Cuentan que en tiempos de la conquista, un oficial español se había enamorado de una india, hija de un cacique, llamada Shullca, pero era rechazado por ella cada vez que se acercaba a confiarle su amor. Despechado, comenzó entonces a perseguirla implacablemente.
Una tarde la halló sola y se acercó sigilosamente, pero ella lo vio y comenzó a correr. Llegó un momento en que al frente de la indígena sólo había un árbol algarrobo y el abismo. Desesperada, se encaramó al árbol. Cuando él llegó le pidió buenamente que bajara, le dijo que la respetaría. Shullca, obstinada y pensando que el joven no cumpliría su palabra, subió hasta las últimas ramas y allí quedó, meciéndose con el viento de la tarde, entre el abismo y la montaña. El hombre trepó tras ella, sacó su puñal y la amenazó…. Menos aún pudo lograr lo que quería…
Entonces, con rabia, le arrojó el arma, que se clavó en el corazón de Shullca, quien bajó los brazos, dobló la cabeza y como una paloma cayó al abismo… Tras ella cayó el oficial hispano.
Una gota de sangre de la niña alcanzó, empero, a humedecer el tronco del árbol y allí nació el primer clavel del aire, que con su fragilidad y delicadeza recuerda por siempre a la virginal Shullca.
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