Por Luz Espiro y Diana
Ramos.
Como
contrapeso a la intensificación de los flujos globales y a la histórica
subordinación de los pueblos africanos bajo regímenes coloniales, se han
producido en las últimas décadas del siglo XX varios fenómenos tendientes a
reivindicar las identidades étnicas locales. Surgen nuevas organizaciones
etnopolíticas que se configuran para establecer demandas o reivindicar derechos
étnicos. Un ejemplo de este fenómeno lo protagoniza la etnía “Zulú”, en la
provincia de KwaZulu/Natal. Dicha categorización ha sido creada desde el
colonialismo y ha sido sostenida por la antropología clásica.
Tomando
como punto de partida el año 1994, en el cual se celebraron las primeras
elecciones multipartidarias y multiétnicas en la Republica de Sudáfrica, luego
de la abolición del régimen del apartheid, pretendemos hacer un
seguimiento de las resignificaciones identitarias ocurridas en el grupo étnico
Zulú en relación a su participación en la política nacional.
A partir
de una revisión, análisis y reinterpretación bibliográfica consideramos que
hablar de “lo Zulú” implica remitirse a una construcción teórica elaborada
en dos sentidos: desde dentro y fuera del grupo, es decir desde los portadores
de la identidad étnica en cuestión y desde los otros significantes, como por
ejemplo los Bóers y los ingleses. Esta construcción deviene de sucesivos
acontecimientos históricos y se presenta como una elaboración dialéctica entre
la sociedad occidental y la sociedad nativa, la última de las cuales tiene que
crear un modelo de identidad supracomunitario que sea útil y coherente con el
nuevo panorama nacional. Se construye así un estereotipo homogeneizante que
nuclea una diversidad de experiencias identitarias bajo ideas nacionalistas.
El grupo
étnico Zulú pertenece a las tibus Bantus, las cuales llegaron a la zona del sur
de África tras una larga migración desde el delta del Río Níger, en el África
Occidental, hacia el sur y hacia el este, llegando a la actual Provincial de
KwaZulu-Natal (Sudáfrica), alrededor del año 500 a.C. La particularidad de esta
migración es que fue paulatina, realizándose en pequeños grupos que se fueron
asentando en diversas zonas de la región. Algunos se establecieron en el
Highveld, otros en el noreste de Sudáfrica, y otros, los ancestros de la gente
Nguni (Zulús, Xhosa, Swazi y Ndebele), prefirieron vivir en la costa. Estos
grupos no sólo criaban ganado, sino que también practicaban la agricultura,
cosechando fundamentalmente trigo y otros productos (Schreaeder, 2000).
Poco se
conoce desde la época en que estos grupos se asentaron en esta región (500
a.C.) hasta la llegada al lugar de los primeros europeos, quienes llegaron allí
en búsqueda de una ruta marítima a la India y a Asia. Así fue como primero
arribaron los portugueses hacia 1487, quienes luego se asentaron en Mozambique
por las condiciones más favorables que se daban en esa zona; y ya en el siglo
XVI llegaron los holandeses y los ingleses (Schreaeder, 2000), con quienes el
grupo étnico mantuvo hasta la actualidad relaciones particulares a partir de
las cuales se conformaron identidades étnicas que fueron transformándose
históricamente, adquiriendo nuevos sentidos relativos a la naturaleza de dichas
relaciones y sus concomitancias.
Hacia
1653, Jan Van Riebeck, un funcionario de la Dutch East India Company estableció
una base de reaprovisionamiento en Ciudad del Cabo, a partir de esta fecha se
reconoce el origen del aislamiento de Sudáfrica. Los descendientes de los
primeros colonos holandeses conocidos como Bóers, quienes se dieron a sí mismos
el nombre de afrikaners, se mezclaron con los colonos ingleses después de
que El Cabo fuera ocupada por Gran Bretaña en 1795; los británicos
permanecieron en las colonias de El Cabo y Natal, mientras que los Bóers se
establecieron en el norte en el Estado libre de Orange y Transvaal. Estos
cuatro estados que hasta el momento habían permanecido separados bajo la
influencia de las respectivas potencias europeas se unieron hacia 1910 en la
Unión Sudafricana, plan que venía siendo impulsado por los británicos, quienes
desde su llegada se habían venido imponiendo por sobre los holandeses, fenómeno
que quedó plasmado, por ejemplo, en las guerras Anglo-Bóer (hacia 1880).
Durante la existencia de la Unión Sudafricana y de todas las denominaciones y
formas que tuvo el Estado de Sudáfrica bajo el dominio europeo y el régimen del apartheid,
quienes manejaron el poder fueron justamente estos últimos (a pesar de las
rivalidades internas) negando cualquier tipo de derechos a los grupos étnicos
originarios (Sampson,1965).
La
diplomacia europea había sellado el destino de la independencia precolonial
africana hacia 1885 en la conferencia de Berlín. Al cabo de 66 años, la
independencia de Libia marcó el comienzo del fin del colonialismo en África,
proceso que se dio gradualmente en el continente y que tuvo como protagonistas,
por un lado, a una nueva generación de líderes africanos y movimientos
populares que aumentaban su representatividad en la nueva era contemporánea
independiente, y por el otro, a los anteriores líderes europeos, quienes
finalmente reconocieron la imposibilidad de mantener el control permanente
(Schreaeder, 2000).
En el
caso de Sudáfrica, el régimen del apartheid sostenido por la minoría
blanca durante 46 años fomentó el surgimiento de movimientos revolucionarios
que intentaron alcanzar la independencia por la fuerza militar. El proceso de
descolonización, que resultara de la emergencia de movimientos nacionalistas
africanos que demandaban la independencia y la igualdad de sus respectivos
pueblos, fue completado formalmente en este país hacia 1994, cuando se
celebraron las primeras elecciones democráticas que instalaron el primer
gobierno multipartidario y multiétnico, bajo el liderazgo del presidente Nelson
Mandela (Schreaeder, 2000).
Es en
este contexto que analizaremos el caso particular de la etnia Zulú. Ésta se
consolidará como un reinado muy fuerte a comienzos del siglo XIX, con la figura
de Shaka Zulu, configurando una identidad étnica singular, percibida por los
otros de un modo particular. Lo cual será utilizado, por diversos integrantes
del grupo para consolidar su poder, proceso que derivará en la conformación de
un partido político en los términos Occidentales que se presentará en las
elecciones de 1994, y comenzará a participar en la arena política de la nueva
República de Sudáfrica, que si bien pregona su multietnicidad, está, en última
instancia, estructurada a partir de los proyectos de Estado-Nación
Occidentales.
Para
poder pensar la identidad étnica Zulú debemos, primeramente, comprender que
esta es una construcción entendiéndola como un fenómeno procesual y cambiante,
configurándose históricamente a partir de diversas relaciones que mantuvo este
grupo con otros e intentaremos reconocer los factores constitutivos de la
identidad de este grupo hacia finales del siglo XX, momento particular, que
como señaláremos más arriba, los encuentra presentándose como un partido
político en el seno de un Estado-Nación.
Tomaremos
como referente de análisis las conceptualizaciones sobre la identidad étnica,
el nacionalismo y la etnicidad, principalmente aquellas que fueran formuladas
por diversos autores desde la antropología.
En cuanto
a la identidad étnica, la mayoría de los autores se basan en el concepto
fundante de “representación colectiva”, formulado por Emile Durkheim,
quién “las entendía como las formas en que una sociedad representa los
objetos de su experiencia” (Bartolomé, 1997: 43).
Partiendo
de esa base, Darcy Ribeiro define las etnías como “categorías de relación
entre grupos humanos, compuestas más de representaciones recíprocas y de
lealtades morales que de especificidades culturales o raciales” (Ribeiro,
1970:46 en Bartolomé 1997:48). Miguel Bartolomé, por su parte, realiza una
minuciosa caracterización del concepto, sosteniendo que la identidad étnica es
una forma específica de la identidad social, que alude exclusivamente a la
pertenencia a un grupo étnico, a diferencia del concepto de identidad que es
polisémico en tanto existen muchas formas del ser. El autor hace mucho hincapié
en el carácter clasificatorio, procesual, histórico y contrastivo de la
identidad étnica, siempre ligado a contextos específicos, y por ello cambiante.
La noción de identidad contrastiva se refiere a identidades que existen a
partir de la confrontación de nosotros y los otros, y a partir de esas
distinciones, se afirma entonces, lo propio en oposición a los alterno.
Bartolomé concibe a la identidad étnica como un sistema clasificatorio y es a
este nivel que la necesidad de identificación y consecuentemente de
diferenciación se mantendrá, aunque con el tiempo y las transformaciones de los
contextos, las características, valoraciones y afectividad adjudicadas a una
identidad étnica puedan variar (al cambiar sus marcos referenciales y
contenidos culturales). Además el autor entiende que al construirse sobre una
base relacional, las identidades étnicas se encuentran en este proceso
completamente atravesadas por las posiciones de poder relativo. Por ello, un
gran número de las manifestaciones de identidad étnica aparecen como resultado
de las posiciones diferenciales en relación al poder.
Por otro
lado, dos aclaraciones conceptuales que realiza el autor y que consideramos que
es necesario dejar asentadas refieren, en primer lugar, a la diferencia entre
identidad étnica y cultura, y en segundo lugar a la existente entre identidad
étnica y etnicidad, puesto que en el mundo extra académico, y muchas veces
dentro del mismo, se suelen utilizar tales conceptos como sinónimos, cuando en
realidad aluden a recortes diferentes de la realidad.
En
relación al primer par de conceptos, Bartolomé considera que las
configuraciones identitarias se pueden basar en una filiación cultural propia,
o asumida como tal, con independencia de que la tradición cultural vaya
cambiando con el transcurso del tiempo. De esta manera, las bases culturales de
la identidad son variables y expresan tanto modelos culturales vigentes como
referentes ideales. “Nos caracterizamos y nos caracterizan en relación con
otros diferenciados pero también tenemos relaciones con otros significativos que
configuran las relaciones entre un nosotros exclusivo; y esas relaciones
internas aparecen estructuradas con base en la compleja red de normas, valores
y símbolos heredados, compartidos y transmitidos que constituye la cultura” (Bartolomé,
1997: 77). En cuanto a la distinción entre el segundo par de conceptos, el
autor plantea que la etnicidad se manifiesta cuando la identidad étnica de un
grupo se organiza como expresión de un proyecto social, cultural y/o político
que supone la afirmación protagónica de lo propio en explícita confrontación
con lo alterno. “Dentro de las relaciones interétnicas, sería posible
diferenciar la identidad entendida como un fenómeno cognitivo, que nos permite
identificarnos e identificar a los miembros de nuestro propio grupo, de la
etnicidad concebida como un fenómeno del comportamiento, ya que supone
conductas en tanto miembro de ese mismo grupo. La etnicidad puede ser así
entendida como la identidad en acción resultante de una definida ‘conciencia de
sí” (Bartolomé, 1997:63). El autor analiza el aspecto político de la
etnicidad, y afirma que en el mundo contemporáneo constituye un movilizador
político mucho más fuerte que la posición de clase o la pertenencia a un
Estado-nación. En las nuevas organizaciones etnopolíticas la etnicidad se
manifiesta de modo exponencial, en tanto se configuran para establecer demandas
o reivindicar derechos étnicos.
Para
concluir se podría decir que:
La
etnicidad presenta dos dimensiones interrelacionadas: una dimensión simbólica
relacionada con los aspectos de significados y una dimensión política
relacionada con los aspectos de experiencia. La etnicidad no sólo se da como
una forma de interacción de los individuos entre sí, sino que tiene además un
significado para ellos, es decir la etnicidad tiene una dimensión
organizacional pero también es algo que sirve a los individuos para
identificarse, la carga simbólica es por lo menos tan importante como la
organizacional. Cuando nos referimos a la carga simbólica de la etnicidad,
hacemos mención de la capacidad de la etnía para crear un orden social que está
en relación con unos intereses específicos. Cuando nos identificamos, creamos
un orden en base a una situación social y nos identificamos en un tiempo.
La
identidad es un producto social que surge de la dialéctica entre individuo y
sociedad (Berger y Luckman). La identidad se contempla como resultado por una
parte de la objetivación y/o autoconciencia de los grupos en situaciones de
contraste o confrontación de sus diferentes culturas.
Etnicidad
como resultado de un proceso histórico, en el que algunos elementos culturales
elaborados funcionan en la interacción para hacer visible la diferencia.
La
etnicidad se puede crear desde afuera y desde adentro del grupo.
La modernización
no supone una pérdida de la identidad étnica, sino al contrario, en ciertas
ocasiones supone una exacerbación de la misma y los conflictos derivados de la
construcción de estados nacionales en las antiguas colonias han llevado a que
grupos étnicos sean forzados a construir un estado nacional.
La
etnicidad como organización social y con un fin interactivo se convierte en un
instrumento que utilizan los actores.
Ahora,
una vez revisados los conceptos y conclusiones que nos competen para el
análisis del caso, nos encaminaremos a la construcción de identidad, etnicidad
y nacionalismo entre los Zulú.
Como
mencionáramos anteriormente, no se conoce mucho sobre este grupo desde su
llegada a la región del sureste de Sudáfrica (hacia el año 500 A.C), hasta el
contacto con los primeros europeos que llegaron a dicha zona. Es por esto que
las primeras crónicas sobre estos grupos se remontan a los siglos XVI y XVII, y
es a partir de las mismas que puede empezar a trazarse un recorrido sobre los
diversos referentes de identidad del grupo.
En el
siglo XIX se descubrieron yacimientos de oro y diamantes en Sudáfrica, lo cual
sumado a las viejas rivalidades entre británicos y Bóers que se verían aún más
exacerbadas a partir de este momento, produjo grandes influencias en la
organización de la vida tribal Zulú. Por un lado, surgieron redes de ciudades,
puertos y ferrocarriles en torno a los cuales fueron organizándose industrias
secundarias y la consecuente formación de conglomerados de población urbana,
que incluía a los africanos como la nueva clase industrial, media y obrera. Por
otro lado, se originó el poderoso reinado Zulú, conformado por varios grupos
étnicos Nguni, los cuales se proponían enfrentar a partir de su organización
militar a sus rivales Bóers y británicos. El liderazgo de este movimiento
recaía en la figura de Shaka Zulu, a partir de quien se fueron sucediendo los
diferentes reyes zulúes a través del regicidio (práctica que implica el
reemplazo de los reyes por sus asesinatos sucesivos) (Sampson,1965).
A partir
del año 1877 comenzaron las primeras fricciones bélicas entre ingleses y
Zulúes, que desembocaron en la denominada “Guerra zulú” de 1878, la cual
ganaran en un comienzo exitosamente, reconociéndose a partir de esto su estatus
guerrero. A partir de este momento debido a las sucesivas oleadas de rebeliones
anti británicas, éstos últimos dejaron de reconocer la figura política del rey
Zulú.
En 1879
se produce la definitiva derrota del reinado zulú, lo que provoca una
desestructuración en la organización de la identidad zulú como había sido
construida hasta ese momento. Sentimientos de desarraigo y atracción por las
posibilidades del mundo occidental que encontraban asiento en las ciudades,
favorecieron el aumento de las migraciones a estos centros urbanos, en donde
los empresarios implementaron un sistema de impuestos, pases y permisos, que
permitía dirigir y disciplinar a los obreros africanos, los cuales aumentaban
cada vez más, por la escasez de trabajadores blancos.
Todo esto
favoreció a la construcción de la base que años más tarde daría forma al
régimen del apartheid, que consistía en la arrolladora política afrikaner que
pregonaba la separación de las razas, con base en la creencia de los males
surgidos de la mezcla de las mismas y la creencia en la misión escogida del
hombre blanco. Se dio curso a una serie de leyes tendientes a mantener
recluidos a los africanos (por ejemplo la Ley de Autoridades Bantúes o la ley
de Educación Bantú). El gobiernoafrikaner, observando los cambios
independentistas que ocurrían en el norte de África tomando conciencia de la
necesidad de coexistir con los mismos, empezó a ampliar el apartheid, con
el fin de dar la sensación de que existían Estados africanos autogobernados,
los cuales se llamarían “bantustants”. Allí se restringía a los zulúes, quienes
empezarían a elaborar sus reclamos teniendo a la tierra como su principal
exigencia (Sampson, 1965).
Este
hecho apoya la idea de Bartolomé para quien la tierra conjuga el tiempo y el
espacio, debido a que allí se experimentan y articulan las relaciones
productivas y simbólicas las cuales dan sustento a la memoria histórica de una
sociedad, “el territorio representa un referente fundamental dentro del cual se
inscribe la identidad colectiva” (Bartolomé, 1997: 86).
Fue
durante el año 1977 que el líder zulú representante del bantustan de KwaZulu,
Buthelezi, retomando el movimiento nacionalista, Inkatha Yakwazulu, formado
por el sucesor del último rey zulú (1923), lo refunda para dar origen a lo que
posteriormente sería el partido político Inkatha Freedom Party,
representante de los zulúes en las elecciones de 1994 (Schreaeder, 2000).
En
relación a esta serie de hechos es necesario interpretar la identidad étnica
zulú y repensar a qué nos referimos cuando hablamos de “lo zulú”, porque esta
categoría adopta una gran diversidad de significados, según quién sea que lo
enuncie.
Utilizar
el término “zulú” implica referirse a una construcción elaborada con relativa
actualidad, que incluye más o menos arbitrariamente a las poblaciones africanas
que hablan la lengua Zulú, que deriva del subgrupo Nguni y originalmente del
Bantú. Con el paso del tiempo, dicho término vino a ser asociado por los
blancos a todos los habitantes negros de la región de Natal, representantes de
una nación Zulú imaginada como un bloque de rasgos homogéneos, de entre los
cuales sobresalía su estatus guerrero asociado al glorioso pasado militar de
esta gente. Esta denominación vino a ser dada por el gran reconocimiento que
había adquirido Shaka Zulu, quién pertenecía a un clan llamado Zulu.
Hacía
1920 y 1930 los estudios antropológicos se establecieron en Sudáfrica, dando
solidez y autoridad a las investigaciones étnicas que se estaban realizando,
especialmente asociadas al marco teórico estructural-funcionalista británico.
Así fue como “lo Zulú” adquirió el reconocimiento de categoría etnográfica
dentro del mundo académico, representando a una pretendida homogeneidad que no
existía realmente. Sin embargo, otros antropólogos guardaron mayor cautela al
denominar a los grupos negros que habitaban diferentes partes de Natal, por
ejemplo, J. van Warmelo, un etnólogo del gobierno sudafricano, categorizaba a
dichos habitantes como “Natal Nguni”, reconociéndolos como pertenecientes a más
de 200 tribus independientes (De Haas y Zulu, 1994).
Ilustración de guerra anglo-zulú |
Antes del
período precolonial y en las primeras etapas del mismo, la identidad estaba
basada en la pertenencia a un grupo familiar y en la filiación territorial (De
Haas y Zulu, 1994). Posteriormente la construcción de la identidad zulú se
elaboró en dos sentidos: por un lado, siguió un curso similar a la creación de
otros estereotipos asociados a determinados grupos étnicos, durante la colonización
del mundo por parte de los europeos; por otro lado, la construcción desde
adentro del grupo se produjo a partir de un proceso longevo de relacionamiento
con lo occidental, retomando valoraciones y referentes de esta cultura. Poco a
poco estos grupos se fueron apropiando de estrategias nacionalistas
occidentales que les fueron funcionales para organizarse como una comunidad
etnopolitica. Indirectamete se fueron apropiando de las conceptualizaciones de
su identidad hechas desde afuera para crear un modelo de identidad
supracomunitario que sea útil y coherente con el nuevo panorama nacional y
presentarse al mundo como una comunidad políticamente organizada. Es necesario
reconocer que en sus comienzos frente a la necesidad de recuperar un lugar en
el nuevo escenario que los excluía, estos grupos organizaron su lucha en
función de apropiarse de los derechos que todo ciudadano sudafricano debería de
gozar, concibiéndose así ellos mismos como ciudadanos, es decir
autopercibiéndose en términos occidentales.
En la actualidad
se realiza la asociación una etnía=un partido político, cuando en realidad es
un grupo de individuos el que toma referentes de identidad étnica conjugados
con ideologías nacionalistas con el fin de insertarse en el sistema político,
para reivindicar sus identidades étnicas, pudiendo conceptulizar este proceso
como un movimiento etnonacionalista ( Bosch, 1996).
Para
establecer una diferenciación entre la identidad política zulú (etnicidad
zulú), y la identidad étnica, es necesario identificar el papel que juega esta
última en la vida de la mayoría de los ciudadanos negros de KwaZulu Natal. Éste
puede reconocerse confinado a la esfera de lo doméstico, del dominio familiar,
asociado a las costumbres que rodean los principales eventos del ciclo de vida,
mientras que el grado de importancia que cobre dependerá de factores tales como
clase social, edad y convicciones religiosas. Comportamientos y valores
asociados con la identidad étnica encuentran expresión en el dominio familiar y
doméstico (De Haas y Zulu, 1994).
En lo
cotidiano otras variables cobran gran significado en la interacción social y
atraviesan lazos basados en la edad, en el género, en las vecindades; por otro
lado existen intereses y valores comunes que unen a las personas a través de
divisiones étnicas, regionales o raciales, como puede ser el matrimonio
interétnico(De Haas y Zulu, 1994).
En las
áreas urbanas el factor de clase cobra mayor importancia que la identidad
étnica. Los habitantes exhiben en sus estilos de vida valores asociados con la
sociedad occidental o capitalista (De Haas y Zulu, 1994).
La
identidad étnica necesariamente tiene que ser concebida como una construcción
en relación a contextos de tiempo, espacio y actores involucrados. En el mundo
contemporáneo esto está atravesado por amenazas de marginalización económica y
social y los conflictos que estas entrañan. Esto puede aplicase al caso Zulú,
cuya identidad étnica se ha ido construyendo en relación al poder político y
orden social reinantes en cada momento de las historia sudafricana.
La elite
colonial de la región de la provincia de KwaZulu/Natal ha determinado durante
la mayor parte del siglo XX la dirección de la “nación zulú”. Así mismo ha
hecho un uso estratégico de las consideraciones coloniales sobre la identidad
zulú para imponer una identidad a millones de personas en aquella región. La
diversidad de experiencias asumidas por quienes integrarían este estereotipo de
identidad zulú (granjeros, migrantes, trabajadores urbanos, residentes en
reservas rurales, granjeros blancos, etc.) demuestran que ésta no es uniforme
tal como pretendían los estereotipos elaborados.
Por eso,
hablar de “identidad zulú” implica a remitirse a un terreno de contestación y
manipulación en el cual muchos actores (Inkatha Freedom Party, el gobierno de
los bantustan, el estado del apartheid, los blancos nacido es Natal, las
uniones comerciales y los movimientos de liberación) han jugado diversos roles.
La
etnicidad aparece con mayor frecuencia en aquellas instancias en las cuales los
individuos se ven persuadidos de la necesidad de confirmar un sentido de
identidad colectivo frente a amenazas económicas, políticas u otras fuerzas
sociales. Pero las políticas étnicas son, por su misma definición, atributos de
marginalidad y relativa debilidad; sin embargo, bajo estas circunstancias esa
debilidad puede ser trasformada en una poderosa fuerza. La etnicidad es, entonces,
un concepto relacional a partir del cual la posición dominante es capaz de
definir a la posición subordinada. Pero aquellos que se encuentran en la
posición subordinada son capaces de adoptar los términos de su definición como
la base de la movilización y la aceptación de un sentido de colectividad
(Wilmsen, Dubow y Sharp, 1994).
Así vemos
como el grupo zulú, en una posición subordinada a lo largo de la historia, toma
sus propias definiciones e ideas nacionalistas occidentales y las utiliza para
constituirse como una comunidad etnopolítica. Estas redefiniciones les ayudan a
reivindicar sus derechos en el mundo contemporáneos; saben que desde la
participación política en el gobierno sudafricano tendrán más posibilidades de
alcanzar sus objetivos de reconocimiento igualitario.
Mientras
que los diferentes grupos que habitan en el sur de África, dentro de los cuales
se encuentran los zulúes, reconstruyan en la actualidad sus divisiones de
acuerdo a una lógica internalizada por largo tiempo, también lo hacen respecto
a las relativas posiciones de poder en una sociedad globalizada.
Contrariamente
a las expectativas de que los procesos de modernización habrían resultado en la
erosión de las identidades étnicas locales y en la emergencia de identidades
supranacionales, la modernización ha servido a menudo para exacerbar el
desarrollo de reivindicaciones étnicas (Rosas Mantecón, 1993).
El
expandido sentido de pertenencia común a Sudáfrica existe a pesar de – y tal
vez debido a – que el estado de apartheid elaboró estrategias históricas de
división étnica y fragmentación. Al fin y al cabo la experiencia de luchar para
tener los mismos derechos de ciudadanía y derechos políticos podría ayudar a
garantizar la legitimidad y coherencia de una entidad política post apartheid.
Consideramos
que esta temática es muy amplia, repleta de aristas y diversos puntos de vista;
abordarlos en su totalidad resultaría idealmente inalcanzable. Las problemática
de los fenómenos identitarios son muy extensas.
Por
último, se nos plantearon ciertos interrogantes acerca de la utilización del
término zulú, en relación a su verdadera función como significante de un grupo
portador de una identidad étnica particular. Conociendo el contexto de
surgimiento de dicho término su aplicación se nos vuelve una contrariedad,
reconociendo que no existe ninguna otra denominación para distinguir a este
grupo étnico en términos originarios, es decir, sin ser una construcción
elaborada a partir del contacto con los europeos y sus influencias.
Fuente:
Revista Mito.
Para
saber más:
Barth,
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México.
Bartolomé,
Miguel. 1987, Afirmación estatal y negación nacional”. En SUMPLEMENTO
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México. Siglo XXI Eds. México.
Berger y
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Bosch,
Alfred. 1996. ¿El Fin de los bantustanes?
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Susana (Comp.) 1989.La diversidad prohibida: resistencia étnica y poder de
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Edwin N.
Wilmsen; Saul Dubow; Jhon Sharp. Journal of Southern African Studies,
Vol. 20, No. 3, Special Issue: Ethnicity and Identity in Southern Africa.
(Sep., 1994), pp. 347-353. Introduction: Ethnicity, Idenity and Nationalism in
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Peter (2204) “La cuestión de la ciudadanía y la pertenencia en áfrica actual”
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(Sep., 1994), pp. 433-446. Etnicity and Federalism: The Case of KwaZulu/Natal.
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Rosas
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Vail,
Leroy, editor. The Creation of Tribalism in Southern Africa. 1989. London
Berkeley: Currey University of California Press.
A continuación escenas de la película Zulú (1.964)
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