Como la observación diurna permitía solamente recabar datos del
astro rey, los Antiguos observaron los cielos y la luminaria más cercana a la
Tierra , la Luna. En su recorrido por las constelaciones, gracias a su
luminosidad que borra todas las estrellas y a su cambio de fases y tamaño,
pudieron medir sus ciclos a lo largo de los días. Su ritmo cíclico dotó al
hombre del concepto “tiempo”, dándose cuenta de que regía los ciclos biológicos,
los semanales y los mensuales.
La Luna cobraría gran importancia en el mundo antiguo al ser la
primera forma de que el hombre podía leer el tiempo. Estudiaron su
influencia en las mareas, tan importante en la navegación de aquellos días, en
los animales, en las plantas, en el ser humano y sus emociones, en los ciclos
mensuales femeninos y en tantas y tantas cosas de la Naturaleza. Al observar
los ciclos de la Luna entendieron los cambios de la naturaleza, los ciclos de
la mujer y los momentos de las cosechas, convirtiéndose así en una
representación cosmológica de los ciclos de la vida del ser humano.
Los primeros calendarios fueron calendarios lunares
Las civilizaciones antiguas, como los asirios, los babilonios, los
egipcios y los chinos usaron el calendario lunar. La cultura semítica también
adopta este calendario, con la excepción del cristianismo, que utiliza el
calendario solar debido a influencias helenísticas paganas de la cultura
grecorromana.
La luna es un símbolo de los ritmos biológicos: «Astro que
crece, decrece y desaparece, cuya vida esta sometida a la ley universal del
devenir, del nacimiento y de la muerte… la luna tiene una historia patética lo
mismo que la del hombre… pero su muerte no es jamás definitiva… Este perpetuo
retorno a sus formas iniciales, esta periodicidad sin fin, hacen que la luna
sea por excelencia el astro de los ritmos de la vida. Controla todos los planos
cósmicos regidos por la ley del devenir cíclico: aguas, lluvia, vegetación,
fertilidad…»
La observancia de sus ciclos de crecimiento, decrecimiento y
desaparición, nos da la idea del devenir, nacimiento, transformación y también
muerte. Esa luna que mengua y que se dirige indefectiblemente a la fase oscura,
es asimilada en todas las mitologías a un estado de desaparición momentánea
asociada a la muerte, en los casos en que se relaciona con algún tipo de ritual
iniciático. Da pié a pensar en el renacimiento, su muerte nunca es definitiva,
ella siempre vuelve, hay una periodicidad sin fin que la convierte a lo largo de
la historia de la humanidad en el astro que marca los ritmos de la vida. Está
vinculada al agua, la lluvia, la vegetación, la fertilidad, el sueño y lo
inconsciente.
La luna simboliza también el tiempo que pasa, el tiempo vivo
del que es la medida por sus fases sucesivas y regulares. «La luna es
instrumento de medida universal… El mismo simbolismo vincula entre si la luna,
las aguas, la lluvia, la fecundidad de las mujeres, la de los animales, la
vegetación, el destino del hombre después de la muerte y las ceremonias de
iniciación. Las síntesis mentales posibilitadas por la revelación del ritmo
lunar ponen en correspondencia y unifican realidades heterogéneas; sus
simetrías de estructura o analogías de funcionamiento no habrían podido
descubrirse si el hombre primitivo no hubiera percibido intuitivamente la ley de variación periódica del astro».
Representa la medida del tiempo, desde épocas inmemoriales el
hombre marcó los meses lunares en marfil, en piedra, los pintó en las cavernas,
en las rocas. A esto sumamos los aspectos que la unen a lo femenino, los
embarazos, los animales, la caza, el destino del hombre después de la muerte y
las ceremonias de iniciación. Ya el hombre arcaico percibió el patrón de
variación de la luna, así estableció diversas relaciones entre el astro y los
demás aspectos de su vida.
Hasta se dice que el Buddha meditó 28 días bajo la higuera, o sea,
un mes lunar, antes de alcanzar el nirvana. Es cierto que la medida del mes
lunar ha actuado en diferentes concepciones pero a un nivel subconsciente, por
ejemplo los hindúes dicen que hay 28 estados angélicos y 28 moradas lunares.
Los hebreos relacionan el mes lunar con las manos del Adam Kadmón u hombre
universal. La mano derecha es la que bendice y está en relación con la luna
creciente, en tanto que la izquierda es la que puede lanzar maleficios y se
asocia a los 14 días de luna menguante.
Las aguas, la Luna y la mujer figuran como depositarias del tiempo
cósmico, rítmico o medido. Para el antropólogo francés, “gracias a la Luna y
los ciclos lunares se mide el tiempo” (Durand, 2004: 106), lo que refrenda
Eliade cuando señala:
La raíz indoeuropea más antigua para designar un astro es la de la
luna (…); la raíz me, que da en sánscrito mâmi, “yo mido”. La luna es el
instrumento de medida universal. Toda la etimología relacionada con la luna
deriva de esa raíz: mâs (sánscrito), mâh (avéstico), mah(antiguo prusiano),
menu (lituano), mêna (gótico), méne (griego), mensis (latín) (Eliade, 1974:
189).
De siempre, todas las culturas han celebrado ritos saludando a la
Luna Llena. Pero más primitiva es la relación entre la Luna y la medición. La
palabra “moon” en inglés y su equivalente en otras lenguas proviene de la misma
raíz, “me” que significa medida (como en la palabra griega “metron” y en las
inglesas “meter” y “measure” y en español “metro”) , que nos recuerda los
servicios que antaño prestara la luna como primer instrumento universal para
medir el tiempo.
Pero la Luna como medida del tiempo, resultó ser una trampa para la
ingenua humanidad. Si bien las fases lunares eran ciclos universales y
observables, eran también un callejón sin salida pues no `preveían las
estaciones, algo imprescindible para el cazador y el agricultor. Las
estaciones, tal como las conocemos, están regidas por los movimientos de la
Tierra alrededor del Sol. Cada sucesión de estaciones supone retorno de la
Tierra al comienzo del circuito, en un movimiento que va desde el equinoccio (o
solsticio) al siguiente. Hacía falta un calendario solar.
Fuentes
Wikipedia
Luna (Jean Chevalier – Alain Gheerbrant, diccionario de símbolos)
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