Tengo
derecho a llorar. A cerrar los ojos y escapar a otro lugar. A soñar.
Tengo
derecho a romper mi mundo, a armarlo de nuevo, a volver a empezar.
Tengo derecho a encerrarme en la cama, a crear
un cuartel con frazadas. A esperar nuevas mañanas.
Tengo
derecho a estar torcido, a despertarme herido, a encontrarme perdido.
Tengo
derecho a declararme imperfecto, humano.
Tengo
derecho a tropezarme, a hacer silencio para escucharme.
Y sobre todo, tengo derecho a abrazarme, hasta
que pueda recuperar fuerzas, hasta que pueda levantarme.
Nicolás
Andreoli
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