Hace tiempo, cuando los
aztecas dominaban el Valle de México, los otros pueblos debían obedecerlos y
rendirles tributo, pese a su descontento. Un día, cansado de la opresión, el
cacique de Tlaxcala decidió pelear por la libertad de su pueblo y empezó una
terrible guerra entre aztecas y tlaxcaltecas.
La bella princesa
Iztaccíhuatl, hija del cacique de Tlaxcala, se había enamorado del joven
Popocatépetl, uno de los principales guerreros de este pueblo. Ambos se
profesaban un amor inmenso, por lo que antes de ir a la guerra, el joven pidió
al padre de la princesa la mano de ella si regresaba victorioso. El cacique de
Tlaxcala aceptó el trato, prometiendo recibirlo con el festín del triunfo y el
lecho de su amor. El valiente guerrero se preparó con hombres y armas,
partiendo a la guerra después de escuchar la promesa de que la princesa lo
esperaría para casarse con él a su regreso. Al poco tiempo, un rival de
Popocatépetl inventó que éste había muerto en combate. Al enterarse, la
princesa Iztaccíhuatl lloró amargamente la muerte de su amado y luego murió de
tristeza.
Popocatépetl venció en
todos los combates y regresó triunfante a su pueblo, pero al llegar, recibió la
terrible noticia de que la hija del cacique había muerto. De nada le servían la
riqueza y poderío ganados si no tenía su amor.
Arte> Walter Gomez |
Entonces, para honrarla y a
fin de que permaneciera en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó que
20,000 esclavos construyeran una gran tumba ante el Sol, amontonando diez
cerros para formar una gigantesca montaña.
Desconsolado, tomó el
cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que
tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso póstumo, tomó una
antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su
sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron, lenta e
irremediablemente, en volcanes.
Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo tristísimo…
Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo tristísimo…
Durante muchos años y hasta
poco antes de la Conquista, las doncellas muertas por amores desdichados eran
sepultadas en las faldas del Iztaccíhuatl.
En cuanto al cobarde
tlaxcalteca que por celos mintió a Iztaccíhuatl sobre la muerte de
Popocatépetl, desencadenando esta tragedia, fue a morir desorientado muy cerca
de su tierra, también se convirtió en una montaña, el Pico de Orizaba y se
cubrió de nieve. Le pusieron por nombre Citlaltépetl, o “Cerro de la estrella”
y desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca,
jamás podrá separar.
Fuente>
cuentosmagicos.blogspot.com
No conocía ésta hermosa leyenda.Gracias por publicarla
ResponderEliminarMéxico tiene miles de leyendas,solo que se a perdido la costumbre de contarlas a nuestros hijos por verguenza. Recobremos nuestras leyendas y costumbres que son magicas. Contemos con orgullo las leyendas que sabemos o escuchamos alguna vez!!!.
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