Cada tanto no está
de más revisitar temas relativos a nuestra historia, a los hermanos indígenas y
sus derechos, más aún cuando ciertas perspectivas insisten con una distorsión
peligrosa de los hechos.
En los últimos días,
algunos debates en distintos medios y básicamente una editorial aparecida el
pasado domingo en uno de los más importantes diarios de Buenos Aires, nos
llevan a hacer algunas reflexiones sobre ciertos puntos de nuestra historia,
como para seguir contribuyendo a una más cercana visión de ella en la cual -y
más allá de las innegables diferencias que seguirán existiendo- los argentinos
podamos reconocernos.
La causa indígena,
por encima de los proyectos políticos partidarios
El adjudicar ciertas
visiones o interpretaciones de la historia a la exclusiva perspectiva
”populista” como han hecho últimamente ciertos análisis nos parece un gran
error y una mirada más que superficial . Por otro lado muchos de los que desde
hace décadas trabajamos con los pueblos indígenas y la inmensa mayoría de
ellos, sabemos que la cooptación de los originarios por los proyectos políticos
partidarios de turno es uno de los peores venenos para sus justas causas. Así
que si no se mezcla y se confunde lo político partidario con el análisis de
ciertas cuestiones, mucho mejor.
El genocidio
Se niega el
genocidio de los pueblos indígenas y se niega que el general Roca lo haya
llevado a cabo. Entendiendo por genocidio a “cualquiera de los actos
implementados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso”, debemos decir que infinidad de
alocuciones, escritos, declaraciones y finalmente los propios hechos
consumados, confirman esa voluntad que el Estado argentino tuvo hacia los
pueblos indígenas de Pampa. Patagonia y Chaco, con un claro punto de partida en
1820 con el gobernador Martin Rodríguez.
A partir de ahí y
más allá de interregnos de negociaciones y status quo, el Estado argentino
llevó a cabo campañas militares en una escalada que se extendió durante casi
sesenta años y que fue diezmando a las comunidades hasta que el general Roca,
violando los tratados suscriptos con los principales caciques y desconociendo
la voluntad de estos por la coexistencia con la nueva sociedad, decide –con la
anuencia del Congreso- la toma por la fuerza de los territorios indígenas. Esa
campaña de Roca (1879-1885) que ni los presidentes Mitre y Sarmiento se habían
decidido a realizar, marca irreversiblemente al Sr Roca como el que encarnó y consumó
un genocidio que aún hoy está vivo en la memoria de los descendientes.
Todas las
justificaciones políticas, económicas, militares, religiosas y demás que
esgrimen los partidarios de la autodenominada “conquista del desierto” y los
eufemismos utilizados como “conflictos de culturas” son encubrimientos que
intentan ocultar lo inocultable: el despojo de los territorios a los pueblos
originarios y la destrucción de sus formas de vida.
Los pueblos
originarios son originarios
“Ningún pueblo es
realmente originario de ningún lugar”, se argumenta livianamente y como
justificativo de que todos tenemos los mismos derechos. Sin entrar en
disquisiciones acerca del relativismo cultural o temas conexos, recordamos un
solo dato: nuestra Constitución Nacional, en su artículo 75 inciso 17,
“reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas
argentinos”, confirmando la presencia anterior de estos pueblos a la
conformación de la Nación argentina, presencia que dicho sea de paso registra
por lo que hoy sabemos una antigüedad no menor a doce mil años.
Las mapuches son
pueblos originarios
En los últimos
tiempos estas posturas insisten en demostrar de muchas maneras que el pueblo
mapuche no es originario del actual territorio argentino y si de Chile. A esta
altura de los acontecimientos esta cuestión no resiste el menor análisis. Los
actuales límites políticos de los Estados nacionales y aún los supuestos
limites naturales como la Cordillera de los Andes, no los fueron –ni los son-
para los pueblos indígenas que vivían y viven en otra territorialidad, en
vastos espacios de intercambio y encuentro. También podemos agregar que la
presencia del pueblo mapuche en lo que hoy es el territorio argentino está
demostrada desde mucho tiempo antes del siglo XVI. Por lo tanto su condición de
pueblo originario para nosotros esta fuera de discusión.
La población
indígena a la llegada de los conquistadores
Se menciona al
momento de la llegada de Pedro de Mendoza a los ranqueles. En realidad ellos
eran una etnia todavía no conformada en el interior de las pampas y si en
cambio había querandíes, guaraníes, chaná tambúes y charrúas en lo que es hoy
el territorio de Buenos Aires y sus alrededores. Las consideraciones que se
hacen sobre la supuesta “muy escasa población indígena” parece más un
justificativo de la conquista que un hecho de la realidad, tal como ocurrió
posteriormente con la falsa idea del “desierto”. No solo había mucha gente
indígena, sino muy diversa, es más, las propias palabras del conquistador Garay
años después certificaron la presencia de los intercambios comerciales de los
propios querandíes con las gentes que llegaban desde más allá de las grandes
montañas, de los Andes.
Los valores de los
pueblos indígenas
Las posturas
negadoras de todas estas realidades de nuestra historia y de la historia de los
pueblos indígenas, exaltan a Occidente, a la modernización, al progreso, a la
civilización y a sus valores esenciales como el respeto por la dignidad
individual. Pues bien, en aras de todos estos postulados y sin respeto alguno
por los otros y por la diversidad, Occidente también conquistó, sometió y
exterminó.
Sin embargo, desde
hace un tiempo, afortunadamente, y desde muchos sectores occidentales que no
son precisamente los que mantienen estas posiciones retrógradas a que nos
estamos refiriendo, se está dando un proceso de recuperación de los valores
indígenas, que hoy ya son un mensaje para todo el mundo: el cuidado de la Madre
Tierra, el respeto por los mayores y los niños, la espiritualidad, la conexión
con el Universo, el sentido comunitario de la vida.
Siempre pensamos que
hubiera sido de la Argentina si todos los pueblos indígenas que fueron
aniquilados por la conquista hispánica primero y por el Estado argentino
después, estuvieran hoy con nosotros. Sería maravilloso contar con la presencia
de estos pueblos extraordinarios, con grandes cosmovisiones y realizaciones
admirables en todos los órdenes.
Pero están presentes
sus espíritus y están presentes sus otros hermanos, que siguen firmes y de pie,
y que han tomado sus legados, ayudando hoy –más allá de los negadores,
discriminadores y racistas de siempre- a construir sociedades pluriculturales
en donde el respeto por las diferencias sea la regla.
Por nuestra parte
seguiremos plantando las semillas que contribuyan a esos propósitos, a la
defensa de los legítimos derechos de los pueblos indígenas y al respeto por su
historia, que no es otra cosa que el respeto por nosotros mismos.
Por: El Orejiverde - 24 de Agosto de 2.016
Coincido plenamente. Por eso debemos trabajar en la construcción y re-construcción de los lazos comunitarios, políticos y culturales, de y con los pueblos originarios. Y también con el resto de la sociedad argentina y chilena donde han logrado instalar, a través de los múltiples genocidios, la idea de ajenidad filiatoria con nuestros pueblos originarios. Nuestra no pertenencia a ellos, privándonos de sus legados y proyectos.
ResponderEliminarNo seamos roquistas ni genocidas y volvamos a reconocernos indios.