En latín, humilde vienes de humilis, que a su vez viene de humus. Somos humildes cuando somos capaces de desnudarnos. Y en ese «soltar» está lo que nos hará crecer en el futuro, como las hojas que se despiden del árbol cada otoño para devenir su alimento y abono, su retención de humedad en verano, su nido de vida para insectos que luego polinizarán sus flores.
En griego clásico, humilde significa «pequeño». Porque es humilde quien reconoce la grandeza de lo que le rodea, y en ese gesto interno es capaz de ver lo realmente valioso. El que es humilde sabe reconocer la grandeza y la belleza de aquello que le rodea y tiene ese don.
Humano y humus tienen el mismo prefijo. No es baladí, nacemos de la tierra y volvemos a ella. Y este planeta surgió, algún día, de una inmensa nube de gas, rocas y polvo. Somos polvo de estrellas latiente, vivo, capaz de tomar consciencia. Somos hijos de la Tierra, y la luna, parece ser, también lo es, pero de una manera distinta.
Hay imágenes que despiertan evocaciones. Humanos fascinados por la belleza de la Luna, humanidad, pequeñez, humildad… Cuánto puede dar de sí el ejercicio de contemplar...
Alex Rovira
Fotografía: Sonia Maciel
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