Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

sábado, 27 de septiembre de 2025

Lengua Quechua




¿CONOCÍAS QUE LOS QUECHUA GUARDAN UN LENGUAJE MILENARIO QUE SOBREVIVIÓ AL IMPERIO INCA Y A LOS SIGLOS DE COLONIAJE? 

Los quechua son uno de los pueblos indígenas más numerosos de toda América del Sur, descendientes directos de las comunidades que dieron vida al gran Imperio Inca. Lo que muchos desconocen es que su idioma, el runasimi o quechua, llegó a ser la lengua oficial de los incas y hoy todavía lo hablan más de ocho millones de personas en países como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile y Argentina. Este detalle convierte a los quechua en los guardianes de una de las tradiciones lingüísticas más extensas del continente, un puente vivo entre el pasado y el presente.

La cosmovisión quechua es profundamente agrícola y comunitaria. Creen en el principio de la ayni, la reciprocidad, donde cada acción que uno da a la tierra o a otra persona regresa multiplicada. Esa forma de vida sigue influyendo en sus prácticas cotidianas: las mingas (trabajos colectivos) para levantar una casa o sembrar una chacra son ejemplos claros de cómo la comunidad funciona como un solo cuerpo. Aún hoy, en pleno siglo XXI, esas costumbres continúan vigentes en aldeas de los Andes.

Otro aspecto fascinante es su relación con la naturaleza. Para los quechua, la Pachamama no es solo “madre tierra”, sino un ser vivo que siente y responde al cuidado o al descuido humano. Las ofrendas con hojas de coca, chicha o maíz son rituales cotidianos que expresan respeto hacia ella. Y no se trata de actos folclóricos: la espiritualidad quechua sigue siendo parte central de su identidad, transmitida de padres a hijos con un simbolismo que nunca perdió vigencia.

La vestimenta también cuenta historias. Los ponchos coloridos, los chullos de lana con orejeras y las polleras de varios pliegues no son solo adornos, sino que marcan la identidad de cada región. Un quechua de Cusco no viste igual que uno de Potosí, y esos matices son códigos que ellos leen con facilidad. El tejido, además, guarda diseños que reproducen constelaciones o símbolos ancestrales que solo quienes conocen la tradición saben interpretar.

Pero no todo ha sido continuidad y resistencia: los quechua también enfrentaron siglos de marginación y pérdida de tierras. Sin embargo, a pesar de los intentos de borrar su cultura, han logrado mantener una herencia que hoy se reivindica más que nunca. Desde proyectos para enseñar runasimi en escuelas hasta el resurgimiento de danzas y músicas tradicionales, la cultura quechua vive un renacer que sorprende incluso a los investigadores.

Viajar a territorios quechua es encontrarse con un pueblo que nunca dejó de ser protagonista en la historia de los Andes. No solo por lo que representan como herederos del mundo inca, sino por su capacidad de mantener viva una visión del mundo que nos recuerda que sin comunidad ni respeto por la tierra, la vida pierde equilibrio.

Fuente:
Lenguas Indígenas

Com

La flor del mburucuyá (pasiflora) y su leyenda de amor y muerte


La pasiflora: entre la botánica, la fe y el arte

La pasiflora, también conocida como «flor de la pasión», es una planta que ha capturado la imaginación de botánicos, artistas y religiosos desde su descubrimiento en América en el siglo XVI. Su singular estructura floral fue interpretada por misioneros jesuitas como una representación simbólica de la Pasión de Cristo, lo que le otorgó un profundo significado espiritual y cultural.

Un descubrimiento con significado espiritual

Los misioneros jesuitas, al explorar las regiones tropicales de América, encontraron en la pasiflora una herramienta didáctica para la evangelización. Observaron que las partes de la flor podían simbolizar elementos de la crucifixión de Jesús:Los cinco estambres representaban las cinco llagas de Cristo.
Los tres estigmas simbolizaban los clavos de la crucifixión.
La corona de filamentos se asemejaba a la corona de espinas.
Los zarcillos evocaban los látigos utilizados en la flagelación.
Los pétalos y sépalos, en conjunto, representaban a los diez apóstoles fieles, excluyendo a Judas y Pedro.

Este simbolismo fue documentado por el jesuita Giacomo Bosio en su obra sobre la crucifixión, y más tarde, Carlos Linneo adoptó el nombre «Passiflora» en su clasificación botánica en 1753, derivado del latín flos passionis («flor de la pasión»).

La pasiflora en el arte y la ciencia

La fascinación por la pasiflora trascendió la religión y se manifestó también en el arte y la ciencia. Botánicos y artistas del siglo XVII, como Sydenham Teak Edwards, realizaron ilustraciones detalladas de la planta, destacando su complejidad estructural. Una de sus obras, representando la Passiflora alata, se encuentra en la colección del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Diversidad y distribuciónPassiflora edulis: productora del maracuyá, fruto apreciado por su sabor y propiedades nutricionales.
Passiflora incarnata: conocida por sus propiedades medicinales, especialmente como sedante natural.
Passiflora caerulea: destacada por sus flores azuladas y su resistencia en climas templados.

Legado cultural

La pasiflora ha dejado una huella en diversas culturas. En España, se la conoce como espina de Cristo, y en Alemania como Christus-Krone («corona de Cristo»). Su simbolismo ha inspirado leyendas, como la del mburucuyá en la cultura guaraní, que narra una trágica historia de amor:
La leyenda de Mburucuyá: amor y sacrificio

Según la tradición, Mburukujá (no su nombre cristiano, sino un apodo que le dio su amado guaraní) era una joven española que se enamoró en secreto de un aborigen. Su padre, un capitán, la había prometido en matrimonio a otro hombre, y por eso la mantuvo encerrada en su habitación, separada del amante.

Cada noche, el guaraní se acercaba a la casa y tocaba melancólicas melodías con su flauta para ella, pero una madrugada la música dejó de llegar. La joven esperó sin descanso, preocupada por su amor desaparecido. Finalmente, la madre del muchacho le reveló que su padre había matado al guaraní debido a ese amor prohibido.

Desesperada, Mburukujá escapó y encontró el cuerpo de su amado. Enterró al joven y, en un acto de profundo dolor, se suicidó clavándose una flecha en el pecho. La madre del muerto cubrió las tumbas de ambos.

Pronto, en el lugar del sepulcro creció una planta desconocida hasta entonces, con flores que se cierran al atardecer y se abren al amanecer. Esa flor, llamada mburucuyá, simboliza el sacrificio y el amor puro e inolvidable

Conclusión

La pasiflora es más que una planta ornamental: es un símbolo de la intersección entre naturaleza, arte, ciencia y espiritualidad. Su historia refleja cómo una flor puede convertirse en un puente entre culturas y disciplinas, recordándonos la profunda conexión entre el mundo natural y la experiencia humana.

Propiedades

La pasiflora se ha utilizado tradicionalmente por sus propiedades relajantes y calmantes. Se le atribuyen efectos como: Aliviar el insomnio y favorecer un sueño reparador Reducir el estrés, la ansiedad y la hiperactividad Relajar la musculatura tras el ejercicio Atenuar molestias como lumbalgias, ciáticas o jaquecas.

Ficha técnica: Passiflora incarnata L.
CategoríaDetalle
Nombre científico Passiflora incarnata L.
Nombres comunes Flor de la pasión, maypop, pasionaria, espina de Cristo
Parte utilizada Partes aéreas (hojas, tallos y flores)
Principales compuestos activos Flavonoides: isovitexina, vitexina, quercetina…
Alcaloides β-carbolínicos: harmano, harmina…
Otros: maltol, ácido ascórbico, aceites esenciales…Fuente: Pharmacognosy Reviews

Propiedades farmacológicas Ansiolítica y sedante
Antioxidante
AntiespasmódicaFuente: PubMed
Mecanismo de acción Potenciación del GABA. PMC
Aplicaciones clínicas Ansiedad leve
Insomnio
Síndrome de abstinencia
Seguridad Bien tolerada
Precaución con sedantes
No en embarazo
Estado regulatorio Reconocida por la EMA. EMA Report


Dolor - Amalia Rando Romero

Las experiencias traumáticas y dolorosas forman parte de nuestra vida desde que nacemos. A veces, no hay tiempo por las circunstancias de la propia vida, de darse cuenta que a corto y largo plazo nos afectará en la capacidad para gestionar nuestras emociones. Hay personas que borran hechos dolorosos con mucha facilidad, pero a otras, los traumas las persiguen durante toda la vida.

Amalia Rando Romero

La película peruana ‘Shiringa’ busca rescatar la humanidad tras el genocidio indígena por el caucho



La película peruana ‘Shiringa’ (árbol del caucho) dio inicio a su recorrido en salas de Lima para recuperar el sentido de humanidad, tal como cuenta su director Wilton Martínez, en una sociedad que, en su mayoría, desconoce el martirio y el genocidio que sufrió la población indígena amazónica hace un siglo, durante el apogeo de la explotación del caucho liderada por el millonario empresario y posterior político Julio César Arana.

Martínez ha dedicado un segundo documental, en diez años, al tema de la explotación del caucho en una región inhóspita de la Amazonía, cuando aún no estaban claros los límites fronterizos entre Perú, Colombia y Ecuador sobre el río Putumayo, porque «es una historia que el 99 % de peruanos no la conocen».

«Tiene que ver con memorias que tienen que sanar (…) no solamente recordadas, honradas, conmemoradas, historizadas (sic), sino sanadas», comenta Martínez a EFE durante la presentación de la cinta en el Lugar de la Memoria (LUM) en Lima.

El documental presenta los testimonios del artista nativo Brus Rubio, varios miembros de la comunidad indígena Pucaurquillo, y de Sheyla de Loayza, nieta de uno de los hombres de Arana, sobre los efectos que la explotación del caucho en varias comunidades amazónicas, así como el auge y abandono de la ciudad de Iquitos, la capital de la región peruana de Loreto.

«La historia del caucho no solamente es cuando llegaron los caucheros y hubo mucha riqueza», que duró poco, sino «la muerte de alrededor de 30.000 indígenas, que fueron esclavizados y obligados a trabajar», señala el director.

Los abusos detrás del caucho

recordado por la película ‘Shiringa’

Martínez añadió que no se puede entender la aparición de Iquitos sin la historia del caucho. Sus pobladores «recuerdan la casa bonita de los caucheros, con mayólicas (azulejos) de Portugal». «Esa mansión es lo poco que quedó porque los caucheros hicieron una fortuna y se la gastaron toda», apunta.

El director hace hincapié en que «los recuerdos dolorosos se tienen que dar, se les tiene que dar su lugar, porque si no, vuelven y salen de manera distorsionada, a veces de manera violenta, de manera perversa, como un resentimiento muy fuerte».



En la historia del caucho en Perú hubo varios países involucrados, tanto, Brasil, Congo, Estados Unidos, Reino Unido y Barbados, pues fue un cónsul irlandés Roger Casement a quien enviaron a investigar los crímenes atribuidos a Arana y a su empresa, domiciliada en Inglaterra, después de certificar abusos similares por explotadores del caucho en África.

«Los quemaban vivos, les cortan la cabeza, los flagelaban, los hacían correr y hacían tiro al blanco con ellos, unas crueldades que el mismo Roger Casement, dijo que ni siquiera en el Congo había visto, rememoró Martínez.

El exterminio de las comunidades nativas

Brus Rubio, artista del pueblo murui y bora, declaró a EFE que al menos cuatro comunidades amazónicas principales se vieron afectadas directamente en el Putumayo por la actividad de la extracción del caucho.

«La consecuencia, a partir de esta vorágine cauchera, ha sido la pérdida de muchos sabios, la pérdida de memorias, la pérdida de los tipos de organizaciones que teníamos», afirmó Rubio.

Contó que «cuando vinieron los caucheros, los encantaron o los conquistaron, con hacha, con machete, con ropa, con bandejas, con azúcar…», que no eran elementos propios de la comunidad.

Rubio acusó al Estado peruano de ser «cómplice» de la empresa de Arana, así como a los periodistas de entonces y al juez que presuntamente investigó al llamado ‘barón de caucho’, pero que no recibió condena y se hizo parlamentario.

País de espaldas a los indígenas

«Tenían que pasar 100 años como para poder conversar de esa temática. Esto es cómplice, mil veces cómplice porque gracias a eso se ha construido la ciudad de Iquitos, a base de la sangre de mis abuelos», expresó.

El artista plástico añadió que el Estado peruano «es de doble filo» porque la bandera que llevan es de la sangre murui bora, pero son ciudadanos del país en base al «sometimiento, en base a la injusticia, en base a la boca cerrada del Estado».

Este documental peruano ha resultado nominado al Premio Especial Grifone 2025 del Festival Internacional Nebrodi DOC (Italia) como mejor largometraje ambiental y de defensa de la biodiversidad, y se realizó tras ganar los estímulos económicos de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura de Perú.

‘Shiringa’ se estrenó el mes pasado en Iquitos y el próximo 26 se exhibirá en la sala Robles Godoy del Ministerio de Cultura, en Lima, antes de programarse nuevamente en otras salas de la capital y en la ciudad selvática de Pucallpa, entre otros puntos de la Amazonía peruana.

Fuente: EFE - Perú

https://efe.com/cultura/2025-09-26/pelicula-shiringa-peru/

Imágen: Fotograma cedido por Wilton Martínez del documental ´Shiringa’ donde se observa a niñas indígenas durante la fiebre del caucho a inicios del siglo XX. EFE/ Wilton Martínez

Ca

jueves, 25 de septiembre de 2025

Educación


Espiritualidad - Arnau de Tera


miércoles, 24 de septiembre de 2025

Pide permiso




Antes de cortar la rama de un árbol o quitar una flor, dile al espíritu del árbol o planta lo que vas a hacer, para que puedan retirar su energía de ese lugar y no sentir el corte tan fuerte.

Cuando vas a la naturaleza y quieres tomar una piedra que estaba en el río, pregúntale al guardián del río si te permite tomar una de sus piedras sagradas.

Si tienes que escalar una montaña o hacer una peregrinación a través de la selva, pide permiso de los espíritus y guardianes del lugar. Es muy importante comunicárselos aunque no se sienta, no se escuche o no se vea. Entra con respeto a cada lugar, ya que la naturaleza te escucha, te ve y te siente.

Cada movimiento que haces en el microcosmos genera un gran impacto en el macrocosmos.

Cuando nos acercamos a un animal, dale gracias por la medicina que tiene para ti.

Honra la vida en sus muchas formas y ten en cuenta que cada ser está cumpliendo su propósito, nada fue creado para llenar espacios, todo y todo el mundo está aquí recordando nuestra misión, recordando quienes somos y despertando del sueño sagrado de volver a casa.

Nativo americano 

martes, 23 de septiembre de 2025

Belgrano y el reglamento de los treinta pueblos: la revolución que no quisieron escuchar - Por Roberto Arnaiz



Imagínese usted, amigo, el año 1810. El Río de la Plata es un hervidero de incertidumbre: las invasiones inglesas todavía están frescas en la memoria, los criollos han levantado la cabeza en la Plaza de Mayo, y los ejércitos reales acechan desde el Alto Perú. En ese desorden de pólvora y discursos, aparece Manuel Belgrano. No lo veremos en este momento levantando banderas en Rosario ni peleando en Tucumán. No. Lo encontraremos en un rincón donde pocos lo buscan: escribiendo un reglamento para los treinta pueblos de las Misiones guaraníes.


Y acá está lo insólito: mientras medio continente todavía discute si debe jurar fidelidad al rey Fernando VII o romper definitivamente con su tutela, Belgrano se anima a pensar en el destino de los pueblos originarios. No se trata de retórica barata, sino de un programa concreto: devolverles tierras, darles maestros, asegurarles cosechas, abrirles un porvenir.



¿Se comprende? Estamos en 1810. En Europa los reyes todavía creen que gobiernan por gracia de Dios y en América los indios son vistos como sirvientes o estorbo. Y de pronto, un abogado de Buenos Aires, formado en Salamanca, escribe que esos guaraníes tienen derecho a ser ciudadanos de pleno derecho. ¡Un disparate sublime!


Una propuesta que huele a dinamita


El “Reglamento para el fomento y seguridad de los treinta pueblos de las Misiones” es un documento que, leído hoy, suena a proclama incendiaria. Belgrano ordena que cada familia tenga su pedazo de tierra, que la educación sea obligatoria, que se enseñe a leer y escribir, que haya escuelas de oficios y maestros pagos por el Estado. Habla de fomentar la agricultura, el comercio local, la producción artesanal. Y, por si faltaba pólvora, dice que las autoridades de cada pueblo debían ser elegidas entre los mismos guaraníes.



¿Lo imagina, querido lector? En 1810, cuando el grueso de la elite criolla pensaba en reemplazar al virrey para manejar el comercio a su antojo, Belgrano imaginaba una república de indígenas instruidos, cultivadores, electores, libres.


Tulio Halperín Donghi, con la frialdad de su estilo académico, escribió que Belgrano “no fue el político de los pactos fáciles, sino el hombre de los proyectos desmesurados”. Este reglamento es la prueba: un plan que no servía a los mercaderes, sino a los olvidados.

Los pueblos originarios en 1810: una herida abierta


En los primeros años del siglo XIX, cuando estalló la Revolución de Mayo, los pueblos originarios de la región rioplatense eran todavía una población significativa, aunque profundamente golpeada por siglos de conquista, enfermedades y despojo. Se calcula que hacia 1810 había unos 300.000 indígenas en el antiguo Virreinato del Río de la Plata, repartidos en distintas regiones: los guaraníes en Misiones y el litoral; los mocovíes y abipones en el Chaco; los mapuches, tehuelches y ranqueles en las pampas y la Patagonia; los diaguitas y calchaquíes en el noroeste; y los comechingones en las sierras cordobesas, entre otros.


Durante la colonia, la Corona española había impuesto un sistema de dominación brutal. Primero fueron las encomiendas, que obligaban a comunidades enteras a trabajar para los conquistadores. Más tarde, los repartimientos y el servicio personal, que mantenían a los pueblos originarios como mano de obra forzada en estancias, minas o en la producción agrícola.


Muchos grupos resistieron, como los guaraníes en las célebres Misiones Jesuíticas, que desde fines del siglo XVII habían creado una red de treinta pueblos con organización comunitaria, producción colectiva, música, escuelas y una relativa autonomía frente a los encomenderos. Aquellos pueblos eran una paradoja: orquestas que interpretaban a Bach en medio de la selva, talleres de impresión que editaban catecismos en guaraní, campos que producían para todos.


La expulsión de los jesuitas en 1767 fue un golpe devastador: los pueblos guaraníes quedaron sin la protección que, al menos en parte, los defendía del despojo. A partir de entonces, los funcionarios coloniales y comerciantes criollos aprovecharon para explotar esas tierras, desmontar el sistema comunitario y reducir a los guaraníes a la miseria. Para 1810, aquellos treinta pueblos que habían llegado a reunir más de 100.000 habitantes en su época de esplendor estaban despoblados, arrasados, con apenas unas decenas de miles de guaraníes dispersos y sometidos a trabajos forzados o a la pobreza extrema.


El resto de los pueblos originarios sufría una situación similar. Los mocovíes y tobas del Chaco habían sido empujados por las campañas militares hacia tierras cada vez más áridas. En las pampas, los tehuelches y mapuches mantenían su independencia, pero en tensión constante con las avanzadas criollas. En el noroeste, los diaguitas vivían bajo el dominio de hacendados que controlaban la tierra y utilizaban a las comunidades como peones.


En este escenario de despojo, marginación y violencia, Belgrano se animó a escribir un reglamento que reconocía derechos políticos, económicos y educativos a los guaraníes. No es exagerado decir que, en un continente donde la mayoría de las elites pensaban en los indígenas como un problema o un estorbo, Belgrano los consideraba parte esencial de la patria naciente.


Y aquí conviene traer una voz que rara vez se escucha. En 1796, un cacique guaraní de San Carlos escribió al gobernador: “Nos han quitado los padres y ahora nos tratan como bestias. Queremos tierra para sembrar, queremos que nuestros hijos aprendan a leer como antes”. Esa súplica, perdida en archivos, es el eco vivo que Belgrano recogió en su reglamento: la demanda de dignidad, la certeza de que sin educación ni tierra no hay futuro.


El Belgrano incómodo


No es raro que este reglamento quedara casi oculto en los manuales. La figura de Belgrano fue domesticada: se la redujo al “creador de la bandera”, al general que improvisó campañas heroicas. Eso se puede contar en la escuela con una canción patriótica de fondo. Pero el Belgrano que quiso integrar a los pueblos originarios a la vida de la nación, ese es molesto, incómodo, insoportable para la historia oficial.


Porque el Belgrano de los treinta pueblos estaba diciendo: “esta patria no será solo de criollos y europeos, será también de guaraníes, de mestizos, de los que trabajan la tierra”. Y esa patria mestiza, igualitaria, era lo que nadie quería escuchar.


Querido amigo, piense en la audacia: proponía que el excedente de las cosechas se guardara en depósitos comunes para alimentar a los pobres en tiempos de hambre. Hablaba de destinar recursos a viudas y huérfanos. Reclamaba respeto por las costumbres guaraníes y defendía que la justicia se impartiera sin privilegios de clase.


¿Quién en 1810 hablaba de semejante cosa? Mientras otros soñaban con un trono vacío donde sentar un príncipe europeo, Belgrano escribía que la patria debía sostenerse sobre la justicia social.


No se piense que Belgrano deliraba en soledad. Su contacto con los pueblos guaraníes no era teórico. Él había recorrido esas tierras, había visto la pobreza, la destrucción que dejaron las expulsiones de los jesuitas, los abusos de los funcionarios coloniales. Conocía la riqueza potencial de esas regiones: maderas, yerba, ganado, oficios artesanales. Sabía que los guaraníes tenían una tradición organizativa heredada de las misiones jesuíticas y que podían ser base de un desarrollo sólido si se los trataba como sujetos y no como objetos.


Por eso, el reglamento no era una utopía escrita en el aire. Era un plan realista: repartir tierras, crear escuelas, fomentar cultivos, organizar milicias locales. El documento tiene sabor práctico, no metafísico. Belgrano no fantaseaba con un edén de papel, diseñaba un programa de gobierno.


José Carlos Chiaramonte observó que, en Belgrano, la economía y la política siempre fueron dos caras de la misma moneda: no concebía libertad sin pan, ni independencia sin educación. Esa es la médula del reglamento.


Pero, claro, había un problema: a los poderosos de entonces no les convenía. Los grandes comerciantes de Buenos Aires miraban a las Misiones como un reservorio de recursos a explotar. Los estancieros preferían indios sometidos que trabajaran gratis o casi gratis. La educación indígena sonaba peligrosa: ¿para qué enseñar a leer a quienes podían empezar a reclamar derechos?


Así fue como el reglamento de Belgrano terminó siendo archivado, olvidado, ignorado. No convenía. Y Belgrano, que ya era visto con cierta desconfianza por su terquedad moral, quedó como un visionario inoportuno.


Le diré más: el propio Belgrano debió sentir que nadaba contra corriente. Pero nunca lo abandonó la convicción de que la independencia no valía nada si no incluía a los más pobres. Lo repetiría años más tarde al donar sus sueldos para construir escuelas. La obsesión estaba ahí: sin educación y sin justicia, no había patria.


Ahora, querido lector, hablemos claro: ¿qué nos dice este reglamento hoy? Porque si solo lo usamos para una clase aburrida, entonces lo matamos otra vez. El Belgrano de los treinta pueblos nos está gritando que la independencia fue incompleta, que el país nació dejando afuera a los originarios, a los mestizos, a los pobres. Que nuestra patria se levantó sobre exclusiones que todavía hoy duelen.


¿De qué sirve recordar a Belgrano como estatua de bronce si no entendemos su grito? Él no peleaba para que unos pocos se repartan las aduanas. Peleaba para que los pueblos originarios tuvieran voz, voto, tierra y futuro.


Mírelo bien: fue un adelantado al constitucionalismo social, un precursor de la idea de justicia distributiva, un revolucionario en el sentido más profundo. Si Belgrano hubiera sido escuchado, quizás el mapa social del país sería otro.


Pero el legado quedó enterrado. Las guerras civiles, los caudillos, las disputas por las rentas portuarias barrieron con aquel proyecto. No solo los pueblos guaraníes fueron desplazados: también mocovíes, tobas, diaguitas, tehuelches y mapuches vieron cómo sus territorios eran arrasados, sus comunidades marginadas, sus voces silenciadas, marginados, olvidados. El reglamento fue un documento huérfano, sin padre ni herederos.


Y, sin embargo, allí está. Cada vez que lo leemos, late como un corazón escondido. Nos recuerda que en 1810 hubo un hombre que se animó a decir que la patria debía ser justa o no sería patria. Nos recuerda que la revolución no era solo cambiar de bandera, sino cambiar la vida concreta de la gente.






Dejemos de lado el bronce, el mármol, la postal escolar. Belgrano no es solo la bandera flameando en Rosario ni el general enfermo en Tucumán. Es también este documento olvidado, este reglamento que sueña con pueblos indígenas libres, educados, prósperos.



Ese Belgrano nos incomoda, porque nos muestra que dos siglos después todavía seguimos discutiendo las mismas injusticias. Los pueblos originarios siguen esperando respeto, tierra, educación. La justicia social sigue siendo promesa más que realidad.


Entonces, querido amigo, imagine otra vez la escena: un escritorio, una lámpara temblando en la noche, papeles manchados de tinta. Afuera, las botas crujen, la revolución recién empieza. Y allí, Manuel Belgrano, solo, obstinado, escribe un reglamento que podía haber cambiado la historia. Lo escribe para pueblos que casi nadie quería escuchar. Y lo callan.


Quizás el verdadero homenaje no sea repetir su nombre en los actos escolares, sino animarnos de una vez a cumplir la patria que él soñó: una patria para todos, incluidos los que siempre fueron dejados de lado.

La Mulata de Córdoba


La llamaban la Mulata de Córdoba, no se sabe por qué.
Mulata era, pero había nacido en el puerto de Veracruz, y allí vivía desde siempre.
Se decía que era hechicera. Allá por el año 1600 y pico, el toque de sus manos curaba a los enfermos y enloquecía a los sanos. Sospechando que el Demonio la habitaba, la Santa Inquisición la encerró en la fortaleza de la isla de San Juan de Ulúa.
En su celda, ella encontró un carbón, que algún antiguo fuego había dejado allí.
Con ese carbón se puso a garabatear la pared; y su mano dibujó, sin querer queriendo, un barco. Y el barco se desprendió de la pared y a la mar abierta se llevó a la prisionera.

«Septiembre 23: Navegaciones» en Los hijos de los días. Eduardo Galeano. 

lunes, 22 de septiembre de 2025

La Historia de la Piedra del Sol: El Rostro del Tiempo Mexica




En el corazón del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México se encuentra uno de los símbolos más poderosos del México antiguo: la Piedra del Sol, también conocida como el “Calendario Azteca”.

Este gigantesco disco de basalto mide 3.6 metros de diámetro, pesa más de 24 toneladas y fue tallado entre 1469 y 1481, bajo el mandato del tlatoani Axayácatl. Lejos de ser un simple calendario, la piedra representa la cosmovisión mexica: los ciclos del tiempo, las eras del universo y el eterno movimiento del Sol como centro de la vida.

Tras la conquista, los españoles la consideraron un objeto peligroso, capaz de reavivar los antiguos rituales, y la enterraron en la Plaza Mayor de la Ciudad de México. Allí permaneció oculta hasta 1790, cuando fue redescubierta durante trabajos de remodelación. Desde entonces, ha tenido varios traslados hasta su actual emplazamiento en el museo, donde preside la Sala Mexica como testigo eterno de la grandeza de su pueblo.

La Piedra del Sol no solo es arte ni calendario: es la enciclopedia sagrada de los mexicas, un monumento que condensa la relación entre el hombre, los dioses y el cosmos. Un recordatorio de que el tiempo no es línea recta, sino un ciclo infinito.

CalendarioAzteca 

Fuente: Misterios y Enigmas FB

Madre Agua




Cada Septiembre parece recordarnos lo frágil que puede ser la vida y lo fuerte que somos como raíz.

Cada vez que contemplo esto, estoy asombrada...

Cada Septiembre, la nieve empieza a derretirse y los ríos fluyen, las huellas marcan la tierra.

Piedras, ríos, árboles tienen un propósito.

Los animales son maestros, que van llamando la vida, salen de su largo letargo.
Resurgen del vientre, de debajo de las piedras.
Los pájaros cantan al amanecer.
El zorro silba al atardecer.

Las manos del anciano son más suaves y las warmikuna/ mujeres.. caminamos como si estuviéramos besando la Tierra con los pies.
Como tocando el sol, listas para florecer...

Fragmento Texto Nuestra Ñañita 

Compartido por Amelia Ameli Vargas

 

Qoya Raymi Quilla - Teté Garcia



El 22 de septiembre, con el equinoccio de primavera en el hemisferio sur, los pueblos andinos de países como Bolivia celebran el “Qoya Raymi Quilla”, una festividad ancestral de profundo significado agrícola y espiritual.
Esta celebración honra a la Madre Tierra y a la luna, marcando el inicio del ciclo femenino. Es un momento crucial en el calendario agrario, ya que simboliza el despertar de la tierra tras el reposo invernal y su preparación para recibir las semillas. Se trata de un ritual de renovación, gratitud y reciprocidad.
Durante esta época, las comunidades se reúnen para entonar cantos, danzas y realizar una serie de rituales destinados a honrar la fertilidad y asegurar una cosecha abundante. Entre las prácticas más comunes se encuentran:
• Ayni (ofrendas preparadas por Amawt’as): Pagos a la Tierra utilizando hojas de coca, semillas y frutos, como acto de reciprocidad para nutrir a la Pachamama.
• Rituales de purificación: Se realizan sahumerios con hierbas aromáticas para limpiar energéticamente los campos, los animales y los hogares.
• Música, danza y comunalidad: La festividad es acompañada por música autóctona, danzas tradicionales y el compartir de alimentos en comunidad, fortaleciendo los lazos sociales y la identidad cultural.
En esencia, el “Qoya Raymi Quilla” no es solo una fiesta, sino una filosofía de vida. Es un momento para recordar el rol fundamental de las mujeres en la comunidad y refleja la cosmovisión andina, en la cual el ser humano vive en armonía y en constante diálogo respetuoso con la naturaleza, reconociéndose como parte integral de un todo cíclico y sagrado. 

Compartido por el espacio Interculturalidad e Infancias.