La vida está llena de simples cosas, que muchas veces por formar parte de lo cotidiano, pasan desapercibidas, o tal vez, por el sólo hecho de saber que están "a mano" en la góndola de la gratuidad, creemos que estarán ahí para siempre sin percatarnos de su valor incalculable.
Cosas tan cotidianas pero a la vez tan maravillosas como poder respirar, poder caminar, poder ver, poder oler, poder levantarse cada día, poder disfrutar de una amistad, poder amar y ser amado, poder vivir en familia, delitarse con una noche de luna llena, poder disfrutar de un día de sol y si hace frío como hoy, quedarse en la cama, haciendo nada, con la incondicional compañía de mi amor peludo - Simon -; son formas de salir del inconformismo constante, del aburrimiento, del pesimismo, del mal humor y del cansancio.
Las “pequeñas” grandes cosas son las que alimentan el espíritu, a diferencia de los que nos vende la sociedad de consumo, la cual nos dice que la felicidad está en el tener.
El mundo está lleno de sueños, de caricias, de colores, de luz, de esas pequeñas cosas que si uno aprende a exprimirlas y a disfrutar de ellas, tiene la llave que encaja en la cerradura mágica de la felicidad.
Teresita Seminara
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