Se acerca el amanecer y mientras
la claridad se filtra entre los montes y va bañando lentamente el conjunto de
chozas de una comunidad mbya guaraní, se escucha un canto largo y profundo.
Es la plegaria que el chamán
recibió en sueños y que ahora entona su gente, pidiendo al Padre Ñamandú
iluminación y fortaleza de corazón para alcanzar una vida digna.
Acompañándose de una especie de
guitarra rústica, el ritmo de las tacuaras que golpean contra el suelo
(takuapus) las mujeres, el chamán cumple este antiguo ritual con el cual los
Mbya Guaraníes inauguran el día, reflexionando sobre la condición humana y su
relación con los dioses.
Para el guaraní, la palabra es
canto, danza y oración para comunicarse con los dioses. El ser guaraní se
identifica profundamente con la palabra y ésta marca el rasgo esencial del
hombre, desde el momento en que éste es engendrado. En el acto de unión
amorosa, el padre comunica la palabra soñada a la madre, que queda preñada de
esta palabra. El ser humano es una encarnación de la palabra.
Del mismo modo, el chamán
guaraní, sentado en su apyka de cedro, en la profundidad del sueño concibe la
palabra, la que se engendra y nace igual que el hombre. Y esta palabra es
instrumento de perfección, a través de la cual el guaraní se hace más sabio y
más hombre. Y esta palabra es instrumento de perfección, a través de la cual el
guaraní se hace más sabio y más hombre. Es la materia con la cual el hombre
desarrolla su mayor talento y la que puede redituarle su mayor prestigio. La
virtud más alta del guaraní está en su capacidad de creación poética, de
concebir y expresar las Ñe’e Porã, las palabras hermosas…
Escrito: Susy Delgado
A Palavra : Mbyá Guarany
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