El coco (Cocos nucifera) es un ejemplo notable de dispersión hidrócora. Su éxito evolutivo radica en que no es solo una semilla, sino una estructura biológica diseñada para sobrevivir y viajar grandes distancias por el mar. Cada parte cumple una función específica que asegura su resistencia y capacidad de colonización.
El exocarpo constituye la piel externa, lisa y resistente al agua salada, lo que evita daños durante la travesía. El mesocarpo, una capa fibrosa llena de aire, le otorga flotabilidad excepcional, permitiendo que se mantenga a la deriva durante largos periodos. El endocarpo, duro como madera, protege el embrión y conserva sus reservas de alimento, como el agua y la pulpa.
Gracias a esta combinación de estructuras, un coco puede recorrer miles de kilómetros, llegar a playas lejanas y germinar, estableciendo nuevas poblaciones en ecosistemas distintos.

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