo estudio que muestra que al menos un cuarto
del carbono de los bosques se almacena en tierras de estas comunidades,
particularmente en Brasil.
La investigación, de
un grupo de instituciones académicas y ONG medioambientales, es el
esfuerzo más completo que se ha hecho hasta el momento en cuantificar la
contribución de los guardianes tradicionales de la selva para reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero.
Los autores
explican que, en términos de costo-beneficio, la expansión de los derechos
de las tierras tribales es la mejor manera de proteger las selvas y secuestrar el carbono –un tema que se espera que obtenga
gran importancia en la próxima conferencia sobre el clima de las Naciones
Unidas, que tendrá lugar en Marrakech (Marruecos).
El informe, de las
instituciones Rights and Resources Initiative, Woods Hole Research
Centre y World Resources Institute, pretende animar a los
gobiernos a que reconozcan los derechos de las tierras indígenas e
incluyan una participación tribal en los planes nacionales de acción.
Actualmente este no es el caso de 167 naciones de las 188 que
participan del acuerdo de París, incluyendo a Indonesia y la República
Democrática del Congo, que son el hogar de algunas de las selvas más
grandes del mundo.
También es probable
entrar en un creciente debate en Brasil, que ha ganado prestigio por reconocer
más tierras indígenas que cualquier otro país en las décadas pasadas, pero que
actualmente está bajo un nuevo gobierno que, en términos climáticos, aún está
siendo observado en el contexto del diálogo internacional.
El estudio, basado en
sondeos satelitales de 37 países tropicales, estima que las tierras
pertenecientes a los indígenas secuestran al menos 54,54 toneladas de carbono
–aproximadamente cuatro veces la cantidad emitida globalmente al año.
Un décimo de ese
territorio es de dominio público, no reconocido o en pugna. Esto aumenta el
riesgo de que las tierras caigan en manos de constructoras, agricultores u
otras entidades que podrían querer devastar la selva con el fin de obtener
ganancias a corto plazo, con costos ambientales de largo plazo.
Habitante de la Amazonia Ecuatoriana |
Los autores están de
acuerdo en que hay un beneficio económico mayor al dejar que la propiedad
esté en manos de sus habitantes tradicionales, y en que al
fortalecer sus derechos de posesión, se protegerá la tierra.
Alain Frechette,
investigador de Rights and Resources y uno de los autores del
informe, urge a los gobiernos nacionales y a los negociadores para que hagan de
las comunidades indígenas una parte más central de sus políticas sobre el
clima.
“Cuando las
comunidades que viven en su ambiente tradicional tienen asegurados sus
derechos, no sólo las selvas están mejor protegidas, sino también las comunidades.
Es lo que los economistas llaman un solución óptima. Todos ganan”,
dice Frechette. “En contraste, el desarrollo a gran escala produce
ganancias, pero los costos medioambientales, económicos y políticos de largo
plazo no son tomados en cuenta, sino que sólo son postergados [y entregados]
a las generaciones futuras”.
Las
selvas reducen el carbono del planeta en un 20 a 30 por ciento, además
de ofrecer beneficios como agua fresca, polinización, biodiversidad,
control de inundaciones y atraccionesturísticas. Se estima que estas
últimas significarán ganancias de 523 a 1.165 mil millones de dólares en
Brasil, 54 a 119 mil millones en Bolivia y 123 a 277 mil millones en
Colombia durante los próximos 20 años.
Los datos muestran que
la región más importante es América Latina, donde el 58% de las
emisiones se originan en la deforestación. Esta cifra es más del
doble de la tasa mundial de 24% (por la misma causa). Sin protección, el
carbono que se libere podría ser mucho más.
Desde que empezaron a
expandir considerablemente sus tierras indígenas en 2003, Brasil –y más tarde
Bolivia y Colombia– han iniciado un camino de reducción de la deforestación. World
Research Institute estima que sin esta protección, las selvas tropicales
eran dos o tres veces más propensas a ser arrasadas.
Pero en
los años recientes, la deforestación en Brasil volvió a aumentar
gradualmente, y muchos medioambientalistas están preocupados de que la administración del
nuevo gobierno de centro derecha de Michel Temer, acelere esta tendencia.
Desde que la derecha sacó a la presidenta Dilma Rousseff de su
cargo en Septiembre, el nuevo gobierno ha cortado el presupuesto
para la Fundación Nacional del Indio (Funai) y ha removido a gran
parte del personal de la institución.
“Aún hay tiempo para
hacer algo importante”, dice a The Guardian Paulo Moutinho, director del Instituto
de Pesquisa Ambiental da Amazônia (IPAM). “El mundo espera
una acción fuerte de parte de Brasil. Sería lindo consolidar y
expandir las áreas protegidas, de otro modo será imposible lograr lo que le
prometimos al mundo”, concluye Moutinho.
Fuente: El Ciudadano –
4 de Noviembre de 2.016
Original: The Guardian
Niñas del Pueblo Ashaninka en la Amazonia Peruana |
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