En el mundo indígena americano, la ingesta de ciertas plantas en contextos de ceremonias dirigidas por chamanes [1] y con estrictos fines medicinales, produce estados ampliados de consciencia que permiten tanto al chamán como al paciente encarar juntos el proceso de curación. Son las llamadas plantas sagradas.
Las más conocidas son la ayahuasca;
el cebil; el san pedro o wachuma; el toé o floripondio; el chamico; el canelo;
la epena y la coca (Sudamérica); el peyote y los hongos psilocibios
(Norteamérica y Mesoamérica) y el tabaco (en todo el continente). [2]
Estas plantas, cuyo uso es de una
antigüedad milenaria, se distinguen de las otras plantas medicinales porque
permiten alcanzar aquellos estados que permiten el viaje a otros planos y/o
dimensiones de la realidad, ese mundo invisible que está poblado por espíritus,
seres, entidades y fenómenos que están más allá de la realidad ordinaria.
Es que la idea de realidad que da
sustento a las cosmovisiones de los pueblos indígenas, es más compleja y
múltiple que aquella en la que nosotros, occidentales, fuimos enseñados y
acostumbrados a entender como la única posible.
La ingesta ceremonial y ritual de
estos vegetales posibilita tanto al chamán como al paciente tomar contacto con
el mundo invisible y los seres y situaciones que en él habitan; en el caso
particular del chamán se agrega la capacidad para viajar por esos mundos y
tomar de ellos los poderes, la información y las claves que necesitará – una
vez de regreso- en el proceso de diagnóstico y curación de la enfermedad. Una
de las máximas habilidades del chamán es precisamente la de regresar, porque no
sólo es importante transitar por las otras realidades, sino el saber regresar
desde ellas a este mundo.
El descubrimiento de estas poderosas
plantas por parte de Occidente, así como el sentido de su utilización y su
eficacia como parte sustantiva de la medicina indígena, puso en evidencia la
existencia de otras formas de sabiduría y de conocimiento, insertas en los
contextos más amplios de las complejas cosmovisiones originarias.
Cuando decimos la existencia de
otras formas de conocimiento, nos referimos a que tenemos que hacer el esfuerzo
de dejar de lado los parámetros de nuestros modelos cognitivos o las leyes de
la ciencia occidental con que habitualmente nos movemos y tratar en cambio de
entender que existen otras maneras diferentes de concebir el mundo, la vida y
el universo y que esas maneras pueden ser tan valiosas como las nuestras. Tal
es lo que sucede con las cosmovisiones indígenas.
Es en este marco de análisis que
desde hace ya muchos años he dejado de utilizar el término alucinógeno para
definir a estas plantas. Lamentablemente ese término aún se sigue utilizando en
ciertos círculos académicos y, a mi entender, en forma equivocada ya que
confunde “la connotación patológica que tiene con el sentido espiritual,
ceremonial y curativo que, por el contrario, el uso de estos vegetales tiene
entre los indígenas”. (Martínez Sarasola 2010:146; ver también Llamazares y
Martínez Sarasola 2004: 260).
Hoja de Coca |
Me parece importante en esta
dirección reafirmar la utilización de la expresión “plantas sagradas” (de uso
extendido en el mundo indígena), así como también “plantas psicoactivas” (que
actúan sobre la psique), “plantas maestras” (porque ellas enseñan) o
“enteógenos”. Este último vocablo, muy utilizado en los últimos años, fue
creado en 1979 por Gordon Wasson, Carl Ruck, Jeremy Bigwood, Dany Staples y
Johnattan Ott para reemplazar precisamente al cuestionado “alucinógeno”;
“enteógeno” significa “que genera a Dios en nuestro interior” y creo que es un
término que transmite con bastante precisión el sentido y función de estos
vegetales.
Este último aspecto, el de ser instrumentos de comunicación con los planos sagrados, es más que importante porque completa el profundo sentido que ellas tienen para las concepciones indígenas y chamánicas al generar la posibilidad del contacto directo y personal de las personas con lo sagrado, con la divinidad. Y esta conexión espiritual cobra una relevancia aún mayor porque para los pueblos originarios el concepto de salud tiene que ver precisamente con el estar en equilibrio espiritual, mientras que por el contrario, la enfermedad es producto de un desequilibrio del espíritu. La función del chamán es colocar al paciente, restaurar su equilibrio, devolverlo a su eje, ese que conecta firmemente a la persona con la Tierra y el Cielo.
Este último aspecto, el de ser instrumentos de comunicación con los planos sagrados, es más que importante porque completa el profundo sentido que ellas tienen para las concepciones indígenas y chamánicas al generar la posibilidad del contacto directo y personal de las personas con lo sagrado, con la divinidad. Y esta conexión espiritual cobra una relevancia aún mayor porque para los pueblos originarios el concepto de salud tiene que ver precisamente con el estar en equilibrio espiritual, mientras que por el contrario, la enfermedad es producto de un desequilibrio del espíritu. La función del chamán es colocar al paciente, restaurar su equilibrio, devolverlo a su eje, ese que conecta firmemente a la persona con la Tierra y el Cielo.
Todo este extraordinario y ancestral
conocimiento se transmite de generación en generación y “con las restricciones
propias de los saberes reservados” (Llamazares y Martinez Sarasola 2004),
debiendo el chamán mantener a lo largo de su vida una disciplina casi ejemplar,
detalladamente pautada, lo que le permitirá ejercer su oficio en el marco de la
seriedad y el respeto que la cosmovisión y las plantas requieren.
Hay que tener siempre presente que,
para la concepción chamánica, la planta sagrada es un ser vivo que durante la
ceremonia ingresa en el cuerpo del paciente. Una vez allí, el espíritu de la
planta dialogará con el espíritu de esa persona, acción que será guiada por el
chamán, con sus cánticos, tambores, sonajas, el humo del tabaco y/o alguna de
las distintas técnicas extáticas que le ayudarán en la curación. Todo este
delicado proceso, en que dos espíritus de distintas especies interactúan para
la curación, es parte central de estas ceremonias, denotando una vez más “lo
serio de esta cuestiones” como los mismos indígenas definen a ciertos temas
centrales de sus culturas.
En los últimos años, las plantas sagradas han salido de sus lugares de origen y
están “viajando” por distintas partes del mundo, muchas veces de la mano de
chamanes que convidan en ceremonias ecuménicas a personas de distintos
orígenes. También muchas de estas personas han accedido a estas experiencias en
el propio ámbito de los indígenas. En muchas ocasiones estas sesiones tienen el
sentido curativo, medicinal y trascendente que explicamos anteriormente, pero
en otros casos se realizan por el mero hecho de experimentar o con fines
puramente recreativos. En muchos casos también estos encuentros son guiados por
personas no capacitadas y, por lo tanto, que no están en condiciones de llevar
adelante los mismos y menos aún implementar fines medicinales.
Ayahuasca |
Creo que estos conocimientos, tan
antiguos como valiosos, hoy se están abriendo a muchas personas más allá de las
fronteras del mundo indígena e incluso posibilitando el desarrollo de muy
destacados proyectos vinculados con la salud [3]. Es auspicioso que estos
conocimientos puedan extenderse a cada vez más personas, pero es clave también
que ello se haga atendiendo a los marcos ceremoniales y rituales que
constituyen una complementariedad ineludible. Tener en cuenta estos marcos;
contar con la guía de chamanes reconocidos y/o personas de conocimiento
debidamente capacitadas y autorizadas y, muy especialmente, no olvidar el
sentido profundamente espiritual de estas experiencias son algunos de los
aspectos a considerar para que los procesos curativos con esta otra medicina, sean
cuidados, efectivos y respetuosos.
Carlos Martínez Sarasola
Carlos Martínez Sarasola
Peyote |
Notas
[*] Especializado en la etnohistoria y los estudios de la frontera como metáfora de la construcción de la Argentina, sus libros son de referencia en la temática indígena. Profesor en Universidades nacionales y del exterior, investiga también sobre las cosmovisiones originarias, la idea de realidad que las sustenta y el chamanismo, en el marco de los procesos de reetnización y espiritualidad emergentes. En la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) se desempeña como docente e investigador de la Maestría y el Instituto en Diversidad Cultural. Es miembro de la comunidadgünün ä küna mapuche Vicente Catrunao Pincén.
[*] Especializado en la etnohistoria y los estudios de la frontera como metáfora de la construcción de la Argentina, sus libros son de referencia en la temática indígena. Profesor en Universidades nacionales y del exterior, investiga también sobre las cosmovisiones originarias, la idea de realidad que las sustenta y el chamanismo, en el marco de los procesos de reetnización y espiritualidad emergentes. En la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) se desempeña como docente e investigador de la Maestría y el Instituto en Diversidad Cultural. Es miembro de la comunidadgünün ä küna mapuche Vicente Catrunao Pincén.
[1] El término “chamán” (de la lengua tungus de Siberia “saman”: “el que se mueve”) fue universalizado por la antropología y hace referencia a aquellas personas que en las comunidades indígenas tienen no sólo la tarea de curar sino la de comunicarse con los distintos planos de realidad. Cada pueblo indígena tiene su propia denominación para estas personas sumamente destacadas en la organización social.
[2] El tabaco está considerado entre
los indígenas la principal planta sagrada. Es originaria de América y su uso
fue desacralizado por Occidente luego que los conquistadores lo llevaran y difundieran
por Europa. Cuando nos referimos aquí al tabaco lo hacemos en relación al
vegetal ancestral (y su uso) que no tiene nada que ver con el nocivo producto
“cigarrillo” o tabaco industrializado que tanto perjuicio ha traído.
[3] En Tarapoto, Perú, existe desde
hace muchos años el Centro Takiwasi que, con el Dr. Jacques Mabit al frente de
un equipo de especialistas occidentales e indígenas, se dedica a la curación de
adictos utilizando plantas sagradas.
Carlos Martínez Sarasola es un antropólogo argentino.
Licenciado por la Universidad de Buenos Aires en 1974, se ha
especializado en los estudios indígenas, etnohistóricos y de la frontera como
metáfora de la construcción del país.
Ha sido docente e investigador de
las Universidades Nacionales de Buenos Aires, Salta, Río Cuarto y del
Salvador. Profesor en actividades de posgrado en las universidades de Buenos
Aires, Río Cuarto, Tres de Febrero y Católica Argentina. En el
exterior ha dictado conferencias y/o seminarios en la New School for Social
Research (New York) Universidad Autónoma de Occidente (Cali, Colombia) y
California Institute of Integral Studies, CIIS (San Francisco, California)
Es autor de varios libros que son de
referencia en la temática indígena. Nuestros paisanos los indios (vida
historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina), cuya primera
edición apareció en 1992, fue el primero, fruto de más de quince años de
investigación. En los últimos años investiga acerca de la cosmovisión indígena
americana, la concepción de realidad que la sustenta y el chamanismo, en el
marco de los procesos de reetnización y espiritualidad emergentes en América.
Dichos procesos lo han ido involucrando desde un compromiso más personal,
siendo en la actualidad un integrante más de la comunidad günün ä küna mapuche
Vicente Catrunao Pincén.
Entre 1998 y 2011 fue miembro del
Consejo Interamericano sobre Espiritualidad Indígena (Morelia, México).
Co-fundador y Director de la
Fundación Desde América, una ONG de Buenos Aires, Argentina (1994-2012)
dedicada a promover el conocimiento de la sabiduría, el arte y la cosmovisión
de los pueblos indígenas de la Argentina y América en su encuentro con los
nuevos paradigmas emergentes en Occidente a través de la investigación, la
docencia, la difusión y los programas de fortalecimiento de comunidades
indígenas.
En la actualidad es Profesor e
Investigador de la Maestría y el Instituto en Diversidad Cultural de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) donde también se desempeña
como coordinador de la carrera de Especialización en Estudios Indoamericanos.
Es miembro de TEFROS, Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur (Universidad
Nacional de Rio Cuarto).
Magnifico articulo, muy esclarecedor <3 Gracias infinitas
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