Antes de
que se conociera el término "sustentable", los indígenas convivían
con su entorno sin destruirlo y hoy luchan para seguir viviendo de esa forma.
Para eso se organizan fronteras adentro y afuera y denuncian atropellos de los
gobiernos y las multinacionales.
Los pueblos originarios conciben
a la naturaleza con parte de su ser y esencia y se niegan a adoptar la lógica
de la explotación y el usufructo económico. Antes de que se conociera el
término "sustentable", los indígenas convivían con su entorno sin
destruirlo y hoy luchan para seguir viviendo de esa forma.
El ambiente según dos visiones
contrapuestas
Los pueblos indígenas
(cualesquiera que sean) tienen una cosmovisión en la que el hombre es un ser
más entre otros de la naturaleza y, en cambio, la cultura occidental es
eminentemente antropocéntrica, concibe al hombre como centro de la naturaleza y
su tarea es dominar todas las cosas.
En un congreso sobre
la tierra, realizado en el año 2.014, los participantes definieron de este modo
su relación con el entorno natural: "Los pueblos originarios somos
hijos de la tierra, que para nosotros es sagrada, por eso afirmamos que no
somos dueños de la tierra sino parte de ella, que no la queremos para
explotarla sino para convivir con ella, para trabajar cuidando la naturaleza
con un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad".
Ese modo de
concebir al suelo como un espacio religioso, un lugar de esperanza e identidad,
la base y el sustrato de su cultura. Sin la garantía de tierra no hay condición
alguna de su sobrevivencia como pueblos y como etnias portadores de culturas
originales.
El aborigen sin
tierra no es aborigen. Para ellos la tierra no es una simple mercancía o un
bien de producción y lucro. Es como su espacio cultural, el lugar de sus mitos
y su historia. Es el hábitat de vida penetrada de tradiciones y valores. Es el
lugar donde reposan sus antepasados. Es la madre-tierra con quien conviven y
mantienen una relación mística y religiosa, dice el documento.
Fotografía: Colectivo Guías |
Viviana Figueroa,
integrante del pueblo kolla, especialista en Derechos Humanos y Derecho de los
Pueblos Indígenas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos explicó a esta agencia: "Los pueblos indígenas
poseemos una cosmovisión diferente del resto de la sociedad respecto del medio
natural, nos consideramos parte del medio, no estamos para dominarlo. Entre los
kollas somos parte de la Pachamama, de la apacheta. Por eso es que nuestros
mitos tienen que ver con el respeto a la naturaleza".
Figueroa, diplomada
en Derechos Humanos y Derecho
a la Educación de la Universidad de Verano (Ginebra) contó que en su etnia, el
coquena (ser mítico) cuida los animales, como la vicuña y el guanaco y nadie
puede matarlo porque se le ocurra. "Si así sucede, esa persona romperá el
equilibrio, faltará el respeto a la naturaleza y como consecuencia padecerá
enfermedades incurables que lo pueden llevar incluso a la muerte. Esa es la
visión que se transmite de generación en generación y nadie la pone en
duda", dijo.
"Todos los
pueblos indígenas de Latinoamérica tienen esa concepción, que se torna más
visible en aquellos que son cazadores recolectores. Esos pueblos ven afectada
su situación cuando se producen las grandes deforestaciones por el avance de la
agricultura y ahí surgen los graves problemas alimentarios", manifesto.
Escrito: Juan
Ignacio Manchiola (Ecoportal)
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