Panamá votó a favor
de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas que sostiene su
derecho a atribuir nombres a sus comunidades y comarcas, pero los mapas
oficiales no los incluyen.
La geografía es algo
más que nombres y mapas: ¡Es viajar por el mundo! Es identificar lugares y
gentes, enriquecerse con la multiculturalidad, aprender a respetar el modo de
los otros, saber ser tolerante, e, incluso, ser más curioso de lo normal.
Recuperando la
dignidad
¿A qué viene esto de
la geografía? Cuando llegué por primera vez cerca de la mina de ‘Cerro
Colorado' (en 1976), este era un lugar precioso, rodeado de montañas y con una
quebrada con muchas piedras. Pregunté cómo se llamaba. ‘Hato Rincón', me
dijeron. Me extrañó el nombre. Eso sí, parecía estar en un rincón de la
montaña. Cuando pregunté por el nombre en ngäbere, dijeron: ‘Jädeberibotdä',
que quiere decir ‘Junto al río de mucha piedra'. Eso sí tenía sentido.
Con los años, me fui
dando cuenta que todos los lugares de la Comarca Ngäbe tenían nombre en
ngäbere, incluso los que no tenían nombre en castellano. ¿Quién ha puesto los
nombres en la mayoría de los lugares de la comarca, en los textos y mapas
oficiales? Cualquiera, menos la gente del lugar. Algunos tienen la traducción
del ngäbere al castellano, pero hay muchos que son todo un despropósito
racista, ignorante y discriminador.
Hay otros ejemplos:
El poblado que llaman Cerro Colorado (distrito Nole Duima) en realidad se llama
Müegidetde (En el brazo del río Müe, el San Félix), porque ahí nace –en ese
cerro- dicho río. ¡Hubiera desaparecido si se explota la mina! Otro: El poblado
que llaman Alto Caballero (Munä), a donde llegué por primera vez en 1973, en
verdad se llama Siädogwäbitdi, que significa, Sobre la cabeza de la totuma.
Otro ‘hato': Hato Pilón (Mironä), se llama Kaninbotdä, o sea, Junto a la
quebrada que canta.
Hay más: Boca del
Monte (Nole Duima) fue ‘bautizada' por los trabajadores de la mina, sin
embargo, ya tenía su nombre: Tubitdi (Sobre el mosquito o el diente). Otro
‘bautizo' desafortunado: Suiche (Kankintu). De hecho, lo conocen como
Ngwoiningätde (En la desembocadura del río Ngwoin), o sea, nada que ver.
Por último, otros
tres que no tienen absolutamente ninguna relación con el supuesto nombre en
castellano: Calabazal (Mironä) en realidad se llama Jabegidetde (En el brazo
del río Jabe, el San Juan).
La comunidad de Olá
(Nole Duima) se llama Keberibotdä (Junto a la quebrada Camarón). Y por último,
la que se lleva el ‘premio' a la tontería, Llano Ñopo (Munä), comunidad muy
conocida, en realidad se llama Suliagwatdabitdi (Sobre el cuero de los
latinos), porque las historias ngäbe hablan de una batalla en la que vencieron
a los españoles en ese lugar. Habría muchos ejemplos más.
¿Arbitrariedad?
Todos estos nombres
impuestos están en los mapas oficiales. ¿Quién los puso? ¿A quién se le
preguntó? ¿Por qué los pusieron? ¿Quién investigó? ¿A quién se le pidió
permiso?
Se repite la historia. Todo nos va remitiendo al obvio racismo que brota, intencional o no, por muchos lugares.
Una excepción: los
mapas de la comarca en la región Ñö Kribo tienen la mayoría de los nombres en
ngäbere. Quizás porque la gente ‘no se dejó' o porque defendieron su idioma o
porque simplemente dieron sólo esos nombres. Podría deberse a la influencia de los
sacerdotes que trabajan en esa zona desde hace más de sesenta años. Hay lugares
que son escritos tal como suenan (Canquintú, Bisira, Mununi, Guoroni,
Ñotolente, y otros).
Esto trae un
problema para la enseñanza y la escritura: correctamente serían Kankintubotdä,
Bisiragätde, Mününigätde, Gwaranibotdä, Ñö Tolentde, Junto al diente del jurel,
En la desembocadura del río bisi (una especie de tucán); En la desembocadura
del río polvo; Junto al río gusano; En la curva del río, respectivamente. Hay
nombres –en los mapas- traducidos más o menos correctamente al castellano:
Piedra Roja (Jätainde); Río Hacha (Üribotdä); Quebrada Tigre (Kwrarigidetde);
Cerro Viento (Mürieri); Boca Arena (Ümaningätde) y otros. Es un trabajo
pendiente.
¿Qué dicen las
leyes?
La Constitución de
la República (artículos 88 y 90), aunque trata a los indígenas y sus idiomas
como objetos, dice que ‘respeta la identidad étnica de las comunidades
indígenas'.
Panamá votó a favor de la Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas, que en su artículo 13.1 dice ‘los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar… sus idiomas… y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas y a mantenerlos'.
Los artículos 53 y
54 de la ley 10 de 1997 (que crea la Comarca Ngäbe-Buglé) se refieren también a
la conservación y divulgación del idioma. Igualmente la ley 88 de 2010 (sobre
EIB e idiomas) y la ley 37 de 2016 (referente a la consulta a los pueblos
indígenas) apoyan un trabajo en esta línea.
No hablamos de los
convenios de la OIT sobre pueblos indígenas: el 107 (1959), ratificado por
Panamá y el 169 (1991), aún no ratificado por nuestro país (para nuestra
vergüenza, ya que prácticamente toda América Latina lo ha hecho). En ellos
también. hay base para el respeto y revitalización de los idiomas indígenas,
entre otras muchas cosas.
Entonces, ¿qué
hacer?
Siempre nos
preguntamos lo mismo, igual que V. I. Ulianov. Tenemos leyes claras (tema de
otro escrito), gente que habla su idioma (hay que reflexionarlo), una educación
intercultural bilingüe que nace oficialmente hace más o menos 41 años (es
necesario profundizar en ella) y, sin embargo, seguimos con este problema que
podrá no ser del nivel de la seguridad alimentaria o la salud fundamental, pero
también es un derecho humano.
¿Por qué nos
sentimos con derecho a imponer nombres a los lugares, sin preguntar siquiera a
los que viven ahí? Pero no sólo eso. También los ‘inscribimos' oficialmente en
los mapas.
Hay que dar pasos
claros y firmes: revisión de todos los mapas y adaptación a los nombres
indígenas de los lugares (y, por ende, de los libros de texto); revitalizar,
reimpulsar o como se diga, la educación intercultural bilingüe en las comarcas,
en las zonas adyacentes a las comarcas y en escuelas con presencia fuerte de
indígenas (por ejemplo Oriente de Chiriquí, David, Bocas del Toro y muchos
otros); fortalecer el currículum en la Normal de Santiago y en universidades,
para que el idioma indígena esté presente con fuerza y claridad; que la
educación intercultural sea una realidad en todo el país, no sólo en comarcas;
revisar y mejorar la ley 88 de 2010 y desarrollarla; exigir que todos los
profesores y maestros de las comarcas hablen, escriban y lean los idiomas
indígenas.
Que el tiempo que
pasamos ‘vestidos de patria' (¿por qué no de matria?) nos ayude a reflexionar y
a actuar en favor de algo tan sencillo pero tan profundo como es un idioma.
Fuentes:
El Orejiverde
La Estrella de
Panamá
http://laestrella.com.pa/panama/politica/identidad-indigena-respeto-lengua/23970622
14 de Noviembre de
2.016
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