De una tonelada de
teléfonos celulares en desuso se pueden recuperar 280 gramos de oro, 1.700
gramos de plata, 180.000 gramos de cobre y otros elementos como hierro,
aluminio, zinc y estaño. El problema es que no siempre se hace.
La planta de Gaia
Vitare en Bogotá recibe, anualmente, 4.000 toneladas de residuos eléctricos y
electrónicos.Mauricio Alvarado - El Espectador
¿Alguna vez se ha
preguntado dónde está el viejo celular que hace tiempo tiró a la basura?, ¿qué
pasó con la nevera de la casa familiar que desechó porque ya no enfriaba?, ¿en
qué parte de la ciudad están los bombillos fluorescentes que botó cuando se fundieron?
o ¿cuál fue el final del computador de escritorio obsoleto que decidió cambiar
por una tableta o un portátil?
Lo más probable es
que el celular, la nevera, los bombillos, el computador y el resto de desechos
eléctricos y electrónicos de su casa u oficina llegaran a los rellenos
sanitarios de la periferia de la ciudad, se descompusieran a la intemperie,
liberaran sustancias tóxicas peligrosas y contaminaran el suelo y las fuentes
hídricas aledañas.
Aunque también hay
una pequeña posibilidad de que al cumplir su ciclo de vida útil estos aparatos
hayan sido recogidos por los programas de posconsumo de Residuos de Aparatos
Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que hay en el país, hayan llegado a alguna
empresa de reciclaje de basura tecnológica y ahora sus partes estén de nuevo
rodando en el mercado.
Estos dos posibles
destinos dependen en gran medida de la política pública y la reglamentación que
establezca el gobierno, de los mecanismos y programas de recolección y gestión
integral que diseñen los fabricantes, productores e importadores y, sobre todo,
de la conciencia, disposición y voluntad que usted, el usuario final, tenga
para entregar los RAEE en los sitios adecuados.
Si alguno de estos
tres actores no cumple con su tarea, las consecuencias para la salud humana y
para el medio ambiente podrían ser nefastas. Pero si el ecosistema de
recolección, reciclaje y reúso de estos desechos funciona bien, el país
encontraría una fuente casi infinita de negocios y de riqueza, un nuevo mercado
que, literalmente, nace de la basura.
Las cifras del
Ministerio de Medio Ambiente revelan que en Colombia se generan 130.000
toneladas de residuos eléctricos y electrónicos al año y que el volumen de
estos desechos aumentó casi tres veces más que cualquier otro tipo de basura,
creciendo 19 % entre 2012 y 2015. El problema, es que menos del 10 % del total
de los RAEE recibe el manejo que requiere.
Por eso, quisimos
acercarnos a las distintas instituciones que participan en este proceso para
ver de cerca cuáles son los riesgos que implica un mal manejo de los residuos
eléctricos y electrónicos, cómo funciona su recolección, qué dificultades y
limitaciones tiene el país en esta materia, qué logros se han alcanzado y
cuáles son los principales desafíos hoy y en el futuro.
Riesgos para la
salud y el medio ambiente
“Un computador puede
tener la mitad de los elementos de la tabla periódica química: metales, metales
preciosos, metales pesados, plomo, cromo, mercurio y algunas tierras raras. Si
estos residuos no se manejan de la forma adecuada, pueden generar enfermedades
complejas, afectar la biodiversidad y emitir grandes cantidades de gases de
efecto invernadero”, aseguró Édgar Fernando Erazo, director ejecutivo de la
corporación Ecocómputo, entidad sin ánimo de lucro que desde 2012 se dedica a
recoger tabletas, teclados, impresoras, memorias USB, escáneres, computadores
de escritorio, portátiles y cualquier otra máquina similar que haya cumplido su
ciclo de vida.
Algo parecido ocurre
con los celulares o los bombillos. De acuerdo con un reciente estudio de la
Universidad Central, en 2016 los celulares de los colombianos emitieron 843
toneladas de dióxido de carbono, 239 correspondientes al consumo de energía
eléctrica y 603 a su inadecuada disposición final. “Podemos comparar estas
emisiones con el uso de 95.739 galones de gasolina en vehículos automotores en
casi cinco millones de kilómetros recorridos”, dijo en su momento Marcela
Bautista, encargada de esta investigación.
El fenómeno de los
celulares se hace más complejo si se tiene en cuenta que hoy en día no hay una
ley que obligue a los usuarios a entregar estos dispositivos en los lugares
autorizados y que, de los 20 millones de teléfonos móviles que se desecharon en
el 2016, el 22 % de sus usuarios admitió botarlos a la basura y apenas un 4 %
los entregó a los programas de posconsumo.
Programas de
recolección
El principio
universal de responsabilidad extendida del productor, que tuvo su primera
reglamentación en 2013 y tiene como objetivo que los fabricantes de tecnología
diseñen los mecanismos para darles un buen final a sus productos, es una
alternativa real para mitigar los riesgos medioambientales y, de paso,
aprovechar los recursos escondidos en estos desechos.
Red Verde, el
sistema de recolección selectiva y gestión ambiental de neveras, lavadoras,
aires acondicionados y microondas, es un ejemplo de ello. Andrés Santana
Quintero, director ejecutivo de esta corporación, sostuvo que a pesar de que la
ley aún no regula la recolección de estos electrodomésticos, las ocho empresas
líderes en el mercado (LG, Panasonic, Whirlpool, Samsung, Mabe, Haceb,
Challenger y Abba) se unieron para crear un mecanismo de posconsumo que ha
evitado que los gases refrigerantes de más de 3.000 neveras lleguen a la capa
de ozono y, al tiempo, ha ayudado a reutilizar componentes como plásticos y
metales no pesados.
La corporación
Lúmina, dedicada a garantizar el cumplimiento del compromiso ambiental de 60
grandes productores y comercializadores de bombillas fluorescentes en Colombia,
nació en 2012 y hasta el momento ha recogido más de 2.600 toneladas de estos
residuos. En 2016, por ejemplo, las jornadas de recolección, y los contenedores
ubicados en distintas regiones del país, permitieron darle un tratamiento
adecuado al mercurio líquido presente en las 733 toneladas de bombillos que se
alcanzaron a recolectar en el año.
Por su parte,
Marcelo Giraldo, director ejecutivo de la corporación Pilas con el Ambiente,
que reúne a las 10 compañías productoras de baterías más grandes del país,
asegura que los 5.700 puntos que tienen ubicados en 210 municipios han sido
claves para recoger más de 1.200 toneladas de pilas domésticas entre 2011 y
2017.
De acuerdo con Édgar
Erazo, la corporación Ecocómputo agrupa a 60 empresas que representan el 74 %
del total del mercado de computadores y derivados en Colombia y ha recogido
9.500 toneladas de residuos, equivalentes más o menos a 2’750.000 máquinas,
desde 2012.
Proceso de reciclaje
Después de recoger
los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, Lúmina, Red Verde,
Ecocómputo y Pilas con el Ambiente llevan el material a varios gestores que se
dedican a separarlo, darles un buen final a las sustancias peligrosas que
contienen y a reutilizar las materias primas.
Esta es la labor de
empresas como Gaia Vitare, una empresa de ingenieros ambientales, liderada por
Iván Gómez, que desde 1999 está procesando la basura tecnológica del país. Su
planta en Bogotá está ubicada en la localidad de Fontibón.
“Gaia Vitare, la
empresa de reciclaje y aprovechamiento de residuos eléctricos y electrónicos
más grande de Colombia, tiene forma de herradura”. Con estas palabras, Gómez
inicia el recorrido por la planta y asegura que la primera estación es donde se
reciben, se organizan y se clasifican los desechos. En esas bodegas están
almacenadas cientos de cortezas de neveras y lavadoras, hay contenedores llenos
de audífonos, cargadores, celulares y hasta un helicóptero de la Fuerza Aérea
aguarda su destrucción.
En la segunda parte
de la fábrica, equivalente a la curva de la herradura, se lleva a cabo el
proceso de desensamblaje de los residuos. Ahí se obtienen polímeros, plásticos,
metales ferrosos, vidrios y otros elementos que después se trituran y se
compactan para darles valor agregado.
Al final están los
puestos de trabajo de los obreros que se dedican a separar manualmente las
partes más pequeñas y valiosas de los aparatos eléctricos y electrónicos. A la
salida de la herradura están las tarjetas y los procesadores para exportar, el
cobre con 99 % de pureza esperando convertirse en lingotes y el resto de
materias primas limpias y listas para ser vendidas en la industria y así cerrar
su ciclo de vida.
“Nos llegan más de
4.000 toneladas de RAEE al año. Tenemos 120 empleados en Bogotá y sedes en Cali
y Medellín. Al principio teníamos una tasa de aprovechamiento del 70 % de los
desechos que recibíamos, ahora reutilizamos casi el 100 %”, añade Gómez.
A pesar de que desde
que empezó con este trabajo Gaia Vitare ha procesado más de 45.000 toneladas de
residuos eléctricos y electrónicos, su gerente general asegura que todavía hace
falta mucha más consciencia por parte de los ciudadanos para entregar los
residuos en los lugares adecuados.
Los líderes de las
corporaciones de posconsumo refuerzan la hipótesis de Gómez: “Ocho pilas de
cada 10 siguen llegando a la basura ordinaria”, dicen representantes de Pilas
con el Ambiente. “Cada año se generan 17.000 toneladas de bombillos
fluorescentes, equivalentes a 531 tractomulas llenas o a una torre Colpatria, y
sólo se procesan adecuadamente 733 toneladas”, aseguran los representantes de
Lúmina.
A fin de cuentas,
toda esta industria, que podría generar un enorme mercado para el
reaprovechamiento de materias primas, no tiene sentido ni futuro si el usuario
no hace lo básico: entregar su dispositivo viejo o dañado, bien sea un celular
o una nevera. Todo cuenta. Y no es sólo un asunto económico: en buena parte, la
ecuación ambiental del planeta depende de lo que se haga con estos residuos,
uno de los tipos de basura que más crece en el mundo.
Escrito: Juan Miguel
Hernández Bonilla /@Juanmiguel94
Fuente: El
Espectador (Colombia) – 15 de Octubre de 2.017
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