La Comunidad Yanomami cuenta con
protección oficial, pero su gran reserva en Brasil es codiciada por las grandes
empresas mineras y agrícolas que cuentan con influencia política en el país.
Guerreros Yanomami observando la vegetación de la montaña en las faldas del Pico da Neblina a casi 10.000 pies sobre el nivel del mar | Créditos: Sebastião Salgado |
Es una de las tribus más grandes que
viven en relativo aislamiento en la cuenca del Amazonas, desde hace milenios
que ocupan una vasta extensión de selva tropical en el norte de Brasil y el sur
de Venezuela. De los 40.000 Yanomamis, alrededor de dos tercios viven en
Brasil, donde un decreto presidencial realizado en 1992 los reconoció
como legítimos propietarios de una reserva del tamaño de Portugal en dos
estados del norte, Roraima y Amazonas.
A mediados de la década de 1970, con
el régimen militar de Emílio Garrastazu Médici en Brasil se desarrollo la
carretera trans-amazónicas que llegó a territorio Yanomami afectando a gran
parte de la población con enfermedades como la gripe, el sarampión y la malaria
ocasionando la muerte de miles de personas. La carretera fue abandonada más
tarde y los sobrevivientes de 13 comunidades diezmadas se unieron para
construir una nueva aldea en Demini.
Los Yanomamis: Una tribu amazónica aislada en peligro | Créditos: Sebastião Salgado |
La aldea Maturacá, en cambio, se vio
envuelta en una fiebre del oro a finales de 1980 que atrajo a más de 35.000
buscadores de oro a las tierras tradicionales Yanomami, no sólo trajeron nuevas
enfermedades, sino también arremetieron violentamente contra ellos y
envenenando sus ríos con el mercurio que utilizan para separar el oro del
barro, ocasionaron nuevamente la muerte de incontables miles de indios.
Tras el decreto presidencial de
1992, que reconoció el “derecho original” de los yanomamis a sus tierras, todos
los forasteros fueron desalojados de la reserva por parte del ejército, la
policía y la Fundación Brasileña del indio conocida por sus siglas en portugués
como FUNAI. Tiempo después en Brasilia se colocó en marcha una campaña para
autorizar la actividad económica en las tierras asignadas a 550 tribus
indígenas del país, un área equivalente a un 13 por ciento del territorio brasileño.
Hoy, un nuevo proyecto de ley
pendiente en la Cámara de Diputados de Brasil se proclamaría de “interés
público” al permitir que las reservas indias se utilizaran para las represas
hidroeléctricas, la agricultura, la minería, el gas y el petóleo, los
asentamientos humanos y las operaciones militares. El proyecto de ley, ya
aprobado por el Senado, se opone firmemente a los derechos indígenas.
Los yanomamis representan un solo
grupo étnico, sin embargo se expresan en cuatro idiomas diferentes, con cerca
de 26.000 Yanomamis ocupando la reserva de 37.260 kilómetros cuadrados en
Brasil y otros 16.000 dentro de Venezuela, donde gozan de cierta protección en
31.600 kilómetros cuadrados del Alto Orinoco-Reserva de la Biosfera Casiquiare.
La FUNAI dice que hay también numerosas comunidades yanomamis que viven el
interior de la selva que aún no han sido contactadas.
Los hombres vuelven a la vivienda comunal después de haber adornado y pintado sus cuerpos para la ceremonia | Créditos: Sebastião Salgado |
Salgado, de 70 años, quien
previamente visitó las aldeas yanomamis en 1984 y 1998, dijo que ahora observó
muchos signos de la influencia externa. En Demini, los aldeanos siguen viviendo
en una casa de máquinas comunales y se alimentan a través de la caza, la pesca
y la agricultura tradicional. Relata además que hace 30 años la tribu no
adoptaba vestimenta, y que ahora los jóvenes visten pantalones cortos. Los
pobladores se encuentran a 30 minutos a pie de un puesto de avanzada
Funai y una pista de aterrizaje. El líder de la comunidad, Davi Kopenawa,
viaja con frecuencia a través de Brasil y realiza conferencias
internacionales como Yanomami y portavoz del movimiento indígena.
En el bosque, las mujeres se pintan la cara y el cuerpo para la ceremonia funeraria | Créditos: Sebastião Salgado |
Salgado realizó su viaje a Demini
para participar de una ceremonia funeraria efectuada a un joven miembro de la
tribu, que murió en un accidente de caza del año anterior. En la ceremonia, que
llevó meses de planificación, concurrieron indios de diversos pueblos en la
medida de hasta 60 kilómetros de distancia, quienes luego durmieron en la casa
de máquinas tradicionales.
La ceremonia duró dos semanas (hasta
que toda la comida y bebida se habían consumido) e implicó no sólo un festín
con monos ahumados, sino también un baile, una gran cantidad de consumo de un
jugo de fruta fermentado conocido como “pupunha” y el uso de un polvo
alucinógeno llamado “yakoana”, que los s chamanes locales soplan a través de un
tubo puesto en la nariz de cada hombre, señaló Salgado.
En Maturacá, se encuentan hombres de
más edad que recuerdan haber trabajado como porteadores para los buscadores de
oro hace 25 años, hoy en día la casa de máquinas comunales ha sido sustituida
por cabañas individuales. , “Muchos de los hombres usan pantalones y calzados,
aunque para las ceremonias vuelven a la tradición y se pintan el cuerpo”. Desde
hace algunos años, una escuela de la aldea ha sido dirigida por los misioneros
salesianos, aunque sólo unos pocos de los yanomamis hablan el portugués, añadió
Salgado.
El chamán Justino decorado con surtido de plumas incluyendo las de buitre, para un ritual durante el cual entrará en trance | Créditos: Sebastião Salgado |
El viaje de Salgado a Maturacá, que
también era posible sólo con el permiso de la Funai, implicó una aventura
diferente. “Yo había fotografiado el Pico da Neblina desde el aire, también
comprendía que los yanomamis lo consideran una montaña sagrada, hogar de muchos
de sus espíritus guías, Mi ambición era subir a la montaña con ellos.”
Subí al Pico da Neblina
acompañado de 20 yanomamis, incluidos dos chamanes. Tardamos cuatro días en
condiciones muy resbaladizas para alcanzar una meseta a unos 7.200 pies.
Nuestro viaje duró 15 días y 9 de nosotros llegaron a la cima.
Salgado, quien en su libro más
reciente, “Génesis”, fotografió paisajes, animales y asentamientos humanos,
dijo que ahora planea enfocar su trabajo sobre las amenazas que pesan sobre los
indios del Amazonas de Brasil por la minería ilegal, la agricultura y la
explotación forestal. “No debemos olvidar nunca”, añadió, “que las zonas más
verdes de la Amazonía son reservas indígenas. Los indígenas son los guardianes
de la selva”.
Fuentes: Washingtonpost.com / 311
Periódico Digital
Es muy triste que no se tome conciencia de semejante atrosidad en contra de la vida humana y el RESPETO por la Madre tierra...
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