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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

domingo, 2 de julio de 2017

La cruz y el número cuatro


Cuando los conquistadores españoles recorrieron por primera vez las tierras del nuevo continente se sorprendieron, en más de una oportunidad, al encontrar en ciertas prácticas aborígenes el signo de la cruz.
Atribuyeron a esta circunstancia un significado que vincularon a la sobrenaturalidad religiosa, a una especie de milagroso presentimiento de la llegada del cristianismo.
Los estudiosos modernos de las costumbres indígenas han encontrado con frecuencia en ciertos exorcismos curativos, asimismo, la presencia de la cruz. Muchas gentes creen que el signo así aplicado es posterior a la llegada de los españoles y una costumbre nacida como consecuencia de los milagrosos poderes atribuidos a la representación simbólica del madero en que fue sacrificado Jesús.
Se trata, en realidad, de un error. La verdad es que la cruz tenía para muchos pueblos originarios –como señala Tobías Rosenberg en uno de sus libros- un carácter sagrado y con ella aludían al número cuatro, al que atribuían, asimismo, una especial significación de alcances trascendentales.
Cita el escritor mencionado, en apoyo de su afirmación, el testimonio de Perea, autor de Las religiones primitivas, quien en su libro, recuerda que el número cuatro era sagrado tanto para los quichuas como para los aymarás. “El mundo –dice- estaba dividido en cuatro partes, el Perú, en cuatro regiones. Cuzco y las demás ciudades contaban cuatro barrios formados por cuatro calles que cortaban las ciudades en cruz; la sociedad comprendía cuatro castas: los incas, los curacas, los nobles y los plebeyos; en fin la población presentaba cuatro nacionalidades reconocidas oficialmente: los antis, los Kuntis, los chinchas y los kollas. Había cuatro fiestas en el año y en cada novilunio una fiesta que duraba cuatro días”.


El origen de esta adoración del número cuatro, representada por la cruz, radica, según otros estudiosos de estas cuestiones, en la primitiva adoración indígena de los cuatro puntos cardinales, guías naturales de sus pasos tanto de día como de noche, en sus largas andanzas a través de las montañas y los llanos desiertos de sus dilatados territorios.
Los muyscas, por ejemplo, llevaban esta adoración hasta el extremos de edificar sobre las tumbas de sus muertos pequeños, santuarios coronados por una cruz que representaba los cuatro genios de los puntos cardinales que, según la leyenda, fueron cuatro antepasados iniciales de la nación.
Es a estas circunstancias que obedece la particularidad de que en los exorcismos y en las prácticas mágicas autóctonas, el signo de la cruz aparezca con tan extraordinaria frecuencia. “Los pases de manos, de objetos y de animales en forma de cruz, por algún lugar enfermo –escribe Rosenberg- constituyen uno de los exorcismo más arraigados dentro de nuestra medicina aborigen”. El exorcismo, así realizado, lleva en sí, además del deseo de extraer el mal del cuerpo del paciente, la idea de que dicho mal será dispersado hacia los cuatro puntos cardinales.
Para curar una verruga, por ejemplo, se toma un grano de sal o de maíz y se lo pasa sobre la verruga trazando el signo de la cruz. Luego se echa el grano hacia atrás sin volver la cabeza. Cuando el paciente tiene varias verrugas se toman tan tos granos como verrugas haya y con los granos utilizados se hace un paquetito que se arroja de la misma manera. Si alguien, desprevenido o ignorante, recoge el paquetito, sufre las consecuencias de su descuido o su desconocimiento y se llena, por su parte, de verrugas.
Una mosca, despojada de las alas y pasadas en forma de cruz sobre un orzuelo es, -al igual que el anillo de oro frotado sobre una prenda, para que adquiera temperatura- un excelente remedio contra ese fastidioso mal.
Para curar el bocio, (aumento de tamaño de la glándula tiroides) la medicina indígena recomienda pasarse en forma de cruz el vientre de un sapo y para matar la lombriz solitaria, afirman los curanderos autóctonos, basta pasar en forma de cruz el pulgar mojado con aceite sobre la boca del estómago. 

Escrito por Ernesto Martinchuk

Fuente
La Voz del Pueblo (Tres Arroyos-Argentina) – 1ro de Julio de 2.017


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