Tupá estaba dando forma a la creación y la vio muy bella. Decidió
poblar los aires y las aguas y formó las aves y los peces, llenándose de alas y
de nidos. Tan entusiasmado estaba Tupá con su obra alada, que resolvió hacer
una joya que surcara el aire despertando la admiración de todos por su belleza,
por su color, por su aspecto, por su forma de volar. Tomó un poco de arcilla,
muy poca, y le dio una forma graciosa de leve aspecto; le agregó las alitas
tenues y movedizas, una cola preciosa; un pico muy fino y largo para que la
nueva avecita lo pudiera introducir en las flores en busca del néctar contenido
en su interior, y cubrió el cuerpecito de finísimas y sedosas plumas. Mezcló
luego los más bellos colores con rayos de sol para darles reflejos irisados y con
ellos pintó las plumitas de la nueva avecilla que, ya terminada, batió sus alas
pequeñas y en vuelo gracioso y sutil comenzó su recorrido de flor en flor,
temblando sobre ellas y sin posarse en ninguna. Según los guaraníes, la llamó
mainumbí. Tupá, satisfecho, la miró alejarse, seguro de haber creado la más
bonita, la más graciosa, pequeña y sutil de las aves, solo comparable a la más
hermosa flor.
Añá, el diablo, por envidia, quiso hacer una creación parecida y
tomó arcilla y la pintó con los únicos colores que le quedaban: verde, negro y
amarillento. Miró su obra creyendo que podía competir con la de Tupá, la
acarició, la levantó en el aire e intentó hacerla volar. Cuando lo hizo, su
criatura cayó pesadamente al suelo. No era un ave sino el cururú (sapo).
Una bella recreación de esta leyenda es la que realiza el escritor
chaqueño Gustavo Roldán en su libro Cuentos con pájaros, concretamente en
el Cuento con plumas y sin plumas, el sapo es reemplazado por el murciélago,
que para mi gusto es mucho más feo que el sapo, a quien le tengo tanto afecto
por su tarea sanadora para la gente del campo y su contribución a la ecología.
En el cuento, el autor, hace el relato más familiar y simpático, contando de un
mal día para Dios porque vino la palomita a decirle “que en el mundo andaban a
las patadas, que el diablo estaba haciendo barbaridades, pero lo peor de todo,
era que se le había quemado la yerba del mate”. A fin de cambiar la mala
suerte, se puso a hacer “una de las cosas que más le gustaban: crear nuevos
pajaritos”. Amasó un poco de barro y le dio la forma de un pajarito que no
existía. “Como por arte de magia, el más hermoso de los picaflores salió
volando, haciendo brillar todos sus colores de arco iris… se quedó mirando la
maravilla del vuelo del pajarito más chico que hubiera inventado… Esa tarde,
los ángeles le escucharon silbar y tararear un montón de chamamés de esos que
ni te cuento… Mientras tanto, el diablo que lo había estado espiando, intentó
hacer lo mismo y al soplar sobre la mezcla, vio salir volando a un murciélago”.
Se ve que la envidia no produce nada bueno.
*El texto pertenece al libro “Colibrí, chispa pregonera de
vida nueva” de Dora Giannoni, edición de la autora, 2015
maravilloso
ResponderEliminarHermoso texto!
ResponderEliminarEn realidad el murciélago tiene una muy linda misión sobre la tierra, ademas de una belleza inusual.