Fueron regados con sangre, suspiros y lluvia
y brotaron de la tierra dignos,
erguidos y fuertes
como el maíz del que
nacieron.
Poco a poco poblaron los valles,
las montañas, los bosques
y en su paso se encontraron a
sus hermanos en los maizales
y les araron la tierra, y les
cuidaron hasta verlos nacer.
Las mujeres desgranaron de
su corazón dorado los cantos de rebeldía,
Los hombres germinaron su valor
entre los sueños del campo y la batalla,
Y sus raíces eran
fuertes y profundas
tan insondables
que no pudieron ser arrancadas
ni por el fuego, ni por la cruz.
Mural en Honor al Maíz en Oaxaca |
El pueblo del maíz
enfrentó su destino,
fue arrasado por el hambre, por
la espada, por la esclavitud
pero cada alma era una milpa
que en silencio crecía, que
en la oscuridad se levantaba
para continuar con su legado
ancestral.
Los hijos del maíz, los
hijos de la tierra
con sus colores distintos y sus
tamaños distintos
se unieron como granos de la
misma mazorca
contra el enemigo que envenena,
que mata, que provoca
y pelearon una nueva batalla
en defensa de su padre, de su
madre, de sus hijos.
¡ Levanta el puño hijo
del maíz!
¡ Levanta el puño hija
de la milpa!
Que nuestra lucha es
justa, cósmica, sagrada.
Defendamos al ocote, al grano, a
las hojas y después
celebremos con balche
porque el sol seguirá brillando
sobre nuestras cabezas,
porque el maíz,
-oro puro de la tierra -seguirá
palpitando en nuestros corazones de dioses
y guiando nuestros pies morenos
sobre el camino del águila, el coyote y la serpiente.
Paola Klug
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