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jueves, 16 de octubre de 2014

Zulues: Identidad étnica, etnicidad y nacionalismo en el mundo contemporáneo.



Por Luz Espiro y Diana Ramos.

Como contrapeso a la intensificación de los flujos globales y a la histórica subordinación de los pueblos africanos bajo regímenes coloniales, se han producido en las últimas décadas del siglo XX varios fenómenos tendientes a reivindicar las identidades étnicas locales. Surgen nuevas organizaciones etnopolíticas que se configuran para establecer demandas o reivindicar derechos étnicos. Un ejemplo de este fenómeno lo protagoniza la etnía “Zulú”, en la provincia de KwaZulu/Natal. Dicha categorización ha sido creada desde el colonialismo y ha sido sostenida por la antropología clásica.

Tomando como punto de partida el año 1994, en el cual se celebraron las primeras elecciones multipartidarias y multiétnicas en la Republica de Sudáfrica, luego de la abolición del régimen del apartheid, pretendemos hacer un seguimiento de las resignificaciones identitarias ocurridas en el grupo étnico Zulú en relación a su participación en la política nacional.

A partir de una revisión, análisis y reinterpretación bibliográfica consideramos que hablar de “lo Zulú” implica remitirse a una construcción teórica elaborada en dos sentidos: desde dentro y fuera del grupo, es decir desde los portadores de la identidad étnica en cuestión y desde los otros significantes, como por ejemplo los Bóers y los ingleses. Esta construcción deviene de sucesivos acontecimientos históricos y se presenta como una elaboración dialéctica entre la sociedad occidental y la sociedad nativa, la última de las cuales tiene que crear un modelo de identidad supracomunitario que sea útil y coherente con el nuevo panorama nacional. Se construye así un estereotipo homogeneizante que nuclea una diversidad de experiencias identitarias bajo ideas nacionalistas.


El grupo étnico Zulú pertenece a las tibus Bantus, las cuales llegaron a la zona del sur de África tras una larga migración desde el delta del Río Níger, en el África Occidental, hacia el sur y hacia el este, llegando a la actual Provincial de KwaZulu-Natal (Sudáfrica), alrededor del año 500 a.C. La particularidad de esta migración es que fue paulatina, realizándose en pequeños grupos que se fueron asentando en diversas zonas de la región. Algunos se establecieron en el Highveld, otros en el noreste de Sudáfrica, y otros, los ancestros de la gente Nguni (Zulús, Xhosa, Swazi y Ndebele), prefirieron vivir en la costa. Estos grupos no sólo criaban ganado, sino que también practicaban la agricultura, cosechando fundamentalmente trigo y otros productos (Schreaeder, 2000).

Poco se conoce desde la época en que estos grupos se asentaron en esta región (500 a.C.) hasta la llegada al lugar de los primeros europeos, quienes llegaron allí en búsqueda de una ruta marítima a la India y a Asia. Así fue como primero arribaron los portugueses hacia 1487, quienes luego se asentaron en Mozambique por las condiciones más favorables que se daban en esa zona; y ya en el siglo XVI llegaron los holandeses y los ingleses (Schreaeder, 2000), con quienes el grupo étnico mantuvo hasta la actualidad relaciones particulares a partir de las cuales se conformaron identidades étnicas que fueron transformándose históricamente, adquiriendo nuevos sentidos relativos a la naturaleza de dichas relaciones y sus concomitancias.

Hacia 1653, Jan Van Riebeck, un funcionario de la Dutch East India Company estableció una base de reaprovisionamiento en Ciudad del Cabo, a partir de esta fecha se reconoce el origen del aislamiento de Sudáfrica. Los descendientes de los primeros colonos holandeses conocidos como Bóers, quienes se dieron a sí mismos el nombre de afrikaners, se mezclaron con los colonos ingleses después de que El Cabo fuera ocupada por Gran Bretaña en 1795; los británicos permanecieron en las colonias de El Cabo y Natal, mientras que los Bóers se establecieron en el norte en el Estado libre de Orange y Transvaal. Estos cuatro estados que hasta el momento habían permanecido separados bajo la influencia de las respectivas potencias europeas se unieron hacia 1910 en la Unión Sudafricana, plan que venía siendo impulsado por los británicos, quienes desde su llegada se habían venido imponiendo por sobre los holandeses, fenómeno que quedó plasmado, por ejemplo, en las guerras Anglo-Bóer (hacia 1880). Durante la existencia de la Unión Sudafricana y de todas las denominaciones y formas que tuvo el Estado de Sudáfrica bajo el dominio europeo y el régimen del apartheid, quienes manejaron el poder fueron justamente estos últimos (a pesar de las rivalidades internas) negando cualquier tipo de derechos a los grupos étnicos originarios (Sampson,1965).

La diplomacia europea había sellado el destino de la independencia precolonial africana hacia 1885 en la conferencia de Berlín. Al cabo de 66 años, la independencia de Libia marcó el comienzo del fin del colonialismo en África, proceso que se dio gradualmente en el continente y que tuvo como protagonistas, por un lado, a una nueva generación de líderes africanos y movimientos populares que aumentaban su representatividad en la nueva era contemporánea independiente, y por el otro, a los anteriores líderes europeos, quienes finalmente reconocieron la imposibilidad de mantener el control permanente (Schreaeder, 2000).

En el caso de Sudáfrica, el régimen del apartheid sostenido por la minoría blanca durante 46 años fomentó el surgimiento de movimientos revolucionarios que intentaron alcanzar la independencia por la fuerza militar. El proceso de descolonización, que resultara de la emergencia de movimientos nacionalistas africanos que demandaban la independencia y la igualdad de sus respectivos pueblos, fue completado formalmente en este país hacia 1994, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas que instalaron el primer gobierno multipartidario y multiétnico, bajo el liderazgo del presidente Nelson Mandela (Schreaeder, 2000).
 
Guerreros Zulúes
Es en este contexto que analizaremos el caso particular de la etnia Zulú. Ésta se consolidará como un reinado muy fuerte a comienzos del siglo XIX, con la figura de Shaka Zulu, configurando una identidad étnica singular, percibida por los otros de un modo particular. Lo cual será utilizado, por diversos integrantes del grupo para consolidar su poder, proceso que derivará en la conformación de un partido político en los términos Occidentales que se presentará en las elecciones de 1994, y comenzará a participar en la arena política de la nueva República de Sudáfrica, que si bien pregona su multietnicidad, está, en última instancia, estructurada a partir de los proyectos de Estado-Nación Occidentales.

Para poder pensar la identidad étnica Zulú debemos, primeramente, comprender que esta es una construcción entendiéndola como un fenómeno procesual y cambiante, configurándose históricamente a partir de diversas relaciones que mantuvo este grupo con otros e intentaremos reconocer los factores constitutivos de la identidad de este grupo hacia finales del siglo XX, momento particular, que como señaláremos más arriba, los encuentra presentándose como un partido político en el seno de un Estado-Nación.
Tomaremos como referente de análisis las conceptualizaciones sobre la identidad étnica, el nacionalismo y la etnicidad, principalmente aquellas que fueran formuladas por diversos autores desde la antropología.

En cuanto a la identidad étnica, la mayoría de los autores se basan en el concepto fundante de “representación colectiva”, formulado por Emile Durkheim, quién “las entendía como las formas en que una sociedad representa los objetos de su experiencia” (Bartolomé, 1997: 43).

Partiendo de esa base, Darcy Ribeiro define las etnías como “categorías de relación entre grupos humanos, compuestas más de representaciones recíprocas y de lealtades morales que de especificidades culturales o raciales” (Ribeiro, 1970:46 en Bartolomé 1997:48). Miguel Bartolomé, por su parte, realiza una minuciosa caracterización del concepto, sosteniendo que la identidad étnica es una forma específica de la identidad social, que alude exclusivamente a la pertenencia a un grupo étnico, a diferencia del concepto de identidad que es polisémico en tanto existen muchas formas del ser. El autor hace mucho hincapié en el carácter clasificatorio, procesual, histórico y contrastivo de la identidad étnica, siempre ligado a contextos específicos, y por ello cambiante. La noción de identidad contrastiva se refiere a identidades que existen a partir de la confrontación de nosotros y los otros, y a partir de esas distinciones, se afirma entonces, lo propio en oposición a los alterno. Bartolomé concibe a la identidad étnica como un sistema clasificatorio y es a este nivel que la necesidad de identificación y consecuentemente de diferenciación se mantendrá, aunque con el tiempo y las transformaciones de los contextos, las características, valoraciones y afectividad adjudicadas a una identidad étnica puedan variar (al cambiar sus marcos referenciales y contenidos culturales). Además el autor entiende que al construirse sobre una base relacional, las identidades étnicas se encuentran en este proceso completamente atravesadas por las posiciones de poder relativo. Por ello, un gran número de las manifestaciones de identidad étnica aparecen como resultado de las posiciones diferenciales en relación al poder.

Por otro lado, dos aclaraciones conceptuales que realiza el autor y que consideramos que es necesario dejar asentadas refieren, en primer lugar, a la diferencia entre identidad étnica y cultura, y en segundo lugar a la existente entre identidad étnica y etnicidad, puesto que en el mundo extra académico, y muchas veces dentro del mismo, se suelen utilizar tales conceptos como sinónimos, cuando en realidad aluden a recortes diferentes de la realidad.

En relación al primer par de conceptos, Bartolomé considera que las configuraciones identitarias se pueden basar en una filiación cultural propia, o asumida como tal, con independencia de que la tradición cultural vaya cambiando con el transcurso del tiempo. De esta manera, las bases culturales de la identidad son variables y expresan tanto modelos culturales vigentes como referentes ideales. “Nos caracterizamos y nos caracterizan en relación con otros diferenciados pero también tenemos relaciones con otros significativos que configuran las relaciones entre un nosotros exclusivo; y esas relaciones internas aparecen estructuradas con base en la compleja red de normas, valores y símbolos heredados, compartidos y transmitidos que constituye la cultura” (Bartolomé, 1997: 77). En cuanto a la distinción entre el segundo par de conceptos, el autor plantea que la etnicidad se manifiesta cuando la identidad étnica de un grupo se organiza como expresión de un proyecto social, cultural y/o político que supone la afirmación protagónica de lo propio en explícita confrontación con lo alterno. “Dentro de las relaciones interétnicas, sería posible diferenciar la identidad entendida como un fenómeno cognitivo, que nos permite identificarnos e identificar a los miembros de nuestro propio grupo, de la etnicidad concebida como un fenómeno del comportamiento, ya que supone conductas en tanto miembro de ese mismo grupo. La etnicidad puede ser así entendida como la identidad en acción resultante de una definida ‘conciencia de sí” (Bartolomé, 1997:63). El autor analiza el aspecto político de la etnicidad, y afirma que en el mundo contemporáneo constituye un movilizador político mucho más fuerte que la posición de clase o la pertenencia a un Estado-nación. En las nuevas organizaciones etnopolíticas la etnicidad se manifiesta de modo exponencial, en tanto se configuran para establecer demandas o reivindicar derechos étnicos.

Para concluir se podría decir que:
La etnicidad presenta dos dimensiones interrelacionadas: una dimensión simbólica relacionada con los aspectos de significados y una dimensión política relacionada con los aspectos de experiencia. La etnicidad no sólo se da como una forma de interacción de los individuos entre sí, sino que tiene además un significado para ellos, es decir la etnicidad tiene una dimensión organizacional pero también es algo que sirve a los individuos para identificarse, la carga simbólica es por lo menos tan importante como la organizacional. Cuando nos referimos a la carga simbólica de la etnicidad, hacemos mención de la capacidad de la etnía para crear un orden social que está en relación con unos intereses específicos. Cuando nos identificamos, creamos un orden en base a una situación social y nos identificamos en un tiempo.
La identidad es un producto social que surge de la dialéctica entre individuo y sociedad (Berger y Luckman). La identidad se contempla como resultado por una parte de la objetivación y/o autoconciencia de los grupos en situaciones de contraste o confrontación de sus diferentes culturas.
Etnicidad como resultado de un proceso histórico, en el que algunos elementos culturales elaborados funcionan en la interacción para hacer visible la diferencia.

La etnicidad se puede crear desde afuera y desde adentro del grupo.
La modernización no supone una pérdida de la identidad étnica, sino al contrario, en ciertas ocasiones supone una exacerbación de la misma y los conflictos derivados de la construcción de estados nacionales en las antiguas colonias han llevado a que grupos étnicos sean forzados a construir un estado nacional.

La etnicidad como organización social y con un fin interactivo se convierte en un instrumento que utilizan los actores.
Ahora, una vez revisados los conceptos y conclusiones que nos competen para el análisis del caso, nos encaminaremos a la construcción de identidad, etnicidad y nacionalismo entre los Zulú.

Como mencionáramos anteriormente, no se conoce mucho sobre este grupo desde su llegada a la región del sureste de Sudáfrica (hacia el año 500 A.C), hasta el contacto con los primeros europeos que llegaron a dicha zona. Es por esto que las primeras crónicas sobre estos grupos se remontan a los siglos XVI y XVII, y es a partir de las mismas que puede empezar a trazarse un recorrido sobre los diversos referentes de identidad del grupo.

En el siglo XIX se descubrieron yacimientos de oro y diamantes en Sudáfrica, lo cual sumado a las viejas rivalidades entre británicos y Bóers que se verían aún más exacerbadas a partir de este momento, produjo grandes influencias en la organización de la vida tribal Zulú. Por un lado, surgieron redes de ciudades, puertos y ferrocarriles en torno a los cuales fueron organizándose industrias secundarias y la consecuente formación de conglomerados de población urbana, que incluía a los africanos como la nueva clase industrial, media y obrera. Por otro lado, se originó el poderoso reinado Zulú, conformado por varios grupos étnicos Nguni, los cuales se proponían enfrentar a partir de su organización militar a sus rivales Bóers y británicos. El liderazgo de este movimiento recaía en la figura de Shaka Zulu, a partir de quien se fueron sucediendo los diferentes reyes zulúes a través del regicidio (práctica que implica el reemplazo de los reyes por sus asesinatos sucesivos) (Sampson,1965).

A partir del año 1877 comenzaron las primeras fricciones bélicas entre ingleses y Zulúes, que desembocaron en la denominada “Guerra zulú” de 1878, la cual ganaran en un comienzo exitosamente, reconociéndose a partir de esto su estatus guerrero. A partir de este momento debido a las sucesivas oleadas de rebeliones anti británicas, éstos últimos dejaron de reconocer la figura política del rey Zulú.

En 1879 se produce la definitiva derrota del reinado zulú, lo que provoca una desestructuración en la organización de la identidad zulú como había sido construida hasta ese momento. Sentimientos de desarraigo y atracción por las posibilidades del mundo occidental que encontraban asiento en las ciudades, favorecieron el aumento de las migraciones a estos centros urbanos, en donde los empresarios implementaron un sistema de impuestos, pases y permisos, que permitía dirigir y disciplinar a los obreros africanos, los cuales aumentaban cada vez más, por la escasez de trabajadores blancos.
Todo esto favoreció a la construcción de la base que años más tarde daría forma al régimen del apartheid, que consistía en la arrolladora política afrikaner que pregonaba la separación de las razas, con base en la creencia de los males surgidos de la mezcla de las mismas y la creencia en la misión escogida del hombre blanco. Se dio curso a una serie de leyes tendientes a mantener recluidos a los africanos (por ejemplo la Ley de Autoridades Bantúes o la ley de Educación Bantú). El gobiernoafrikaner, observando los cambios independentistas que ocurrían en el norte de África tomando conciencia de la necesidad de coexistir con los mismos, empezó a ampliar el apartheid, con el fin de dar la sensación de que existían Estados africanos autogobernados, los cuales se llamarían “bantustants”. Allí se restringía a los zulúes, quienes empezarían a elaborar sus reclamos teniendo a la tierra como su principal exigencia (Sampson, 1965).

Este hecho apoya la idea de Bartolomé para quien la tierra conjuga el tiempo y el espacio, debido a que allí se experimentan y articulan las relaciones productivas y simbólicas las cuales dan sustento a la memoria histórica de una sociedad, “el territorio representa un referente fundamental dentro del cual se inscribe la identidad colectiva” (Bartolomé, 1997: 86).

Fue durante el año 1977 que el líder zulú representante del bantustan de KwaZulu, Buthelezi, retomando el movimiento nacionalista, Inkatha Yakwazulu, formado por el sucesor del último rey zulú (1923), lo refunda para dar origen a lo que posteriormente sería el partido político Inkatha Freedom Party, representante de los zulúes en las elecciones de 1994 (Schreaeder, 2000).

En relación a esta serie de hechos es necesario interpretar la identidad étnica zulú y repensar a qué nos referimos cuando hablamos de “lo zulú”, porque esta categoría adopta una gran diversidad de significados, según quién sea que lo enuncie.

Utilizar el término “zulú” implica referirse a una construcción elaborada con relativa actualidad, que incluye más o menos arbitrariamente a las poblaciones africanas que hablan la lengua Zulú, que deriva del subgrupo Nguni y originalmente del Bantú. Con el paso del tiempo, dicho término vino a ser asociado por los blancos a todos los habitantes negros de la región de Natal, representantes de una nación Zulú imaginada como un bloque de rasgos homogéneos, de entre los cuales sobresalía su estatus guerrero asociado al glorioso pasado militar de esta gente. Esta denominación vino a ser dada por el gran reconocimiento que había adquirido Shaka Zulu, quién pertenecía a un clan llamado Zulu.

Hacía 1920 y 1930 los estudios antropológicos se establecieron en Sudáfrica, dando solidez y autoridad a las investigaciones étnicas que se estaban realizando, especialmente asociadas al marco teórico estructural-funcionalista británico. Así fue como “lo Zulú” adquirió el reconocimiento de categoría etnográfica dentro del mundo académico, representando a una pretendida homogeneidad que no existía realmente. Sin embargo, otros antropólogos guardaron mayor cautela al denominar a los grupos negros que habitaban diferentes partes de Natal, por ejemplo, J. van Warmelo, un etnólogo del gobierno sudafricano, categorizaba a dichos habitantes como “Natal Nguni”, reconociéndolos como pertenecientes a más de 200 tribus independientes (De Haas y Zulu, 1994).

Ilustración de guerra anglo-zulú
Antes del período precolonial y en las primeras etapas del mismo, la identidad estaba basada en la pertenencia a un grupo familiar y en la filiación territorial (De Haas y Zulu, 1994). Posteriormente la construcción de la identidad zulú se elaboró en dos sentidos: por un lado, siguió un curso similar a la creación de otros estereotipos asociados a determinados grupos étnicos, durante la colonización del mundo por parte de los europeos; por otro lado, la construcción desde adentro del grupo se produjo a partir de un proceso longevo de relacionamiento con lo occidental, retomando valoraciones y referentes de esta cultura. Poco a poco estos grupos se fueron apropiando de estrategias nacionalistas occidentales que les fueron funcionales para organizarse como una comunidad etnopolitica. Indirectamete se fueron apropiando de las conceptualizaciones de su identidad hechas desde afuera para crear un modelo de identidad supracomunitario que sea útil y coherente con el nuevo panorama nacional y presentarse al mundo como una comunidad políticamente organizada. Es necesario reconocer que en sus comienzos frente a la necesidad de recuperar un lugar en el nuevo escenario que los excluía, estos grupos organizaron su lucha en función de apropiarse de los derechos que todo ciudadano sudafricano debería de gozar, concibiéndose así ellos mismos como ciudadanos, es decir autopercibiéndose en términos occidentales.

En la actualidad se realiza la asociación una etnía=un partido político, cuando en realidad es un grupo de individuos el que toma referentes de identidad étnica conjugados con ideologías nacionalistas con el fin de insertarse en el sistema político, para reivindicar sus identidades étnicas, pudiendo conceptulizar este proceso como un movimiento etnonacionalista ( Bosch, 1996).

Para establecer una diferenciación entre la identidad política zulú (etnicidad zulú), y la identidad étnica, es necesario identificar el papel que juega esta última en la vida de la mayoría de los ciudadanos negros de KwaZulu Natal. Éste puede reconocerse confinado a la esfera de lo doméstico, del dominio familiar, asociado a las costumbres que rodean los principales eventos del ciclo de vida, mientras que el grado de importancia que cobre dependerá de factores tales como clase social, edad y convicciones religiosas. Comportamientos y valores asociados con la identidad étnica encuentran expresión en el dominio familiar y doméstico (De Haas y Zulu, 1994).
En lo cotidiano otras variables cobran gran significado en la interacción social y atraviesan lazos basados en la edad, en el género, en las vecindades; por otro lado existen intereses y valores comunes que unen a las personas a través de divisiones étnicas, regionales o raciales, como puede ser el matrimonio interétnico(De Haas y Zulu, 1994).

En las áreas urbanas el factor de clase cobra mayor importancia que la identidad étnica. Los habitantes exhiben en sus estilos de vida valores asociados con la sociedad occidental o capitalista (De Haas y Zulu, 1994).
La identidad étnica necesariamente tiene que ser concebida como una construcción en relación a contextos de tiempo, espacio y actores involucrados. En el mundo contemporáneo esto está atravesado por amenazas de marginalización económica y social y los conflictos que estas entrañan. Esto puede aplicase al caso Zulú, cuya identidad étnica se ha ido construyendo en relación al poder político y orden social reinantes en cada momento de las historia sudafricana.

La elite colonial de la región de la provincia de KwaZulu/Natal ha determinado durante la mayor parte del siglo XX la dirección de la “nación zulú”. Así mismo ha hecho un uso estratégico de las consideraciones coloniales sobre la identidad zulú para imponer una identidad a millones de personas en aquella región. La diversidad de experiencias asumidas por quienes integrarían este estereotipo de identidad zulú (granjeros, migrantes, trabajadores urbanos, residentes en reservas rurales, granjeros blancos, etc.) demuestran que ésta no es uniforme tal como pretendían los estereotipos elaborados.

Por eso, hablar de “identidad zulú” implica a remitirse a un terreno de contestación y manipulación en el cual muchos actores (Inkatha Freedom Party, el gobierno de los bantustan, el estado del apartheid, los blancos nacido es Natal, las uniones comerciales y los movimientos de liberación) han jugado diversos roles.

La etnicidad aparece con mayor frecuencia en aquellas instancias en las cuales los individuos se ven persuadidos de la necesidad de confirmar un sentido de identidad colectivo frente a amenazas económicas, políticas u otras fuerzas sociales. Pero las políticas étnicas son, por su misma definición, atributos de marginalidad y relativa debilidad; sin embargo, bajo estas circunstancias esa debilidad puede ser trasformada en una poderosa fuerza. La etnicidad es, entonces, un concepto relacional a partir del cual la posición dominante es capaz de definir a la posición subordinada. Pero aquellos que se encuentran en la posición subordinada son capaces de adoptar los términos de su definición como la base de la movilización y la aceptación de un sentido de colectividad (Wilmsen, Dubow y Sharp, 1994).

Así vemos como el grupo zulú, en una posición subordinada a lo largo de la historia, toma sus propias definiciones e ideas nacionalistas occidentales y las utiliza para constituirse como una comunidad etnopolítica. Estas redefiniciones les ayudan a reivindicar sus derechos en el mundo contemporáneos; saben que desde la participación política en el gobierno sudafricano tendrán más posibilidades de alcanzar sus objetivos de reconocimiento igualitario.

Mientras que los diferentes grupos que habitan en el sur de África, dentro de los cuales se encuentran los zulúes, reconstruyan en la actualidad sus divisiones de acuerdo a una lógica internalizada por largo tiempo, también lo hacen respecto a las relativas posiciones de poder en una sociedad globalizada.

Contrariamente a las expectativas de que los procesos de modernización habrían resultado en la erosión de las identidades étnicas locales y en la emergencia de identidades supranacionales, la modernización ha servido a menudo para exacerbar el desarrollo de reivindicaciones étnicas (Rosas Mantecón, 1993).

El expandido sentido de pertenencia común a Sudáfrica existe a pesar de – y tal vez debido a – que el estado de apartheid elaboró estrategias históricas de división étnica y fragmentación. Al fin y al cabo la experiencia de luchar para tener los mismos derechos de ciudadanía y derechos políticos podría ayudar a garantizar la legitimidad y coherencia de una entidad política post apartheid.
Consideramos que esta temática es muy amplia, repleta de aristas y diversos puntos de vista; abordarlos en su totalidad resultaría idealmente inalcanzable. Las problemática de los fenómenos identitarios son muy extensas.
Por último, se nos plantearon ciertos interrogantes acerca de la utilización del término zulú, en relación a su verdadera función como significante de un grupo portador de una identidad étnica particular. Conociendo el contexto de surgimiento de dicho término su aplicación se nos vuelve una contrariedad, reconociendo que no existe ninguna otra denominación para distinguir a este grupo étnico en términos originarios, es decir, sin ser una construcción elaborada a partir del contacto con los europeos y sus influencias.

Fuente: Revista Mito.

Para saber más:
Barth, Fredrik. 1976. Los grupos étnicos y sus fronteras. Fondo de Cultura Económica, México.
Bartolomé, Miguel. 1987, Afirmación estatal y negación nacional”. En SUMPLEMENTO ANTTOPOLÓGICO. Vol. XXII. Nº2. Asunción, Paraguay.
Bartolomé, Miguel. 1997. Gente de costumbre y gente de razón. Las identidades étnicas en México. Siglo XXI Eds. México.
Berger y Luckman. 1979. La construcción social de la realidad. Amorrortu, Buenos Aires.
Bosch, Alfred. 1996. ¿El Fin de los bantustanes?
Devalle, Susana (Comp.) 1989.La diversidad prohibida: resistencia étnica y poder de Estado”. Colegio de México, México.
Edwin N. Wilmsen; Saul Dubow; Jhon Sharp. Journal of Southern African Studies, Vol. 20, No. 3, Special Issue: Ethnicity and Identity in Southern Africa. (Sep., 1994), pp. 347-353. Introduction: Ethnicity, Idenity and Nationalism in Southern Africa.
Geschiere, Peter (2204) “La cuestión de la ciudadanía y la pertenencia en áfrica actual” Anales de Desclasificación, Vol. 1: La derrota del área cultural nº1.
Mary de Haas; Paulus Zulu. Journal of Southern African Studies, Vol. 20, No. 3, Special Issue: Ethnicity and Identity in Southern Africa. (Sep., 1994), pp. 433-446. Etnicity and Federalism: The Case of KwaZulu/Natal.
Ortiz, Renato. (1996) Introducción. Otro territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo. Ed. Universidad Nacional de Quilmas, Buenos Aires.
Rosas Mantecón, Ana (1993) “Globalización, cultura y antropología”. Rev. Alteridades, 3 (5): 79-91.
Sampson, Anthony. (1965) África y el sentido común. Ed. EUDEBA, Buenos Aires.
Schreaeder, Peter.2000. African polotics and Society: a mosaic in transformation. Macmillan ;St. Press . New York.
Vail, Leroy, editor. The Creation of Tribalism in Southern Africa. 1989. London Berkeley:  Currey University of California Press.

A continuación escenas de la película Zulú (1.964)

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