El espíritu de Toro
Sentado se ha levantado contra las excavadoras de un oleoducto que llevará
petróleo del 'fracking'
La batalla se libra
en una reserva de Dakota donde ni Trump ni Clinton han puesto un pie en estos
meses.
Hasta 200 tribus en
pie de guerra. Los indios rebeldes, y pobres, han roto ya la indeferencia del
pueblo americano hacia ellos
La reserva india de Standing
Rock, en Dakota del Norte y del Sur, es casi tan grande como Asturias
pero sólo tiene 8.000 habitantes.
ªPequeño Trueno' en la protesta Dakota. Fotografía: Robyn Beck AFP |
Entre ellos no está la persona más famosa de la reserva: Toro Sentado, que yace en el
centro de la reserva, en la parte de Dakota del Sur, bajo un gran busto de
piedra blanca, con el nombre y la fecha de nacimiento, en inglés y en lakota -
el idioma de los indios sioux,
una de las tres tribus que viven en la reserva -. A su lado está la tumba de Sacagawea, la esclava
india que guió a los exploradores Meriwether Lewis y William Clark cuando éstos
cruzaron lo que hoy es Estados Unidos en un viaje organizado por el
entonces presidente William Jefferson. Les llevó dos años. Y sobrevivieron al
invierno cerca de donde está la tumba, gracias a la hospitalidad de los indios
de la tribu Mandan. Una tribu que ya entonces estaba diezmada por la viruela
que le habían transmitido los tramperos franceses, que patrullaban la cuenca
del río Mississippi cazando castores.
Toro Sentado y Sacagawea miran al cielo rodeados por un paisaje que es
una sucesión de páramos desolados. Porque al natural la gran pradera de Estados
Unidos es poco más que un semidesierto azotado por un viento que no cesa nunca.
A los pies de las tumbas arrancan los acantilados por los que pasaron Lewis, Clarke, Sacagawea y los
tramperos. Las cuestas y los cortados acaban en el río Missouri, que
aquí forma el embalse de Oahe.
Este embalse anegó el 90%
de los bosques y las tierras cultivables de la reserva de Standing Rock y de la
de Cheyenne River, que está en la otra orilla del río. Cuando en los
años 50 los siouxs y los cheyennes trataron de contratar a un abogado que los
protegiera de los planes del Gobierno de EEUU, la
Oficina de Asuntos Indios se lo prohibió. ¿Para qué iban a tener abogado
cuando legalmente no podían ni siquiera votar en parte del país ya que
legalmente estaban "bajo el tutelaje" del Estado?
Todo Standing Rock tiene un aire de pobreza
desolador: los alcohólicos tumbados en medio de las calles de casas
prefabricadas a las 11 de la mañana; el triste casino de Grand River, a apenas
10 minutos en coche de las tumbas de Toro Sentado y Sacagawea; las personas de
apenas 50 años que parecen de 80 por los estragos de la metanfetamina, la droga
de los pobres de las zonas rurales de EEUU; y hasta las carreteras de rectas
kilométricas que van de ningún sitio a la nada.
Defendiendo el Territorio Sagrado |
La reserva, como las demás de las dos Dakotas, es tan pobre que los únicos actos
electorales que se celebran allí son las "alimentaciones" (feeders) y que consisten, literalmente, en que el Partido Demócrata ofrece
comida a la gente junto a los colegios electorales, a ver si así se animan a
votar. El Partido Republicano, como no
tiene votos entre los indios, trata de prohibir las "alimentaciones",
alegando que es compra de votos.
Un hombre, una hamburguesa, un voto.
En Standing Rock se comprende la
frase de otro famoso caudillo sioux, Nube
Roja: "Nos prometieron muchas cosas. Tantas que no recuerdo. Pero una sí la cumplieron: quitarnos la
tierra".
También les
quitaron el nombre. Sioux -pronunciado 'súu' - procede de como los
llamaban sus enemigos ojibwa: "nadoiessoux", que significa, ni más ni
menos, "serpiente". Dado que los ojibwa y los sioux llevaron a cabo
entre sí una guerra de exterminio en busca del genocidio mutuo, es de imaginar
que justo la palabra que les ha hecho famosos les enfurezca.
La única cosa que no les quitaron a los lakota fue la dignidad. Porque,
en pleno 2016, la tribu ha organizado una rebelión para defender su estepa.
Desde julio, cientos de activistas de 200
tribus están bloqueando la construcción de un oleoducto de 1.825 kilómetros
cuya obra va a costar 3.800 millones de dólares(3.500 millones de euros)
a través de un territorio que roza su reserva, y llevará el petróleo pesado
extraído por medio del controvertido método del fracking desde
Dakota del Norte hasta el estado de Illinois. Es la mayor concentración de
tribus desde la época de las guerras indias del siglo XIX.
Perros y
antidisturbios
Por ahora, no ha habido muertes. Pero sí violencia.
Las autoridades de Dakota del Norte y del Sur y los guardias de seguridad de la
empresa que construye el oleoducto, Dakota Access, han empleado perros y material antidisturbios para
tratar de mantener fuera de las obras a los indígenas, que ahora cuentan
con el apoyo de grupos ecologistas y de izquierda.
Sólo el sábado de la semana pasada fueron
arrestadas 127 personas por tratar de interrumpir los trabajos de Dakota Access.
El 3 de septiembre, seis personas tuvieron que recibir atención médica por
mordeduras de perros, y otras dos docenas fueron rociadas con spray que produce
picor e irritación en la garganta y en los ojos. La
periodista Amy Goodman -la misma que entrevistó a Pablo Iglesias
cuando éste viajó a Nueva York en febrero de 2015 - fue arrestada por retransmitir la
protesta para su programa de radio y televisión Democracy Now,
que se emite a través de internet. Las autoridades de Dakota del Norte la
acusaron de incitación a la violencia y a la desobediencia civil, lo que
implica cárcel, a pesar de que no había ninguna constancia de que hubiera hecho
otra cosa que informar. Además, este jueves la policía detuvo a 141 personas, y
en el tumulto se oyeron disparos balas de verdad en dos ocasiones, aunque no
hubo heridos. Los arrestados fueron puestos en libertad, salvo uno.
La agresividad de las autoridades locales ha sido tan grande que los líderes de Standing Rock han
pedido al Estado Federal -es decir, a Washington- que abra una
investigación de lo que ellos consideran una actuación desproporcionada de las
autoridades locales. Por ahora, sin embargo, el Gobierno de Barack Obama, tan
dado a intervenir cuando se agrede a otras minorías -en especial la
afroamericana-, no se ha pronunciado ante lo que el presidente de Standing
Rock, Dave Archambult, califica de "militarización de las fuerzas
policiales locales". Lo más que ha hecho el presidente ha sido pedir que
se suspendan las obras, lo que en la práctica apenas paralizó los trabajos
durante 48 horas en septiembre.
Más atronador aún ha sido el silencio de los candidatos a la
presidencia, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump. Claro
que Trump ya ha dado su opinión de manera indirecta con su cartera: el promotor
inmobiliario tiene una inversión de un millón de dólares (920 millones de
euros) en Energy Transfer Partners, la empresa dueña de Dakota Access. Por una
vez, no hace falta que Trump hable para que se sepa del lado de quién está.
El rechazo de los indígenas de Standing Rock tiene motivos tanto
tangibles como psicológicos. Los primeros son los oficiales, están expuestos en
la web de los sioux de Standing Rock y son de carácter
medioambiental y cultural. Porque el oleoducto no pasará por la reserva,
aunque sí a menos de un kilómetro de ella, en
una zona en la que hay cementerios y lugares de culto tradicionales. Una
cuestión muy delicada para los indios de las praderas, que están hartos de
encontrarse en sus territorios a gente que entra a violar tumbas y llevarse los
ornamentos que éstas tienen, bien como recuerdo, bien para vendérselas a
coleccionistas.
Los heridos en septiembre por los perros de los vigilantes trataban de
impedir que las excavadoras de Dakota Access empezaran a remover la tierra de
un cementerio tribal. Fue una marea
humana de cientos de personas que se abalanzaron sobre la maquinaria que
avanzaba y sobre las alambradas que protegían a los equipos. Pocos
días después, Dakota Access denunció que uno de los helicópteros con los que
vigila -y que, según algunos, trata de incordiar a los manifestantes- había
corrido el peligro de estrellarse contra dos drones (aviones sin piloto)
dirigidos por activistas.
También está la cuestión de la salud pública. La
tubería cruzará el Missouri a pocos cientos de metros río arriba de la reserva,
a través del lecho del pantano de Oahe. Si se produce una rotura, los primeros afectados serán los habitantes
de Standing Rock y los de Cheyenne River. Antes de que la contaminación
llegue a Pierre, la capital de Dakota del Sur -que apenas tiene 6.000
habitantes y que se llena al atardecer de ciervos que cruzan las calles como
Pedro por su casa-, habrán sido los indígenas los que la sufran.
Pero, además, hay un factor adicional: el agravio comparativo. Hace
justo un año, el Gobierno de Barack Obama negó el
permiso para construir una tubería de 525 kilómetros, el llamado Tramo XL del
Oleoducto de Keystone, a través de Montana, Dakota del Sur y Nebraska.
La razón fue que esa obra transportaría petróleo de la provincia canadiense de
Alberta y de Dakota del Norte, en cuya extracción, por métodos no
convencionales, se generan enormes cantidades de gases que causan el cambio
climático.
Campamento en Standing Rock . Fotografia: Stephanie Cram/CBC |
El Partido Republicano estaba a favor del XL, como lo está Donald Trump
(aunque, que se sepa, no tiene inversiones en TransCanada, que es la empresa
que iba a construirlo). Pero no es menos cierto que ese partido sólo aceptó la
obra una vez que las autoridades de Washington y TransCanada dieron garantías
adicionales de que, en caso de rotura de la tubería, ésta no contaminaría el acuífero del que
obtienen agua los ganaderos del estado de Montana, en su inmensa mayoría
republicanos. Un acuífero que, encima, se llama Ogallala, una palabra que es
una corrupción del nombre de otra tribu lakota, los oglalla.
Tratado del siglo
XIX
Ninguno de esos argumentos es válido para la Justicia, para las
autoridades de Dakota del Norte y del Sur, y para la empresa constructora.
Según ellos, el oleoducto no
presenta riesgos medioambientales y, además, el terreno por el que
pasa no está cubierto por ningún tratado
del siglo XIX entre Washington y los indios. Finalmente, arguyen, los indios de EEUU han hecho del litigio
por sus presuntos cementerios una bella arte -y, en ocasiones, muy
rentable-. Eso ya quedó de manifiesto cuando los indígenas de Massachusetts
bloquearon, alegando que sus antepasados tiraban sus restos mortales allí, un
parque eólico en el mar.
Para hacer más rocambolesca la historia, su
principal apoyo fue la familia Kennedy, que no quería que las
vistas al mar desde su mansión de Cape Cod quedaran alteradas por la presencia
de decenas de aspas flotantes.
Así que para los indígenas está claro: lo que es necesario para las
personas de origen europeo no lo es para ellos. Por eso, los descendientes de Toro Sentado se han
lanzado a ocupar la pradera.
Primero lo intentaron en los
tribunales, dado que la ruta del oleoducto es una flagrante violación del Tratado del
Fuerte Laramie de 1851. Perdieron. Lo cual no es una sorpresa, porque
los tribunales tienden a entender los tratados de forma asimétrica: cuando
benefician a los indígenas, no valen; cuando ayudan a los descendientes de los
colonos, sí. De hecho, el golpe de gracia al proceso legal de los indios lo dio
un tribunal de Washington el 8 de octubre, la víspera del Día Mundial de los
Pueblos Indígenas.
Entretanto, Dakota Access compró
el terreno en el que se estaba realizando la protesta, y el campamento
tuvo que moverse a otro sitio a varios kilómetros. Así que la controversia
parecía camino de ser ignorada por los medios de comunicación de Estados
Unidos, para los que los indígenas son un tema de mínimo interés. A fin de
cuentas, ¿qué cabe esperar cuando el equipo de fútbol americano de Washington
tiene un nombre tan inconfundiblemente racista como Pieles Rojas (Redskins)?
Pero los lakotas y sus aliados tienen en el siglo XXI una ventaja de la
que carecían Toro Sentado y Nube Roja: internet. El
vídeo de siete minutos sobre las protestas de septiembre colgado por Goodman ya
cuenta con más de 14 millones de visitas.Y la semana pasada un juez de
Dakota del Norte rechazó los cargos en contra de la periodista. Al mismo
tiempo, la estrella de rock Neil Young y los
sospechosos habituales de este tipo de causas en Hollywood -Susan
Sarandon, Leonardo DiCaprio, Ben Affleck- se han pronunciado a favor de los
indios. Los disturbios del sábado fueron difundidos a través de Periscope, el servicio de vídeos
de Twitter, y de Facebook Live, y esas
retransmisiones han tenido decenas de miles de visitas cada una. Los indígenas
también han creado la organización ReZpect Our Water,
cuya grafía es claramente alternativa (sería el equivalente de emplear la letra
k en lugar de la c en español), a través de la cual se han coordinado con una
amplia gama de grupos de izquierda dentro y fuera de Estados Unidos.
Los indios de Standing Rock serán pobres, pero no tontos. Igual que sus
ancestros dominaron la guerra de guerrillas en la pradera, ellos están
aprendiendo la guerra de guerrillas mediática. Y, del mismo modo que los
europeos sólo se impusieron a los indígenas por medio del uso de la fuerza, las
autoridades locales y los guardias de Dakota Access están empleando todos los
medios a su alcance contra el ingenio de los indios. Así, el sábado la Policía de Dakota del Norte
abatió a tiros los drones de los manifestantes que estaban filmando
la dureza de las fuerzas del orden.
Y así los indios rebeldes de Standing Rock han conseguido romper la
indiferencia de la sociedad de Estados Unidos. No
han parado las excavadoras, pero han elevado la apuesta. El lunes
bloquearon la autopista 1801, que cruza Dakota del Norte de lado a lado. Es la nueva guerra india del siglo XXI. Como
ha declarado a la cadena de televisión ABC Cody Hall, el portavoz del
campamento que ha bloqueado la autopista 1801: "Vamos a luchar hasta el
final". El espíritu de Toro Sentado, que fue asesinado después de haberse
rendido y aceptado vivir en la reserva, sigue vivo en Standing
Rock.
Escrito: Pablo Pardo – 1º de Noviembre de 2.016
Fuente: Diario El Mundo (España)
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