"Mis hermanos de piel luminosa, todos nosotros
somos pobres. De acuerdo con las normas del Hombre Blanco somos desdichados
mendigos. Y todavía, cuando miro a vuestros ojos y los comparo con aquéllos de
los ricos allí, encuentro los suyos cansados, mortecinos y perezosos, mientras
que los vuestros brillan como la gran luz, emitiendo rayos de felicidad,
fuerza, vida y salud."
"Porque, ¿quién puede ser más rico que
nosotros? y ¿quién puede poseer más cosas del Gran Espíritu que justamente
nosotros? Lanzad vuestros ojos al horizonte más lejano, donde el ancho espacio
azul descansa en el borde del mundo. Todo está lleno de grandes cosas: la
selva, con sus pichones salvajes, colibrís y loros, las lagunas, con sus
pepinos de mar, conchas y vida marina; la arena, con su cara brillante y su
piel suave; el agua crecida, que puede encolerizarse como un grupo de guerreros
o sonreír como una Taopou".
"El hombre blanco suspira cuando habla sobre
su trabajo, como si estuviera siendo aplastado por su peso; sin embargo nuestros
jóvenes caminan a los campos de taro cantando, y con una canción lavan las
doncellas los taparrabos en el rápido arroyo.
Con certeza el Gran Espíritu no nos desea con
cabellos grises como resultado de algún trabajo, ni nos quiere arrastrándonos
como una babosa de mar en la laguna, o como un sapo en la tierra. Nos quiere
haciendo nuestras cosas orgullosos y erguidos, y que seamos gente de ojos
felices y miembros flexibles. Siempre."
A lo largo de nuestra llamada civilización hemos
contraído una deuda histórica con los pueblos que nunca olvidaron el respeto
hacia su Tierra, y por lo tanto hacia ellos mismos.
Todavía tenemos mucho que aprender de estos
pueblos.
Texto extraído de los discursos de Tuiavii de
Tiavea, Jefe Samoano (Los Papalagis)
Fuente: Chamanes del Mundo
http://chamanesdelmundo.blogspot.com.ar/2015/10/sabiduria-samoana.html
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