Taki Ongoy (enfermedad del baile), llamado así debido a la forma de
adoración que empleaba, fue un movimiento de resistencia andina contra la
recientemente impuesta religión cristiana. Surgió aproximadamente alrededor de
1560 en Ayacucho, apenas veintiocho años después de la conquista del
Tahuantinsuyu. Desde donde se expandió a Lima, Cuzco, Arequipa, Chuquisaca,
Oruro y La Paz.
Según este movimiento, las calamidades sucedidas al pueblo andino como
las enfermedades, abusos y hambrunas que siguieron inmediatamente a la
conquista, se explicaban por la ira de las Huacas al haber sido reemplazado su
culto por el de la religión europea. Por ello la única forma de restituir el
orden perdido era el retorno a las viejas costumbres y a la adoración de los
dioses tradicionales. Estos librarían una guerra contra el Dios cristiano y
limpiarían el mundo andino de su presencia contaminante.
Según el siguiente texto de Cristóbal de Molina los adherentes al
movimiento Taki Ongoy creían que:
“…Todas las huacas del reino, cuantas habían los cristianos derrotado y
quemado, habían resucitado, y de ellas se habían hecho dos partes; las unas se
habían juntado con la huaca Pachacamac, y las otras con la huaca de Titicaca;
que todas andaban por el aire, ordenando el dar batalla a Dios, y vencerle; y
que ya le traían de vencida; y que cuando el marques (Francisco Pizarro) entró
en esta tierra, había Dios vencido a las huacas, y los españoles a los indios;
empero que, ahora daba la vuelta el mundo; y que Dios y los españoles quedaban vencidos
esta vez, y todos los españoles muertos, y las ciudades dellos anegadas; y que
la mar había de crecer, y los había de ahogar, porque de ellos no hubiese
memoria.”
Debido a que los adoratorios de la religión andina habían sido arrasados
y su casta sacerdotal vejada y duramente perseguida, el culto como era conocido
ancestralmente era ya imposible, se hacía necesaria, si se iban a seguir
honrando a los dioses, una modificación en las formas de su adoración. Así, en
ausencia de los antiguos templos, los creyentes de Taki Ongoy recuperaban y
mantenían en su poder pedazos, restos quemados o demás reliquias pertenecientes
a las Huacas o adoratorios que los españoles profanaban y destruían en su
frenética extirpación de idolatrías.
“Los taqui ongos pedían en los pueblos, si había alguna de las huacas
quemadas, y como trajese algún pedazo de piedra de ellos se cubrían la cabeza
delante del pueblo con una manta y encima de la piedra derramaban chicha, y la
fregaban con harina de maíz blanco; y luego daban voces, invocando la huaca; y
luego se levantaban, con la piedra, y decían al pueblo; Veis aquí vuestro
amparo, y veis al que os hizo, y da salud, hijos y chacra, ponedle en su lugar,
en donde estuvo en tiempo del Inca.” (Molina).
Según el trabajo “Taki Ongoy” del gran historiador Luis Millones:
“Producido el éxtasis iniciático en los conversos…los profetas del Taki Ongoy
les pedían que explicasen lo que habían sentido. La respuesta usual era que una
Huaca determinada “se les había entrado en el cuerpo” a continuación se lo
tomaba en brazos y lo llevaban a un lugar diputado y allí le hacían un aposento
con pajas y mantas y luego lo embijaban (pintaban de color rojo)… para
constituirse en recipiente de la Huaca que lo había poseído. El dios ahora
presente recibía las ofrendas del pueblo al que pertenecía el iniciado”
(Millones).
Recibiendo como ofrendas “carneros, molle, chicha, llipta, mullu, y
otras cosas; y hacían fiesta todo el pueblo de dos o tres días bailando y
bebiendo, e invocando a la Huaca que aquel representaba y decía tener en el
cuerpo, y velando de noche sin dormir” (Molina).
Fuente: Renzo Polo – Historia Actual (Publicado el 29-12-2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario