Tras más de 20 años
expuestos al glifosato, los científicos han documentado la existencia de
infinidad de consecuencias para la salud causadas por la presencia de este
veneno en los alimentos, en el agua, en el aire y en donde juegan nuestros
hijos. Las multinacionales como Monsanto aseguraban que las semillas
transgénicas iban a reducir el uso de pesticidas, pero ha ocurrido todo lo
contrario.
Monsanto, al igual que
todas las multinacionales que crean semillas genéticamente modificadas (OMG),
que luego son pulverizadas con glifosato terminan la mayor de las veces su
ciclo en nuestros platos. De esta forma, sin saberlo estamos consumiendo
alimentos con veneno.
El Glifosato, el
herbicida estrella de Monsanto promueve su uso como desecante, para que los
cultivos puedan cosecharse más rápidamente. Gracias a ello este químico se
pulveriza directamente sobre una gran variedad de cultivos no modificados
genéticamente, como trigo, cebada, avena, lino, guisantes, lentejas, soja,
judías secas y caña de azúcar.
Monsanto ha falsificado
datos sobre la seguridad del glifosato y lo ha comercializado como
"medioambientalmente seguro" y "biodegradable, para fomentar su
uso en las carreteras, parques infantiles, campos de golf, jardines y huertos familiares.
Un tribunal francés dictaminó que dichas afirmaciones eran publicidad falsa y
engañosa. Los médicos han comprobado y alertado al mundo de ello, que existen
varias enfermedades que se relacionan directamente con la exposición al
glifosato entre las que se encuentran el Alzheimer, varios cánceres y hasta el
autismo.
Entre las enfermedades
que tienen vínculo directo con la inhalación o contacto con Glifosato son:
Alzheimer: se
comprobó que el glifosato genera el mismo tipo de estrés oxidativo y la
muerte celular neuronal observada en el Alzheimer. Y afecta a la CaMKII, una
enzima cuya desregulación también se ha relacionado directamente con la
aparición de dicha enfermedad.
Autismo: el
Glifosato tiene una serie de efectos biológicos conocidos que se alinean
con las patologías asociadas con el autismo. Uno de estos es la disbiosis
intestinal observada en los niños autistas y la toxicidad del glifosato a las
bacterias beneficiosas que suprimen a las patógenas. Además, la capacidad
de glifosato para promover la acumulación de aluminio en el cerebro puede hacer
que este veneno sea la principal causa de autismo en el mundo.
Defectos de nacimiento: el
glifosato puede interrumpir la vía de señalización de la vitamina A (ácido
retinoico), que es crucial para el desarrollo normal del feto. Los bebés de las
mujeres que viven a un kilómetro de campos fumigados con glifosato tuvieron más
del doble de defectos de nacimiento, según un estudio en Paraguay.
Los defectos congénitos
se cuadruplicaron en los diez años posteriores de la llegada del glifosato al
Chaco argentino y paraguayo, incluyendo males como ano imperforado, deficiencia
de la hormona del crecimiento, hipospadias (el orificio urinario anormalmente
ubicado), defectos de formación cardíaca y ancefalia (mal formación de la
cabeza).
Cáncer: durante
varias encuestas casa por casa de más de 65.000 integrantes de comunidades
agrícolas argentinas, se encontraron tasas de cáncer de 2 y hasta 4 veces
mayores que el promedio nacional desde el comienzo de las fumigaciones con
glifosato, con un marcado aumento de los de mama, próstata y pulmón.
Las altas tasas de
cáncer entre las personas expuestas probablemente se derivan de la conocida
capacidad de glifosato para inducir daños en el ADN, que se ha demostrado en
numerosos ensayos de laboratorio.
Celiaquía: hay un
paralelismo entre las características de la enfermedad celíaca y los efectos
conocidos del glifosato. Estos incluyen el desequilibrio en las bacterias
intestinales, alteraciones en las enzimas que participan en la desintoxicación
natural de las toxinas ambientales, deficiencias de minerales y agotamiento de
los aminoácidos.
Enfermedad renal
crónica: el aumento en el uso del glifosato puede explicar el reciente
disparo en la cantidad de casos de insuficiencia renal que se ha presentado
entre los trabajadores agrícolas de América Central, Sri Lanka e India.
Los científicos han
llegado a la conclusión de que este químico parece haber adquirido la capacidad
de destruir los tejidos renales de miles de personas cuando se combina con la
presencia de “aguas duras” y metales nefrotóxicos.
Depresión: el
glifosato altera una parte de los procesos químicos que afectan a la producción
de serotonina, un neurotransmisor importante que regula el estado de ánimo, el
apetito y el sueño y cuya deficiencia se ha relacionado directamente con la
depresión.
Embarazos (abortos
naturales, mortinatos): el glifosato es tóxico para las células de la placenta
humana, lo que explicaría los problemas de embarazo de las trabajadoras
agrícolas expuestas al herbicida.
Linfoma no Hodgkin: una
revisión sistemática y una serie de análisis durante casi 30 años de
investigación epidemiológica acerca de la relación que existe entre el LNH
(linfoma no Hodgkin) y la exposición ocupacional a diversos pesticidas
agrícolas encontró que el linfoma de células B se asoció positivamente con el
glifosato.
Parkinson: los
efectos de los herbicidas en el cerebro han sido reconocidos como el principal
factor del tipo ambiental que ha sido asociado a los trastornos
neurodegenerativos.
La enfermedad
Parkinson como consecuencia del glifosato ha sido bien documentada y los
estudios de laboratorio muestran que este químico induce a la muerte celular
característica de la enfermedad.
Fuente: Revista El
Federal
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