Hace mucho tiempo, cuando el mundo todavía era joven, la gente de las tribus del norte temía el silencio del invierno. La nieve cayó fuerte, y el frío envolvió la tierra como un gran espíritu de quietud. No hay canciones de ríos, no hay susurros de hojas, sólo silencio y el blanco sin fin.
El Gran Espíritu tuvo piedad y envió un pequeño pájaro con una corona de fuego sobre su cabeza. Este era el Pájaro Carpintero, elegido como el baterista del bosque. Con su pico, golpeó los árboles, y cada golpe llevó una magia profunda: el latido del corazón de la tierra misma.
La gente pronto aprendió a escuchar. Cada ritmo contaba una historia - cuando las tormentas venían, cuando el hielo se rompería, cuando la primavera estaba cerca. Tallaron símbolos sagrados en los árboles, regalos para honrar al baterista.
Se dice que en las noches más frías, cuando el fuego en el campamento crece bajo, todavía se puede escuchar el tambor del pájaro carpintero resonando a través de los pinos congelados. Para la gente, no es sólo un pájaro, es el guardián del ritmo, el que mantiene vivo el mundo incluso en silencio.
Y así, las tribus lo llamaron "El Espíritu con la Corona Ardiente", guardián del equilibrio, maestro de la paciencia, y el eterno tamborilero de la vida.
Compartido por Rod Nagual
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