“Nuestra medicina se ha
ido, sin mayor control, de la selva a las ciudades. Entonces, muchos blancos
que han visto o participado en los rituales creen que esto es cuestión de un
día, pero están equivocados. Yo, que tengo toda mi vida en esta práctica
ancestral, no he terminado de aprender”, cuenta el taita siona Juan Aguaje, de
64 años de edad y con más de 40 practicando rituales sagrados con el yagé.
Para él, hoy muchos taitas
se han vuelto comerciales y se han olvidado de la verdadera esencia del
conocimiento ancestral, que consiste en llevar el ‘remedio’ a quien lo
necesite, desde el punto de vista espiritual, físico y mental. Dice que, además
de la toma, hay que saber sembrar la planta, prepararla, e identificar y
orientar a quienes la necesitan. Hoy, muchos se ‘vuelan’ esos pasos para
convertir la actividad en un negocio.
En la puerta de entrada a
la Amazonia, los taitas, que por siglos han practicado la medicina indígena,
comparten la preocupación por el futuro de sus remedios sagrados. Denuncian que
muchos jóvenes de la región se han autodenominado chamanes y ofrecen sus
servicios sin conocer a fondo el poder de esta planta selvática. Por ejemplo,
Aguaje estuvo internado en la selva por más de 12 años con sus abuelos o taitas
para estudiar la planta, hasta que lo autorizaron para que pudiera ejercer.
“No es ningún alucinógeno;
lo que pasa es que muchos irresponsables le están echando a la ayahuasca una
planta que se llama borrachero, conocida en la ciudad como burundanga, la cual,
al contrario del yagé, es peligrosa y no permite que quien la tome esté
consciente de lo que está pasando”, recalca el taita.
Entre el 24 y el 28 de
julio del año 2000, la Unión de Médicos Yageceros de la Amazonia Colombiana
(Umiyac) se reunió en el resguardo indígena de Buenavista, en el río Putumayo,
para aprobar un código de ética médica indígena, en el que explica qué es el
yagé y su importancia curativa.
Según el acuerdo, el yagé
es el ‘rey de los vegetales’ y la madre de todas las plantas medicinales.
“Con él aprendemos nuestra
sabiduría, conocemos las plantas medicinales y los remedios de la naturaleza
para el diagnóstico de todas las enfermedades y curar muchas de ellas”, dice.
También califica como
intransigentes las afirmaciones de la medicina occidental, que califica al yagé
como una planta alucinógena, tóxica y que induce al ‘vicio’.
Luis Flórez, un mestizo de
madre de la etnia inga, prepara un yagé de color marrón oscuro. Hacerlo le
puede llevar hasta tres días seguidos al pie del fogón, batiendo el bebedizo
mientras canta al ‘gran chamán’ para pedirle que lo ayude a hacer una pócima
con la consistencia correcta y en el punto exacto.
La ceremonia dura toda la
noche. Comienza primero con una charla sobre lo que se debe o no hacer antes
durante y después de la toma del bebedizo. Por ejemplo, en los días previos
están vetados el alcohol, las carnes rojas y sustancias psicoactivas como la
cocaína.
Quienes lo hagan pueden
sufrir una experiencia bastante fuerte, pues el yagé actuará con toda su
energía para desintoxicarlos, advierte. El taita reflexiona además sobre la
importancia de cuidar el planeta y agradecer por lo que este le entrega al
hombre para vivir.
Tras las recomendaciones, y
después de amarrarse su melena ceniza y larga, Flórez invita a quienes tomarán
a que hagan un círculo en la maloca que tiene en la vereda Los Andes, a unos 30
minutos del centro de Mocoa. En el suelo, en el centro de la estructura de
madera y hojalata, hay cuatro velas encendidas, en cruz. Las acompaña un jarrón
de flores, conocidas como maraquitas debido a su forma, similar a la del
instrumento musical. También un palo santo encendido que expulsa de su interior
un aroma, junto a una olla de barro con agua.
Entonces, Flórez recibe la
autorización del que llama el ‘gran padre’ para continuar con el rezo y con los
cánticos sagrados al bebedizo, muchos de ellos inspirados en las aves
selváticas de la región. Su voz la acompaña la música de tambor, flauta y
armónica, en un proceso que dura cerca de 20 minutos.
En ese momento está listo
el yagé para sacarlo de un tarro plástico, pasarlo a un tazón esmaltado y
mezclarlo con agua.
Cuando el taita confirma
que se puede beber, se sirve en una pequeña totuma una cantidad equivalente a
la de un trago doble, se lo lleva a la boca y lo traga pausadamente con agua;
la mitad primero y luego el resto.
El efecto no aparece hasta
después de media hora, y mientras tanto Flórez comparte sus instrumentos
musicales con los participan del ritual para que lo acompañen en los cánticos
sagrados. Según él, potencian la medicina.
El yagé es una purga.
Muchos vomitan en más de cinco ocasiones o les da diarrea, o las dos cosas al
tiempo. Todo depende, recuerda el chamán, del propósito y la confianza que cada
persona le ponga al remedio sagrado.
Para los taitas del
Putumayo, el yagé seguirá presente en su vida y en la de los habitantes del
piedemonte amazónico hasta que Dios lo quiera, pese a las adversidades y
cuestionamientos que esta planta enfrenta. Afirman que la clave de una buena
experiencia con su medicina sagrada depende del corazón de quien la prepara.
Por eso, es la misma
comunidad la que los gradúa como médicos indígenas de prestigio. De estos hay
muy pocos. En la mayoría de las etnias el número de taitas con alto grado de
responsabilidad no pasa de siete, y todos son mayores de 60 años o próximos a
esa edad.
Glosario:
Yagé: Ayahuasca
Taita: Médico tradicional
de la Selva Colombiana
Artículo editado por el
CISEI
Fuentes:
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