Los indios navajos curan cantando y pintando.
Estas artes medicinales, sagrado aliento contra el desaliento, acompañan el trabajo de las hierbas, el agua y los dioses.
Durante nueve noches, noche tras noche, el enfermo escucha el canto que espanta las malas sombras que se han metido en su cuerpo, mientras los dedos del pintor pintan en la arena flechas, soles, lunas, aves, arcoíris, rayos, serpientes y todo lo que a sanar ayuda.
Concluidas las ceremonias de la curación, el paciente regresa a su casa, los cantos se desvanecen y la arena pintada vuela.
Los hijos de los días – Eduardo Galeano - Siglo XXI, Buenos Aires, 2012.
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