Abuelo, Gran Espíritu, una vez más contémplame en la tierra
e inclínate para escuchar mi débil voz.
Tú viviste primero, y tú eres más antiguo que toda necesidad, más antiguo que toda oración.
Todas las cosas te pertenecen: Los bípedos, los cuadrúpedos, las alas del cielo
y todas las cosas verdes que viven.
Tú has dispuesto los poderes de los 4 cuadrantes
para cruzar cada uno.
El buen camino y el camino de las dificultades
has hecho para cruzar;
y donde se cruzan, el lugar es sagrado.
Día sí y día también, por siempre, tú eres la vida de las cosas.
e inclínate para escuchar mi débil voz.
Tú viviste primero, y tú eres más antiguo que toda necesidad, más antiguo que toda oración.
Todas las cosas te pertenecen: Los bípedos, los cuadrúpedos, las alas del cielo
y todas las cosas verdes que viven.
Tú has dispuesto los poderes de los 4 cuadrantes
para cruzar cada uno.
El buen camino y el camino de las dificultades
has hecho para cruzar;
y donde se cruzan, el lugar es sagrado.
Día sí y día también, por siempre, tú eres la vida de las cosas.
Por eso estoy enviando una voz,
Gran Espíritu,
Abuelo mío, sin olvidar nada de cuanto has hecho,
las estrellas del universo
y las hierbas de la tierra.
Abuelo mío, sin olvidar nada de cuanto has hecho,
las estrellas del universo
y las hierbas de la tierra.
Tú me has dicho,
cuando aún era joven y tenía esperanza,
que en la dificultad debía enviar una voz 4 veces,
una por cada cuadrante de la tierra,
y tú me oirías.
cuando aún era joven y tenía esperanza,
que en la dificultad debía enviar una voz 4 veces,
una por cada cuadrante de la tierra,
y tú me oirías.
Hoy envío una voz por una gente
desesperanzada.
Tú me has dado una pipa
sagrada,
y a través de ésta debo hacer mi ofrenda.
Tú la ves ahora.
y a través de ésta debo hacer mi ofrenda.
Tú la ves ahora.
Desde el oeste, me has dado el
cáliz
del agua viva y el arco sagrado,
el poder de hacer vida y de destruir.
Me has dado un viento sagrado y la hierba
desde donde el gigante blanco vive –
el poder de la purificación y la sanación.
La estrella del alba y la pipa,
me has dado desde el este;
y desde el sur, el aro sagrado de las naciones
y el árbol que estaba a punto de florecer.
Al centro del mundo me has llevado
y mostrado la bondad y la belleza
y la rareza de la tierra reverdecida, la única madre –
y ahí las formas espirituales de las cosas,
como deben ser,
me las has mostrado y las he visto.
En el centro de este aro sagrado has dicho
que debería hacer florecer al árbol.
del agua viva y el arco sagrado,
el poder de hacer vida y de destruir.
Me has dado un viento sagrado y la hierba
desde donde el gigante blanco vive –
el poder de la purificación y la sanación.
La estrella del alba y la pipa,
me has dado desde el este;
y desde el sur, el aro sagrado de las naciones
y el árbol que estaba a punto de florecer.
Al centro del mundo me has llevado
y mostrado la bondad y la belleza
y la rareza de la tierra reverdecida, la única madre –
y ahí las formas espirituales de las cosas,
como deben ser,
me las has mostrado y las he visto.
En el centro de este aro sagrado has dicho
que debería hacer florecer al árbol.
Con lágrimas corriendo, ¡Oh
Gran Espíritu, Gran Espíritu, abuelo mío! –
con lágrimas que corren debo decir ahora que
el árbol nunca ha reverdecido.
Un lastimero hombre viejo, me ves aquí,
y he abandonado y no he hecho nada.
Aquí en el centro del mundo,
donde me llevaste cuando era joven y me enseñaste;
aquí, viejo, me ubico, y el árbol está marchito,
¡Abuelo, abuelo mío!
con lágrimas que corren debo decir ahora que
el árbol nunca ha reverdecido.
Un lastimero hombre viejo, me ves aquí,
y he abandonado y no he hecho nada.
Aquí en el centro del mundo,
donde me llevaste cuando era joven y me enseñaste;
aquí, viejo, me ubico, y el árbol está marchito,
¡Abuelo, abuelo mío!
Otra vez, y quizá la última vez
en esta tierra,
Recuerdo la gran visión que me enviaste.
Puede ser que una pequeña raíz del árbol sagrado todavía viva.
Nútrela entonces, para que puedan crecer hojas y florecer
y llenarse con aves cantoras.
Óyeme, no por mí mismo, sino por mi gente; soy viejo.
Óyeme para que puedan una vez más regresar adentro del aro sagrado
y encontrar el buen camino rojo, ¡el árbol que escuda!
Recuerdo la gran visión que me enviaste.
Puede ser que una pequeña raíz del árbol sagrado todavía viva.
Nútrela entonces, para que puedan crecer hojas y florecer
y llenarse con aves cantoras.
Óyeme, no por mí mismo, sino por mi gente; soy viejo.
Óyeme para que puedan una vez más regresar adentro del aro sagrado
y encontrar el buen camino rojo, ¡el árbol que escuda!
Con pena estoy enviando una
débil voz,
¡Oh Seis poderes del Mundo!
Oídme en mi pena, para que pueda no volver a llamar.
¡Oh, haz que mi gente viva!
¡Oh Seis poderes del Mundo!
Oídme en mi pena, para que pueda no volver a llamar.
¡Oh, haz que mi gente viva!
Alce Negro (1930) Oglala Sioux
(Traducido del inglés americano al español por Pablo Corazón Alado)
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