Antiguamente,
nuestros ancestros, enterraban a sus muertos con ritos y ceremonias muy
particulares, rodeados de una profunda espiritualidad y respeto por sus
orígenes naturales, devolviendo a la tierra esos cuerpos inertes, que a su vez
en el ciclo de su descomposición abonarán la tierra para cumplir con su
regeneración, reciclaje natural.
Luego
con la irrupción en estas tierras de los invasores - conquistadores y supuestos civilizadores, arrasaron a su paso con siglos de culturas. Se fue perdiendo ese fabulosos caudal de tradiciones ancestrales, dando lugar a otras, que muy lejos de favorecer y enriquecer a las ya existentes, las aplastaron y sometieron hasta desaparecer. Fue así como a través del tiempo, se fueron agregando nuevos hábitos que nos apartaron de nuestras raíces.
Incorporamos costumbres de otras culturas
que nada tienen que ver con nuestras raíces, nos impusieron hasta una nueva
forma de llorar a nuestros muertos, depositándolos dentro de cajas de madera,
pero no sentimos ni la más mínima pena, ni derramamos una sola lágrima cuando destruimos
la vida de los árboles que talamos para extraer la madera con la que construyen
las cajas mortuorias.
Aún no hemos tomado conciencia de que cada ser vivo
cumple un rol de vital importancia dentro de nuestro ambiente natural, nada
está hecho al azar, en el universo rige la armonía para que cada cual ocupe su
lugar, las estrellas, los planetas, si no fuera así reinaría el caos, como
ocurre en la tierra, que con total insolencia continuamos diezmando, destruyendo
la naturaleza, poniendo en serio riesgo y peligro nuestra existencia como
especie. Nuestra ceguera nos priva de contemplar la belleza de la vida en su
real dimensión, incluso pretendemos desconocer el origen común de nuestra
existencia clasificando a los seres humanos en categorías de clases, razas, sin
embargo estamos dotados para vivir en perfecta armonía con los demás seres y el
mundo que nos rodea.
Supuestamente los seres humanos, por ser quienes poseemos la facultad de pensar y razonar, deberíamos ser los encargados de mantener el equilibrio para que la armonía, que alguna vez reinó en la faz de la tierra, vuelva a lograrse en todos los órdenes, pero lamentablemente el hombre ha utilizado mezquinamente su inteligencia, adueñándose de todo, dándole rienda suelta a su codicia, desencadenando este desastre ecológico del que conciente o inconcientemente somos protagonistas.
Antes de la llegada de los "conquistadores”
( civilizadores - evangelizadores ) a nuestras tierras, los aborígenes vivíamos
en la quietud que genera la paz espiritual de aquellos tiempos, los Dioses
percibían las plegarias de los cantos y danzas rituales, testimonio cabal del
respeto y amor a la vida, el sol alumbraba con su majestuosidad la plenitud de
la armonía, los hombres vivían en paz consigo mismo y con la naturaleza que le
proporcionaba todo lo que necesitaba y la sabiduría de los seres de aquel
entonces de aprovechar los frutos de la tierra, retribuyendo su generosidad con
su esfuerzo de preservarlo con la delicadeza que se merece la Madre Tierra.
Compartido por: Carmen Alicia Robles
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