¿Conocías que los NI-VANUATU mantienen rituales ancestrales con torres de madera desde donde se lanzan al vacío?
En las islas de Vanuatu, en pleno Pacífico Sur, vive uno de los pueblos más fascinantes y menos conocidos del planeta: los ni-Vanuatu, nombre con el que se identifica a los habitantes originarios de este archipiélago. Su historia está ligada al mar, a la tierra volcánica y a una cosmovisión donde los espíritus de la naturaleza siguen teniendo tanta fuerza como en tiempos remotos. Aunque hoy Vanuatu es una nación independiente, sus raíces indígenas se mantienen visibles en las aldeas, en la lengua —ya que existen más de cien dialectos en uso— y en la manera en que aún entienden el equilibrio entre comunidad y medioambiente.
Un dato poco difundido es que los ni-Vanuatu son los creadores del “land diving”, un ritual ancestral considerado el precursor del moderno salto en bungee. En la isla de Pentecost, los hombres construyen torres de madera de hasta 30 metros de altura desde donde se lanzan atados solo por lianas, en un acto de fe y valor que simboliza fertilidad y renovación de la tierra. Lo sorprendente es que esta práctica se realiza cada año, entre abril y junio, coincidiendo con la temporada de cosechas, y sigue siendo una tradición viva que asombra a los viajeros.
La organización social de los ni-Vanuatu también resulta intrigante. A pesar de las influencias coloniales de británicos y franceses, muchas comunidades se rigen todavía por sistemas de jefaturas tradicionales, donde el respeto a los ancianos y a los “hombres de grado” marca el estatus social. Esta estructura jerárquica se combina con creencias espirituales, como la veneración a los antepasados, y ha permitido mantener vivas costumbres que en otros pueblos del Pacífico se han perdido con el tiempo.
Los mitos y leyendas ocupan un papel central en la identidad de este pueblo. Se habla de espíritus que emergen de los volcanes para proteger las islas, de deidades marinas que controlan la abundancia de peces y de narraciones orales que pasan de generación en generación. Incluso existen cultos únicos, como el llamado “John Frum”, surgido en la Segunda Guerra Mundial, cuando los ni-Vanuatu vieron llegar tropas estadounidenses cargadas de provisiones y lo interpretaron como un mensaje divino. Hoy, este culto sigue vivo en algunas aldeas, mezclando religión y esperanza en un futuro de prosperidad.
La gastronomía local también ofrece curiosidades poco conocidas. El plato nacional, el laplap, se prepara con raíces como el taro o la yuca, mezcladas con coco y cocinadas bajo tierra en hornos tradicionales. Más allá de ser un alimento, el laplap representa unión comunitaria, pues se cocina y comparte en grandes reuniones familiares o rituales importantes. El viajero que se adentra en estas aldeas no solo prueba un sabor distinto, sino que participa en un acto colectivo cargado de simbolismo.
Los ni-Vanuatu, con sus torres de madera, sus lenguas ancestrales y sus rituales únicos, nos recuerdan que aún existen pueblos que resisten a la homogeneización cultural y mantienen vivas tradiciones que parecen sacadas de otro tiempo. Conocerlos no es solo viajar al Pacífico Sur, es acercarse a un mundo donde la vida gira alrededor de la naturaleza, el respeto por los ancestros y la fuerza de lo comunitario.
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