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viernes, 10 de noviembre de 2017

La protección de los pueblos indígenas es clave para salvar al mundo de la crisis medioambiental


Mujer de la Amazonia Peruana

Instituciones académicas y ONG medioambientales realizaron la investigación más completa que se ha hecho hasta el momento, en la que se cuantifica el importante rol de los guardianes tradicionales de la selva en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. 

Las comunidades indígenas del mundo necesitan tener un rol más importante en la estabilización del clima, de acuerdo con un nuevo estudio que muestra que al menos un cuarto del carbono de los bosques se almacena en tierras de estas comunidades, particularmente en Brasil.

La investigación, de un grupo de instituciones académicas y ONG medioambientales, es el esfuerzo más completo que se ha hecho hasta el momento en cuantificar la contribución de los guardianes tradicionales de la selva para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los autores explican que, en términos de costo-beneficio, la expansión de los derechos de las tierras tribales es la mejor manera de proteger las selvas y secuestrar el carbono –un tema que se espera que obtenga gran importancia en la próxima conferencia sobre el clima de las Naciones Unidas, que tendrá lugar en Marrakech (Marruecos).

El informe, de las instituciones Rights and Resources Initiative, Woods Hole Research Centre y World Resources Institute, pretende animar a los gobiernos a que reconozcan los derechos de las tierras indígenas e incluyan una participación tribal en los planes nacionales de acción. Actualmente este no es el caso de 167 naciones de las 188 que participan del acuerdo de París, incluyendo a Indonesia y la República Democrática del Congo, que son el hogar de algunas de las selvas más grandes del mundo.

También es probable entrar en un creciente debate en Brasil, que ha ganado prestigio por reconocer más tierras indígenas que cualquier otro país en las décadas pasadas, pero que actualmente está bajo un nuevo gobierno que, en términos climáticos, aún está siendo observado en el contexto del diálogo internacional.

El estudio, basado en sondeos satelitales de 37 países tropicales, estima que las tierras pertenecientes a los indígenas secuestran al menos 54,54 toneladas de carbono –aproximadamente cuatro veces la cantidad emitida globalmente al año.

Un décimo de ese territorio es de dominio público, no reconocido o en pugna. Esto aumenta el riesgo de que las tierras caigan en manos de constructoras, agricultores u otras entidades que podrían querer devastar la selva con el fin de obtener ganancias a corto plazo, con costos ambientales de largo plazo.

Habitante de la Amazonia Ecuatoriana

Los autores están de acuerdo en que hay un beneficio económico mayor al dejar que la propiedad esté en manos de sus habitantes tradicionales, y en que al fortalecer sus derechos de posesión, se protegerá la tierra.

Alain Frechette, investigador de Rights and Resources y uno de los autores del informe, urge a los gobiernos nacionales y a los negociadores para que hagan de las comunidades indígenas una parte más central de sus políticas sobre el clima.

“Cuando las comunidades que viven en su ambiente tradicional tienen asegurados sus derechos, no sólo las selvas están mejor protegidas, sino también las comunidades. Es lo que los economistas llaman un solución óptima. Todos ganan”, dice Frechette. “En contraste, el desarrollo a gran escala produce ganancias, pero los costos medioambientales, económicos y políticos de largo plazo no son tomados en cuenta, sino que sólo son postergados [y entregados] a las generaciones futuras”.

Las selvas reducen el carbono del planeta en un 20 a 30 por ciento, además de ofrecer beneficios como agua fresca, polinización, biodiversidad, control de inundaciones y atraccionesturísticas. Se estima que estas últimas significarán ganancias de 523 a 1.165 mil millones de dólares en Brasil, 54 a 119 mil millones en Bolivia y 123 a 277 mil millones en Colombia durante los próximos 20 años.

Los datos muestran que la región más importante es América Latina, donde el 58% de las emisiones se originan en la deforestación. Esta cifra es más del doble de la tasa mundial de 24% (por la misma causa). Sin protección, el carbono que se libere podría ser mucho más.

Desde que empezaron a expandir considerablemente sus tierras indígenas en 2003, Brasil –y más tarde Bolivia y Colombia– han iniciado un camino de reducción de la deforestación. World Research Institute estima que sin esta protección, las selvas tropicales eran dos o tres veces más propensas a ser arrasadas.

Pero en los años recientes, la deforestación en Brasil volvió a aumentar gradualmente, y muchos medioambientalistas están preocupados de que la administración del nuevo gobierno de centro derecha de Michel Temer, acelere esta tendencia. Desde que la derecha sacó a la presidenta Dilma Rousseff de su cargo en Septiembre, el nuevo gobierno ha cortado el presupuesto para la Fundación Nacional del Indio (Funai) y ha removido a gran parte del personal de la institución.

“Aún hay tiempo para hacer algo importante”, dice a The Guardian Paulo Moutinho, director del Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazônia (IPAM). “El mundo espera una acción fuerte de parte de Brasil. Sería lindo consolidar y expandir las áreas protegidas, de otro modo será imposible lograr lo que le prometimos al mundo”, concluye Moutinho.

Fuente: El Ciudadano – 4 de Noviembre de 2.016
Original: The Guardian

Niñas del Pueblo Ashaninka en la Amazonia Peruana


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