Y cuenta la leyenda que un día mientras
un hombre con gran devoción al fuego le cantaba.
El fuego empezó a cantarle a su oído esta canción.
Ya no quiero rezos.
Ya no quiero cantos.
Lo que quiero es que escuches
Lo que quiero es que escuches
Que no importa lo que digan los legados.
Que de nada sirven ya los textos milenarios.
Lo que importa es que escuches
Lo que importa es que escuches
El mensaje de la lluvia.
La sabiduría de los árboles.
El susurro del silencio.
El canto que trae cada atardecer.
Ya no quiero rezos.
Ya no quiero cantos.
Lo que quiero es que escuches.
Lo que quiero es que escuches
Arnau de Tera
un hombre con gran devoción al fuego le cantaba.
El fuego empezó a cantarle a su oído esta canción.
Ya no quiero rezos.
Ya no quiero cantos.
Lo que quiero es que escuches
Lo que quiero es que escuches
Que no importa lo que digan los legados.
Que de nada sirven ya los textos milenarios.
Lo que importa es que escuches
Lo que importa es que escuches
El mensaje de la lluvia.
La sabiduría de los árboles.
El susurro del silencio.
El canto que trae cada atardecer.
Ya no quiero rezos.
Ya no quiero cantos.
Lo que quiero es que escuches.
Lo que quiero es que escuches
Arnau de Tera
Una vez me contó el fuego:
"Escucha el agua, amigo, fíjate como danza y como canta... Hoy llueve, y nuevos aires se sienten en nuestros caminos.
Ella viene desde muy lejos trayendo limpieza y curación; ella bendice la tierra, tu tierra, nuestra tierra; ella no tiene privilegios, solo divulga su energía entre todos nosotros". Y también, generoso y humildemente el fuego dijo:
"Recuerda que cuando naciste ella fue tu primera pertenencia, te rodeó y alimentó, y también te dio calor! Luego el fuego dijo:
"Ella también es mi energía, si no tuviera a esa belleza que me equilibre yo sería pues, el mejor depredador de la existencia, así que, recibe la bendición de la lluvia con alegría ya que, tanto ella como yo, estamos dentro tuyo. No lo olvides, el agua y el fuego no se contradicen, se complementan".
Eso me dijo el fuego...
Seneca 1815
Compartido por Fernando Emilio Flores
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