La pandemia sacó a la luz el abandono, la deforestación y desaparición del conocimiento milenario.
Además de dejar en evidencia las heridas del abandono estatal, múltiples deficiencias, la cruel deforestación y la violencia de la minería ilegal, uno de los efectos más desastrosos causados por el covid-19 en la Amazonia colombiana ha sido “la muerte de sabedores y sabedoras indígenas”, dice a EL TIEMPO una voz de la Fundación Gaia Amazonas, ONG colombiana que trabaja con los pueblos indígenas de la región desde hace más de 30 años.
Esas muertes no solo pusieron en riesgo la supervivencia física de nuestra Amazonia, sino “también sus sistemas culturales de conocimiento y manejo con los cuales se han cultivado y nutrido por milenios las selvas y los ríos, de los que depende hoy el frágil equilibrio del clima global. Cualquier menoscabo de la diversidad cultural es una pérdida irreparable de diversidad biológica”, sostiene.
Diagnosticar con exactitud los daños producidos por covid-19 en la Amazonia es difícil por las dificultades de acceso, pero el Instituto Nacional de Salud reportó que afectó a, por lo menos, 50 pueblos indígenas y que los más azotados fueron los tikuna con 401 casos confirmados, los murui-uitoto con 134 casos y los puinave con 45.
Los tikunas habitan longitudinalmente en Perú y Brasil y, longitudinalmente, entre el río Putumayo y el río Amazonas, abarcando el trapecio amazónico en Colombia, incluyendo el bajo Caquetá. Los murui-uitoto viven a lo largo de las orillas de los río Putumayo, Cara-Paraná e Igara Paraná, en Colombia, y en el norte de Perú, y los puinave en aldeas dispersas en la cuenca del río Inírida, en el oriente del Guaviare y en las fronteras colombianas con Brasil y Venezuela.
Han muerto 118 indígenas entre los 3.266 casos confirmados de covid, de los que 100 eran mayores de 50 años y 43 de 75 años. Con su muerte se perdió “un conocimiento invaluable para cada pueblo indígena afectado”, lamenta Gaia.
Al principio, la pandemia tomó la Amazonia por sorpresa, principalmente en capitales como Leticia, y produjo fallecimientos en serie, pero luego los indígenas encontraron salidas dentro de los conocimientos de su propia cultura para enfrentarlo.
Gaia explica que “otro aspecto fundamental que tienen los pueblos indígenas para enfrentar los retos generados por el covid-19, son sus Sistemas Alimentarios Indígenas Amazónicos (Saia). Los conocimientos culturales implicados en la producción y consecución de alimento tienen especial relevancia en situaciones de pandemia ya que en ellos confluyen los saberes para proteger, prevenir y curar”.
Los Saia se definen como la totalidad de conocimientos y relaciones sociales, que incluyen las de los seres de la naturaleza, que tienen relación con la producción y obtención de los alimentos considerados nutritivos.
“La característica fundamental de estos sistemas es que se sustentan en la reciprocidad y el equilibrio en las relaciones con todos los otros seres de la naturaleza”, explica la ONG.
Además, en los Saia existen la experiencia y el conocimiento milenario que hoy se requieren para garantizar un bioma amazónico conservado y resiliente y, como lógica de relacionamiento con la naturaleza, son un ejemplo mundial de alternativa al cambio climático.
La actividades relacionadas con los alimentos son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos indígenas en las que se repiten interacciones con seres no humanos (plantas, animales y minerales) y otras entidades (dueños espirituales de los elementos de la naturaleza), integrando conocimientos y acciones que son propios de mujeres y hombres, de manera complementaria e interdependiente.
“Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre otros, han venido poniendo sobre la agenda política internacional la agroecología en sus diferentes expresiones culturales como estrategia para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible- ODS 2030”, afirma Gaia.
Para los indígenas amazónicos el covid es “una “enfermedad del mundo”, la cual es posible prevenir, manejar, tratar mediante el restablecimiento de las relaciones con los seres espirituales y el uso de plantas medicinales. En ese sentido, es posible afirmar que han tenido éxito”, añade.
La veloz propagación
La velocidad de la expansión del covid en la Amazonia se debió, principalmente, a que se trata de una región donde “confluyen las fronteras de 9 países, donde las geografías culturales de sus poblaciones locales e indígenas comparten territorios nacionales y donde los flujos de movimiento de las personas se dan principalmente por los ríos y sus afluentes, los cuales históricamente han servido como las principales vías de comunicación, comercio e intercambio”, según Gaia.
Todo esto se suma a la sostenida ausencia del Estado que ha redundado en una muy precaria o inexistente asistencia en servicios de salud. Además, complicó la situación el descuido con que se distribuyeron alimentos enviados desde Bogotá o desde otras ciudades amazónicas. También, la ignorancia y el irrespeto por las culturas indígenas que habitan la región.
Es decir, de “la prevalencia de políticas públicas de salud construidas sin tener en cuenta un diálogo intercultural, a partir del cual se podría reconocer como complementarias las prácticas y conocimientos locales y tradicionales que tienen las poblaciones amazónicas para prevenir, curar y manejar la salud y la enfermedad”.
“La persistente visión de la región como una zona de frontera ha contribuido a fomentar la presencia de un sinnúmero de actores que se dedican a la extracción indiscriminada de recursos y a economías extractivas ilegales como narcotráfico, minería, tráfico de fauna silvestre y madera, acaparamiento de tierras, etc., que transitan por la selva sin restricciones, invaden los territorios indígenas, incluso las áreas intangibles para la protección de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial (Piaci)”, denuncia Gaia.
Otro factor que favoreció la expansión del virus por la Amazonia fue su condición como frontera internacional y, en especial, por su proximidad, en la zona oriental, con un país tan afectado por el covid como Brasil.
“Teniendo como vecinos más cercanos a San Gabriel de Cachoeira, que al primero de diciembre reportó más de 4.800 casos de confirmados, o la influencia de Manaos, con un alarmante número de 71.325 contagios y siendo una de las poblaciones más afectadas en Brasil, era de esperarse que la propagación del virus por las vías fluviales hiciera su aparición en estos territorios”, afirma Gaia.
Otros flagelos y desafíos
A los desastres producidos por el covid se suman otros flagelos contra el medio ambiente, como la voraz deforestación y la minería ilegal, que envenena territorios y ríos con mercurio y afecta la cadena alimenticia.
La minería ilegal es uno de los grandes cánceres de la Amazonia y está haciendo metástasis. Se estima que existen en la actualidad unos 4.472 puntos de minería ilegal de los que el 83 % afecta varias hectáreas sobre los ríos de la Amazonia. Un 53,8 % de esos puntos se localizan en Brasil y el 32 por ciento restante en Venezuela, que apenas representa un 5,6 % de la región.
“En toda la Amazonia existen 664 territorios indígenas y 129 áreas naturales protegidas donde se presentan actividades mineras, según la Red Amazónica de Información Socio ambiental Georreferenciada (Raisg).
Por lo menos el 33 por ciento de la Amazonia está hoy bajo mayor presión que hace 8 años y las áreas más afectadas se ubican en regiones periféricas del bioma: en zonas montañosas y de piedemonte de la Amazonia occidental; especialmente en Ecuador, en el norte de Venezuela y en el sur de la Amazonia brasileña, según el reciente Atlas Amazonia bajo presión, elaborado por la Raisg.
Uno de los aspectos del problema, según Gaia, es “la precariedad del sistema de salud que dejó al descubierto el covid en la Amazonia y se focaliza en dos aspectos fundamentales: el escaso avance en la construcción e implementación de modelos realmente interculturales, a partir del reconocimiento efectivo de los sistemas de conocimiento y prácticas propias de los pueblos indígenas”.
También incluye los mecanismos para garantizar la complementariedad con el conocimiento biomédico y la pobreza institucional que afecta al actual sistema nacional de salud, caracterizado por la poca infraestructura, la deficiente dotación y su constante crisis financiera”.
“Esos aspectos constituyen los retos más importantes a mediano plazo, lo que implica una acción estatal más decidida para desarrollar un verdadero diálogo intercultural con los pueblos indígenas y construir un sistema de salud viable en lo cultural y sostenible en lo financiero”, sostiene Gaia.
Y, tal vez, en ese abismo que existe entre lo que son y lo que el Gobierno interpreta que son los pueblos indígenas radicaron algunas de las fallas de la asistencia durante la actual pandemia.
“La ayuda directa del Gobierno a los pueblos indígenas se concentró en el envío de mercados desde una perspectiva de seguridad alimentaria, muy similar a la adoptada para poblaciones vulnerables en contextos urbanos, pero había que tener en cuenta que los pueblos indígenas tienen sistemas alimentarios propios, en cuyo fortalecimiento se debe concentrar la perspectiva estatal”, afirma Gaia.
Por eso, esa institución y otras ONG ambientalistas tuvieron que construir paquetes de ayuda, con el auxilio de las comunidades, que incluían anzuelos, nailon, mecheras, sal, pilas y otras cosas, indispensables para mantener la autonomía alimentaria y limitar el desplazamiento de los indígenas a centros urbanos donde podían contagiarse.
Para Gaia, nos enfrentamos en la Amazonia a dos grandes desafíos que requieren cuidados urgentes:
1) La vigencia de los Saia como patrimonio cultural inmaterial, que se encuentran en riesgo frente al avance de la pandemia del covid 19.
2) Que en los Saia “está parte de la solución para la prevención de futuras enfermedades infectocontagiosas de origen viral derivadas de la degradación ambiental y la pérdida de equilibrio ecológico en ecosistemas aislados de la sociedad industrial”.
Por lo anterior es importante que los Estados avancen en la construcción de relaciones colaborativas con los pueblos indígenas, basadas en el diálogo intercultural como herramienta y asuman la importancia de sus conocimientos y prácticas culturales para establecer una nueva visión en el desarrollo y preservación de la Amazonia.
Escrito por Gloria Helena Rey
Especial para EL TIEMPO - (Colombia) - 18 de Diciembre de 2020
https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/coronavirus-en-amazonas-sabiduria-ancestral-otra-perdida-en-la-amazonia-555779
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