En el mundo inca existió un juego de estrategia que, aunque hoy permanece parcialmente en sombras, revela una sorprendente similitud con el ajedrez europeo. No era una copia ni una coincidencia: era una creación propia, diseñada para entrenar la mente en lógica, táctica y poder. Se jugaba sobre tableros de piedra con cuadrículas, usando piezas que representaban guerreros, animales sagrados o símbolos del imperio. Cada movimiento tenía peso político, ritual y simbólico. No era solo entretenimiento: era una forma de pensar el conflicto, de simular la guerra, de preparar al estratega.
Este juego, conocido en algunas fuentes como taptana o quipu de guerra, formaba parte de la educación de élites y administradores. Se jugaba en plazas ceremoniales, rodeado de espectadores que leían cada jugada como si fuera una decisión imperial. La lógica del juego reflejaba la cosmovisión andina: dualidad, complementariedad, equilibrio entre fuerzas opuestas. No se trataba de eliminar al otro, sino de entenderlo, de anticiparlo, de mantener el orden.
En Europa, el ajedrez ya se había consolidado como el juego de reyes. Importado desde Persia y adaptado por la nobleza medieval, el ajedrez europeo era también una escuela de estrategia, pero con una lógica distinta: jerárquica, lineal, basada en la conquista. El rey, la reina, los caballos y los peones se movían según reglas estrictas, reflejando la estructura feudal y la visión cristiana del mundo. El tablero era campo de batalla, no espacio ritual.
La comparación entre ambos revela dos formas de entender el poder. En los Andes, el juego era circular, simbólico, vinculado al ciclo agrícola y al equilibrio cósmico. En Europa, era competitivo, reflejo de una sociedad que avanzaba por dominación. Ambos entrenaban la mente, pero uno lo hacía para armonizar, el otro para vencer.
El juego inca no fue menos sofisticado que el ajedrez. Fue simplemente distinto. Y su existencia demuestra que la estrategia, como el pensamiento abstracto, no es patrimonio de una sola cultura, sino una necesidad humana que toma formas diversas según el paisaje, la historia y el alma de cada civilización.
Fuente: Eco del pasado
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