Las misiones
jesuíticas guaraníes o reducciones jesuíticas guaraníes fueron
un conjunto de treinta pueblos misioneros fundados a partir
del siglo XVII en llamada Provincia Paraguaria (jurisdicción
situada en Virreinato del Perú y que abarcaba regiones de los
actuales Paraguay,Argentina, Uruguay y partes de Bolivia, Brasil
y Chile) por la orden religiosa católica de
la Compañía de Jesús entre los aborígenes guaraníes y
pueblos afines, con el objetivo de evangelizar a dichos pueblos.
Quince misiones se
ubicaron en las
actuales provincias de Misiones y Corrientes (Argentina),
ocho en el Paraguay y las siete restantes en las
denominadas Misiones Orientales, situadas al suroeste del Brasil.
Historia
En 1603, el
vigésimo séptimo gobernador de Nueva Andalucía del Río de la
Plata Hernandarias modificó la legislación sobre el trabajo de los
aborígenes, promoviendo la supresión de las mitas y encomiendas,
por las cuales los españoles gozaban de los frutos del trabajo de los nativos a
cambio de su evangelización, en la práctica inexistente. Obtuvo la aprobación
de esta reforma por parte del rey Felipe III de España, y
en 1608 se dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y
franciscanas en la región del Guayrá (actual Estado
de Paraná, Brasil).
Las misiones
o reducciones que los jesuitas crecieron con los años entre
los guaraníes, guaicurúes y pueblos afines y legaron a
ubicarse en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé (las
tres en el actual Brasil), Uruguay
(Brasil, Argentina y Uruguay actuales), Paraná
(Argentina, Paraguay y Brasil actuales) y las áreas
guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay contemporáneos), fueron
establecidas en el siglo XVII dentro de territorios pertenecientes
al imperio español en la Gobernación del Río de la Plata y del
Paraguay y sus gobernaciones sucesorias a partir de su división
en 1617: la Gobernación del Paraguay y la Gobernación del
Río de la Plata, todas dependientes del inmenso Virreinato del Perú y
fundadas con el fin de evangelizar a los pobladores originarios.
Eclesiásticamente
formaban parte de los obispados católicos de Buenos Aires y
de Asunción e integraban la Provincia Jesuítica del Paraguay.
Ubicación geográfica
Localización de
las misiones jesuíticas guaraníes en los actuales territorios
de Argentina, Paraguay y Brasil.
Las treinta misiones
jesuitas guaraníes se localizaron en la geografía de los actuales territorios
de las repúblicas de Argentina, Paraguay y Brasil, en derredor de dos de los
más importantes ríos que conforman la cuenca del Plata, el río
Paraná y el río Uruguay, en la selva tropical de
la mata atlántica.
Los jesuitas fueron
continuadores del exitoso sistema de planificación demográfico que
el virrey del Perú Francisco Álvarez de Toledo había ideado para
las reducciones de indios. Así se creó la “República de indios” donde las
misiones alcanzaron un alto grado de desarrollo.
La primera misión
jesuítica guaraní se fundó en 1609, en el actual territorio de Paraguay,
bajo el nombre de San Ignacio Guazú.
En la gran provincia
misionera, el territorio de la actual provincia de Misiones, fue el que mayor
concentración de reducciones tuvo ya que los jesuitas fundaron doce misiones
entre los ríos Paraná y Uruguay en el área donde se produce el mayor
acercamiento entre ambos cursos fluviales.
También erigieron los
miembros de la Compañía de Jesús siete pueblos que se ubicaron al Este
del Río Uruguay y que se conocieron con el nombre de Misiones
Orientales, en un área que actualmente abarca el centro y el oeste del estado
de Río Grande del Sur, en Brasil.
Las treinta misiones
jesuíticas guaraníes fueron:
Número
|
Nombre
|
Lugar actual
|
Estado actual
|
Coordenadas
|
Año
|
1
|
San Ignacio Guazú
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
26°53′24.5176″S 57°1′26.2027″O
|
1609
|
2
|
Nuestra Señora de la Encarnación
de Itapúa
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
27°20′20.6995″S 55°51′58.8769″O
|
1615
|
3
|
Santo Tomé
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
-28.5501744, -56.0350093
|
1632
|
4
|
San Francisco de Borja
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.6609598, -56.0057473
|
1682
|
5
|
San Nicolás
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
28°11′6.3463″S 55°15′41.1922″O
|
1626
|
6
|
San Luis Gonzaga
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.4082739, -54.9613119
|
1687
|
7
|
San Lorenzo Mártir
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.4617043, -54.7099097
|
1690
|
8
|
San Miguel de las Misiones
|
estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.5473261, -54.5548771
|
1632
|
9
|
San Juan Bautista
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.4582177, -54.399062
|
1697
|
10
|
Santo Ángel Guardián de las
Misiones
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
-28.3051037, -54.2617258
|
|
11
|
Santos Apóstoles San Pedro y San
Pablo
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°54′37.1505″S 55°45′2.6553″O
|
|
12
|
Nuestra Señora de la Inmaculada
Concepción del Ibitiracuá
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°58′49.49795″S 55°31′13.26863″O
|
|
13
|
Santa María la Mayor
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°53′15.7506″S 55°20′41.5345″O
|
1626
|
14
|
San Francisco Javier
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°52′26.4770″S 55°8′7.0468″O
|
1629
|
15
|
Santos Mártires del Japón
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°48′8.7334″S 55°25′0.1852″O
|
1639
|
16
|
San José de Itacuá
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
-27.7703236, -55.7795734
|
1633
|
17
|
San Carlos Borromeo
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
-27.7436859, -55.8997406
|
1631
|
18
|
Nuestra Señora de la Candelaria
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°27′13.8265″S 55°45′17.9035″O
|
|
19
|
Nuestra Señora de Santa Ana
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°23′26.1661″S 55°34′50.6802″O
|
1633
|
20
|
Nuestra Señora de Loreto
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°19′58.7179″S 55°31′2.3570″O
|
1610
|
21
|
San Ignacio Miní
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°55′19″S 55°31′54″O
|
1611
|
22
|
Corpus Christi
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
27°7′34.6724″S 55°29′54.6057″O
|
|
23
|
Jesús de Tavarangué
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
27°3′19.2646″S 55°45′11.4606″O
|
1685
|
24
|
Santísima Trinidad del Paraná
|
departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
27°7′52.7199″S 55°42′13.1655″O
|
1706
|
25
|
Nuestra Señora de la Asunción de
Acaraguá y Mbororé (La Cruz)
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
-29.1784567, -56.6382532
|
1630
|
26
|
San Cosme y Damián
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
27°19′13.44″S 56°19′58.08″O
|
1632
|
27
|
Santiago Apóstol
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
-27.1407485, -56.7631713
|
1669
|
28
|
Santa Rosa de Lima
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
-26.8867399, -56.8491883
|
1698
|
29
|
Santa María de Fe
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
-26.7834013, -56.9439451
|
1647
|
30
|
Yapeyú
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
29°28′15.9959″S 56°49′2.2799″O
|
1627
|
Mapa de la Distribución Geográfica
de las Misiones en los actuales territorios de Argentina, Paraguay y Brasil
Población
La estimación de la población de las
misiones jesuitas guaraníes es la siguiente:
Año
|
Población
|
Año
|
Población
|
Año
|
Población
|
1641/1643
|
36.190
|
1724
|
117.164
|
1750
|
95.089
|
1647
|
28.714
|
1732
|
141.242
|
1755
|
104.483
|
1648
|
30.548
|
1733
|
128.389
|
1756
|
89.536
|
1657
|
37.412
|
1734
|
116.250
|
1762
|
102.988
|
1667
|
43.753
|
1735
|
108.228
|
1765
|
85.266
|
1668
|
47.088
|
1736
|
102.721
|
1767
|
88.796
|
1676
|
53.298
|
1737
|
104.473
|
1768
|
88.864
|
1677
|
58.118
|
1738
|
90.287
|
1772
|
80.891
|
1678
|
55.125
|
1739
|
81.159
|
1783
|
56.092
|
1682
|
61.083
|
1740
|
73.910
|
1784
|
57.949
|
1700
|
86.173
|
1741
|
76.960
|
1791
|
44.677
|
1702
|
89.500
|
1742
|
78.929
|
1793
|
51.991
|
1717
|
121.168
|
1743
|
81.355
|
1801
|
45.637
|
Organización política
La política guaraní
obedeció a su propia lógica, la cual fomentaba la unificación de las tekoas o
aldeas (de hasta 300 000 habitantes) en volátiles alianzas que perseguían
como fin último no sólo el control de los recursos naturales provenientes
del ecosistema de la selva tropical, base de sustentación de toda su
economía, sino también la búsqueda de la Tierra Sin Mal, creencia en la que se
basaba su religión.
Tanto la figura de
los karaís o profetas pan-guaraníes (no
adscritos a una tekoa en particular sino a la "Nación" en
general) como la búsqueda de la tierra sin mal, fueron dos rasgos de la cultura
guaraní que los jesuitas supieron aprovechar. Ellos también eran como
los karaí (con los que compitieron durante los primeros años)
portadores de una nueva: el "camino al paraíso" era compatible
con el aguyé o camino de la perfección guaraní con destino a la
Tierra Sin Mal. Los padres misioneros aunaron los sistemas de valores y
creencias de la cultura guaraní de la época prehispánica con la
cosmovisión del catolicismo logrando la unificación de los guaraníes bajo la
protección de las leyes de la corona de España de las que los
jesuitas eran garantes. Los guaraníes también supieron aprovechar este hecho
frente a la creciente expansión del frente colonial hispano-portugués, en
especial a partir de 1640, cuando el reino de Portugal se
independizó de los reyes de España.
La mayoría de los
líderes políticos guaraníes de muchas tekoas aceptaron levantar iglesias,
que eran símbolos de la protección divina y jurídica, aliándose en definitiva
con lo que la Compañía de Jesús representaba.
Otros líderes, por el
contrario, se mantuvieron en guerra y continuaron el ciclo de enfrentamientos
con sus propios connacionales: para un
guaraní comerse a otro de ellos era de motivo religioso y no lo hacían a
menudo. Porque según la tradición «...sólo los guaraníes son capaces de
acumular energía para llegar a la Tierra sin mal».
El sistema político
imperante mantenía a las reducciones estrictamente subordinadas al monarca español,
quien ejercía su autoridad en América por medio de las Reales
Audiencias de Lima y Buenos Aires. Por ello los jesuitas
recurrían permanentemente al rey, solicitando autorizaciones o pedidos varios,
favores y hasta privilegios. En algunos casos las solicitudes se dirigían a las
audiencias y a los gobernadores.
Todas las misiones
jesuitas fueron fundadas siguiendo el mismo modelo: la iglesia, la residencia
de los padres y las casas regulares de los indios, que se ubicaban alrededor de
una gran plaza.
El gobierno de cada
misión tuvo muchas similitudes con las instituciones que los castellanos trasplantaron
al Nuevo Mundo desde la península ibérica, aunque le sumaron
características particulares atendiendo a la idiosincrasia de los naturales de
la región.
Como gobierno local,
en cada reducción funcionaba un cabildo precedido por el corregidor,
que era además la autoridad principal del pueblo, conocido entre los guaraníes
como parokaitara ‘el que dispone lo que se debe hacer’. Era
confirmada su elección por el gobernador y generalmente el elegido era uno de
los caciques del pueblo y solía ser a perpetuidad. De esta forma los
jesuitas fueron continuadores de las instituciones indígenas ya que el jefe de
la tribu era la máxima autoridad comunal.
Otras autoridades eran
los alcaldes de primer voto y segundo voto, también
llamados yvyrajoko ‘el primero entre los que llevan vara’. Ellos
velaban por las buenas costumbres, castigaban a los holgazanes y vagabundos y
vigilaban a los que no cumplían sus deberes. Esta autoridad se ejercía dentro del
pueblo, junto con cuatro alcaldes de barrio, fuera de él había entre seis y
ocho comisarios para los cuarteles. Una veedora vigilaba a las
mujeres, cuatro celadores a los niños y cuatro inspectoras a las niñas.
Además del corregidor
y los alcaldes, el cabildo estaba integrado por un teniente de corregidor,
un alguacil, cuatro regidores, un alguacil mayor, un alférez real,
un escribano y un mayordomo, del cual dependían los contadores,
los fiscales y los almaceneros. Los integrantes del cabildo eran
electos cada 1ro de enero por los que dejaban el cargo en una asamblea general
y puestos a consideración de los sacerdotes y luego a confirmación del
gobernador.
Los regidores se
encargaban de inspeccionar el aseo y la limpieza en los lugares públicos y
privados, controlando también la concurrencia de los niños a la escuela y el
catecismo.
El alguacil era quien
se debía encargar de ejecutar las órdenes del cabildo y de la justicia. La
legislación misionera excluyó la pena de muerte, otro de los grandes avances
que la organización jesuita incorporó en sus comunidades.
Organización Jesuita
La institución
del real patronato indiano o el "patronazgo real" fue
el régimen vigente que ejercieron los virreyes y los gobernadores en nombre de
su majestad católica, el rey de España, para quien uno de los fines
de la conquista de América fue la evangelización de los indigenas.
Estos funcionarios tenían facultades para conferir beneficios eclesiásticos y
designar sacerdotes. El mecanismo utilizado para la designación establecía que
el obispo debía presentar una terna de nombres entre los cuales el
gobernador elegía.
Los curas tenían
a su cargo el gobierno de las reducciones siendo los verdaderos administradores
de los bienes de los pobladores y contando con facultades de intervención
directa no sólo en la actividad espiritual sino también temporal, económica,
cultural, social y hasta militar.
En el orden
estrictamente espiritual, los misioneros se preocuparon especialmente de la
difusión de la fe católica y de la enseñanza del catecismo. Los jóvenes que
habían superado la edad escolar y se encontraban trabajando en cualquier
actividad, por las tardes, al escuchar el sonido de la campana, debían
dirigirse a la iglesia. El acto religioso más importante era la misa, al
que los fieles concurrían acompañados de toda la familia, particularmente los
días preceptuados.
Las iglesias fueron el
corazón de los pueblos. Eran construcciones imponentes frente a la plaza que
poseían un alto campanario con el que se llamaba a la misa y
excepcionalmente a reunión general. Todas las calles del trazado urbano
terminaban en ella.
La Provincia
Jesuítica del Paraguay tenía un padre provincial residente en la
ciudad de Córdoba, designado por el general de la Compañía de Jesús,
con sede en Roma. Al general o prepósito de la orden, los sacerdotes
jesuitas le debían total obediencia, después del Papa. El provincial redactaba
anualmente las "Cartas Anuas de la Provincia" que remitía a Roma con
los principales sucesos ocurridos ese año. El provincial tenía bajo su
dependencia directa a los procuradores de Buenos Aires, Santa Fe y
Asunción, además de un secretario y de los consultores. Cada grupo de misiones tenía un padre superior subordinado
al provincial, las misiones del Paraná y del Uruguay tuvieron cada una un
superior hasta principios del siglo XVIII (el superior del Guayrá desapareció
al trasladarse su misión); desde entonces las treinta reducciones quedaron bajo
un solo superior residente en Nuestra Señora de la Candelaria, estableciéndose
un padre vice-superior para las reducciones del Paraná y otro para las del
Uruguay, que además regían su propia reducción, contando cada uno con un
consultor ordinario y otro extraordinario además de un admonitor.
En cada reducción
había dos sacerdotes (en las más pobladas había tres), uno a cargo de lo
espiritual y religioso (el cura del pueblo) y otro (el compañero) que estaba a
cargo de las cosas temporales como el trabajo y la instrucción.
Organización espacial
En una reducción, los
edificios principales, como la iglesia, el cementerio comunal y
la escuela, que servía al mismo tiempo para albergar a los jesuitas,
conformaban una unidad a manera de monasterio. Estas edificaciones
construidas en piedra local y madera de lapacho, quebracho y urunday se
encontraban en un lado de una gran plaza cuadrada, rodeada de casas
por los otros tres lados. Junto a la iglesia también edificios administrativos
y talleres. En el centro de la misma, una gran cruz y una estatua
del santo patrono de
la misión.
Las calles y casas
estaban ordenadas según precisas líneas geométricas, de acuerdo a las
recomendaciones españolas relativas a la construcción de nuevos asentamientos.
La posición central de su lugar de residencia permitía a los padres tener una
vigilancia constante sobre la vida de la reducción. También disponían una casa
comunal coty guazu para alojar a las viudas, huérfanos y mujeres
solteras y tenían agua corriente y servicios sanitarios.
Hasta finales
del siglo XVII,
esta organización también permitió mantener las estructuras de parentesco de
las tribus guaraníes, garantizando así la cohesión y la supervivencia de la
comunidad, debido a que la disposición de las viviendas no inhibía los
contactos entre los diferentes linajes y por tanto, la sostenibilidad de la
familia extensiva, forma original de la sociedad guaraní. Posteriormente, los
jesuitas trataron de imponer la familia restringida. En 1699, una disposición
tomada por el provincial (es decir, el superior jesuita de la “provincia”)
prohibió los «actos inconvenientes que se producían en las viviendas por los
indios por vivir en grupos familiares bajo el mismo techo». Cada familia debía
vivir separada.
Organización económica
Por costumbres
ancestrales los guaraníes cultivaban diversos vegetales como el maíz,
la batata, la mandioca, la yerba mate y el algodón,
además de ser cazadores y pescadores.
Sin embargo, los
padres jesuitas implementaron un sistema económico agrícola que fue
rápidamente asimilado por los aborígenes. Esta importante agricultura fue
complementada con la ganadería que suministró a los aborígenes carne,
leche y cuero.
Se logró que cada
reducción formara una unidad económica independiente. Como no se tenía moneda de metal se
funcionaba sobre la base de una economía de trueque y como tenían
multitud de posesiones comunales, se favorecía un intenso tráfico comercial entre
las reducciones promoviendo una integración económica, social y política con
sede central en Candelaria.
El régimen de propiedad
era mixto, aceptando la propiedad individual privada y la propiedad colectiva.
La propiedad individual privada o Ava Mba´e, permitía que cada jefe de
familia dispusiera de una chacra con la extensión necesaria para sembrar en
ella todo el cultivo indispensable para el sustento anual familiar. La
propiedad colectiva o “tierra de Dios” (Tupa Mbaé, de Tupa, ‘Dios’,
y Mbae, ‘dueño’) se utilizaba para el cultivo de algodón, trigo y legumbres.
Generalmente existían dos campos en los que se trabajaba comunitariamente.
Cada reducción se
especializaba en unos oficios, trabajando el hierro y la plata, carpintería,
cocina-panadería, chapado en oro, vajillas, telas, elaboración
de sombreros o instrumentos musicales. Desde allí se promoverían
excelente escultura, pintura y música barrocas guaraníes.
Las misiones
jesuíticas guaraníes aventajaron en casi trescientos años al derecho del
trabajo contemporáneo.
Fijaron la jornada
laboral en seis horas diarias lo que permitía que los indios contaran con
tiempo suficiente como para su realización de otras actividades, entre las que
se destacaron las obras religiosas.
Organización educativa
Arte de la lengua
guaraní, impreso en Misión jesuítica de Santa María la Mayor en 1724.
Los reyes de España,
como parte del proceso de evangelización, ordenaron que "hubiese escuelas
de doctrina y de leer y escribir en todos los lugares de indios". Este
decreto real, al que se le prestó por lo general en América un acatamiento sólo
nominal, fue cumplido con rigor por los misioneros jesuitas, dedicándole la
atención necesaria que permitió fundaciones de escuelas y centros de formación
de distintos niveles que fueron verdaderos centros de educación y de
transmisión de los valores del catolicismo.
En todas las
reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, donde los varones de
seis a doce años aprendían a leer, escribir y hacer operaciones matemáticas
elementales. Las niñas de la misma edad tenían escuelas separadas donde
aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar por lo que la formación de las
mujeres menores fue un punto importante en la organización educativa de estos
pueblos guaraníes.
Arte de la lengua guaraní, impreso en Misión jesuítica de Santa María la Mayor en 1724.
El castellano se
enseñaba para lograr la unidad lingüística en todas las posiciones españolas.
Los jesuitas hablaban correctamente el guaraní, utilizando la lengua como
el mejor medio para llegar a los naturales. Los hijos de los caciques incluso
llegaron a aprender algo de latín.
En las misiones los
jesuitas publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo,
manuales de oraciones y hasta un diccionario. Las reducciones contaron con la
primera imprenta fundada por los padres Juan Bautista Neuman y José
Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos necesarios y
publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Nuestra
Señora de Loreto, San Javier y Santa María la Mayor.
El primer libro
publicado fue el Martirologio Romano en el año 1700; más
adelante el Flos Sactorum del padre Pedro de Ribadeneyra en
edición guaraní, y De la diferencia entre lo temporal y lo eterno del
padre Juan Eusebio Nieremberg. Fue muy rica y variada la producción
bibliográfica, conservándose todavía la mayoría.
Música misional
La música y
el canto ocuparon un lugar destacado en el proceso de aprendizaje.
Cada pueblo contaba con un coro y orquesta. Desde la misma
escuela se promovió la participación de los niños y los jóvenes, mientras que
los adultos se organizaron, en la mayoría de los casos, desde la iglesia.
En los mismos escritos
de los sacerdotes participantes de las misiones, que datan desde los primeros
contactos evangelizadores, dieron cuenta de una «inclinación natural por los
sonidos europeos» por parte de los nativos. A razón de esto es que la música
fue concebida como una «potente arma de conversión”.
Es así que los indios
reducidos fueron eximios cantantes y destacados músicos que reprodujeron textos
musicales tanto de contenido religioso como profano. Las interpretaciones que
los guaraníes alcanzaron con instrumentos como el arpa y el violín constituyen
clásicos de la música rioplatense.
Así puede citarse
a Hara Vale Hava que es una bella obra anónima para tenor, violines y continuo cantada
en guaraní que fue compuesta a finales del siglo XVII o inicios del
XVIII en las misiones jesuitas paraguayas o bolivianas.
Los guaraníes, además,
le dedicaron tiempo y esfuerzo a la danza. Los danzarines
ensayaban desde los seis años, incorporando incluso melodramas los días
domingos y feriados. En las festividades las principales diversiones justamente
consistían en representaciones, música, canto y baile.
A lo largo del siglo
XX se tomó una imagen idílica de la evangelización que impregnó
en las artes, naciendo el término de “barroco jesuítico”, el cual fue la idea
del resultado sensitivo tanto aural como visual del sincretismo que
se dio entre los nativos y europeos. Sin embargo, este punto de vista no da
cuenta de ciertos puntos muy importantes como, por ejemplo, la forma en que se
acogió y percibió por parte del nativo americano tanto estas músicas que le son
ajenas como las estrategias que usaron los misioneros de la Compañía de Jesús
para adaptarlas a los contextos locales, lo que en este caso particular, se
tradujo muchas veces en concesiones poco comunes en un contexto de contrarreforma católica,
como fue la incorporación en muchos casos de elementos propios de las culturas
nativas (estrategia nada nueva dentro de la historia, pero sí dentro de este
contexto). Estos aspectos pasaron a integrar un proceso cultural y político
bastante amplio, el cual se cargó de tensiones y conflictos. A pesar de las
particularidades propias de su espacio y su tiempo las misiones generaron
nuevos modos de expresión cultural guaraní tanto en la música vocal como
instrumental y en el baile que son apreciados hasta el presente.
Organización militar
Las misiones guaraníes
constituyeron un importantísimo freno a las aspiraciones expansionistas de
los lusitanos, que liderados por los bandeirantes se
dedicaban a la caza de indios para venderlos como esclavos en São
Paulo y Río de Janeiro.
Desde los primeros
tiempos de la conquista de América, la corona española otorgó a los naturales americanos, el mismo estatus
jurídico de hombres libres, equiparándolos a los vasallos peninsulares. Esta
era la condición que tenían los guaraníes en el Virreinato del Perú.
Tras varias
incursiones bastante exitosas, en 1641 una gran tropa de bandeirantes paulistas fue
vencida en la batalla de Mbororé. Estos volvieron a intentar atacar
en 1652 y 1676 pero en ambas ocasiones el gobernador
de Paraguay consiguió detenerlos gracias a la participación de las
milicias jesuitas.
Los permanentes
ataques de los bandeirantes forzaron a una mayor militarización de las
misiones. Las reducciones empezaron a fortificarse y a formar milicias armadas
con armas de fuego y entrenadas en tácticas de guerra modernas combinadas a sus
tácticas selváticas clásicas gracias al entrenamiento con veteranos de las
guerras europeas. De esta manera se constituyeron milicias permanentes a las que,
a cambio de participar en campañas convocadas por los gobernadores de Asunción
y Buenos Aires, se liberaba de la mita. Aparte de esto, los guaraníes
cooperaron frecuentemente en los asedios a la Colonia del Sacramento:
en 1680 lucharon 4000, en 1704-1705 3000 y en 1735-1736 otra
vez tres mil.
En 1702, además,
derrotaron a los charrúas con los que habían entrado en conflicto por
extensos territorios de la Banda Oriental aptos para que pastaran sus
ganados. Sin embargo, la mano de obra guaraní no sería tan solo usada para
apoyar en las campañas militares. Altamente cualificados fueron solicitados
para ayudar en la construcción de fortalezas, destacando en especial las
murallas de Montevideo.
Las milicias de las
misiones tuvieron también una participación importantísima en la supresión de
la Segunda revolución comunera del Paraguay (1721-1735). En 1724,
tras años de conflicto entre los comuneros —que entre otras cosas solicitaban
que las misiones quedaran gobernadas por corregidores que acabaran con la autonomía
autárquica de estas— y los jesuitas en las cortes de justicia, el
enfrentamiento se trasladó al campo de batalla cuando éstos últimos, siguiendo
las órdenes del virrey del Perú José de Armendáriz, prepararon un ejército
de dos mil indios a orillas del río Tebicuary, aunque fueron atacados
sorpresivamente por un ejército asunceño superior y vencidos. En 1726 los
jesuitas, gracias a su apoyo al gobierno real, consiguieron la autonomía frente
al gobernador de Paraguay y seis años después movilizaron siete mil indios para
defender el Tebicuary de ataques desde Asunción. En 1735, Bruno de
Zavala, gobernador del Río de la Plata, decidió organizar una expedición
con la que acabar con los rebeldes. Los jesuitas inmediatamente le dieron su
apoyo, organizaron más de 6000 guaraníes cerca del Tebicuary y otros 6000
quedaron de reserva en sus misiones. Pronto se sumaron a la tropa de Zavala,
más de 8000 hombres, que el 14 de marzo de 1735 obtuvo la
decisiva victoria de Batalla de Tabapy marcando así el fin de la
insurrección.
La demostración del
poder militar de las misiones impresionó e intimidó a los vecinos de Asunción y
Corrientes, que desde entonces desconfiaron de los misioneros sobremanera.
Pocas décadas después se produjo la guerra guaranítica que terminó
siendo usada como el principal argumento para expulsar a los jesuitas, a los
que no se consideraba leales al rey.
El final de las
reducciones
A partir de inicios
del siglo XVIII, las reformas borbónicas puestas en marcha por esta
nueva dinastía a fin de evitar el lento proceso de decadencia en que
se encaminó la monarquía hispánica, alcanzaron también al aspecto
religioso en donde la corona aplicó el regalismo.
Durante el reinado
de Fernando VI de España España se enfrentó con Portugal por
la colonia del Sacramento, desde la que se facilitaba el contrabando
británico por el Río de la Plata. José de Carvajal consiguió
en 1750 que Portugal renunciase a tal colonia y a su pretensión de
libre navegación por el Río de la Plata. A cambio, España cedió a Portugal dos
zonas en la frontera brasileña, una en la Amazonia y la otra en
el sur, en la que se encontraban siete de las treinta reducciones guaraníes de
los jesuitas. Los españoles tuvieron que expulsar a los misioneros jesuitas,
lo que generó un enfrentamiento con los guaraníes que duró once años.
El rey sucesor, Carlos
III, imitando las políticas seguidas en el Reino de Portugal (1759) y en
el Reino de Francia (1762), a través de la Pragmática Sanción de
1767, emitida el 27 de febrero de ese año, ordenó la expulsión de los jesuitas
de todos los dominios de la corona de España, incluyendo los de América y los
demás ultramarinos, cifra que alcanzó a más de 6000 religiosos. El ataque
de la monarquía a esta orden religiosa también alcanzó sus bienes temporales
toda vez que ya que la pragmática también decretó la incautación del patrimonio
de la Compañía de Jesús.
Poco tiempo después,
el 21 de julio de 1773, el papa Clemente XIV dictó el breve
apostólico Dominus ac Redemptor, suprimiendo la Compañía de
Jesús, que únicamente logró subsistir en Rusia y volvió a ser
autorizada por el papa Pío VII en 1814.
Las reducciones
guaraníes no se disolvieron de inmediato, sino que se reemplazaron a los
jesuitas con nuevos directores seculares que no tenían los ideales de los
primeros. Tampoco fueron exitosos las direcciones de los franciscanos, dominicos y mercedarios que
tomaron a su cargo los pueblos misioneros, constituyéndose la Gobernación
de las Misiones Guaraníes.
Pero los años inmediatamente
posteriores a la expulsión la emigración de indigenas se multiplicó. Grupos de
guaraníes ya habían empezado a buscar refugio en Corrientes, Santa Fe, Entre
Ríos, la Banda Oriental y Buenos Aires de los ataques de españoles y criollos y
las malocas de los paulistas. En 1801, cuando los lusitanos ocuparon
definitivamente las Misiones Orientales un importante contingente de sus
habitantes se refugió en el actual territorio uruguayo, especialmente su
campiña.
Otros volvieron a sus
selvas mientras algunos se sirvieron del entrenamiento como artesanos que
habían aprendido en las reducciones para vivir en las ciudades. Hubo una rápida
disminución de la población.
La creación del virreinato
del Río de la Plata en 1776, que fue el último creado por la corona
española como una escisión del virreinato del Perú en su intento de reorganizar
la administración de sus colonias en América, no logró detener la decadencia de
estos pueblos.
A partir de 1810,
durante las guerras de independencia hispanoamericanas, los guaraníes
apoyaron los cambios radicales económicos, políticos y sociales propuestos por
el caudillo José
Gervasio Artigas, donde la situación del indio tenía especial preocupación.
Este afianzó su poder en las regiones de mayoría mestiza o indígena, lo que
hace comprensible que Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, la Banda Oriental y las
Misiones Orientales se sumaran a su Liga Federal. Durante dicho periodo
otro gran contingente de las Misiones Orientales se refugió en las tierras del
actual Uruguay.
Posteriormente,
en 1820 Artigas fue vencido por el enterriano Francisco Ramírez y
obligado a exiliarse en Paraguay. Cerca de cuatro mil guaraníes
artiguistas de las Misiones Occidentales, Corrientes y Entre Ríos se refugiaron
en la Banda Oriental. En 1828 Fructuoso Rivera ocupó brevemente
las Misiones Orientales, pero debió retirarse tras firmar el Convención
Preliminar de Paz, llevándose consigo de cuatro a ocho mil indígenas misioneros
a la Banda y fundando Santa Rosa del Cuareim, actual ciudad de Bella
Unión. Durante su campaña, el ejército de 500 soldados de Rivera triplicó su
número gracias a los reclutas tapés y charrúas que se sumaron.
En cuanto a la planta
física, en las primeras décadas del siglo XIX las tropas del general
del Brasil Francisco das Chagas Santos y el dictador paraguayo Gaspar
Rodríguez de Francia causaron graves daños a los edificios. El golpe de
gracia vino por el sucesor de Francia, Carlos Antonio López cuando
éste abolió forzosamente y destruyó las comunidades quedándose con las tierras.
En recuerdo de la obra
jesuítica, las regiones que ocuparon antaño las reducciones hoy son llamadas
«misiones».
Samtisima Trinidad de Paraná - Paraguay |
Patrimonio de la
Humanidad
Algunas de las
misiones jesuíticas guaraníes han sido declaradas lugar Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco.
Cada una de ellas se
caracteriza por un plan específico y un diferente estado de conservación.
Son siete los
impresionantes restos que el organismo cultural ha protegido. La primera
declaración data de 1983 y fue para las ruinas de São Miguel das
Missões, ubicadas en el sur de Brasil.
En 1984, la
declaración otorgada a las ruinas brasileñas de San Miguel de las Misiones fue
extendida para incluir las misiones argentinas de San Ignacio Miní, Santa
Ana, Santa María la Mayor y Nuestra Señora de Loreto, lo que lo
convirtió en un único sitio transfronterizo.
En 1993 el
número se amplió con la declaración que alcanza a dos misiones situadas en
Paraguay: la Misión Jesuítica de Jesús de Tavarangué y la Misión
Jesuítica de Santísima Trinidad del Paraná.
Esquemáticamente las
misiones que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad son las siguientes:
Código
|
Nombre
|
Lugar actual
|
País
|
Coordenadas
|
Año
|
291-001
|
São Miguel das
Missões
|
São Miguel das
Missões, estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
1983
|
|
291-002
|
San Ignacio Miní
|
San Ignacio, Departamento
San Ignacio, Provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-003
|
Nuestra Señora de
Santa Ana
|
Santa Ana, Departamento Candelaria, Provincia de
Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-004
|
Nuestra Señora de
Loreto
|
Cerro Corá,
departamento Candelaria, provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-005
|
Santa María la Mayor
|
Santa María, Departamento
Concepción, provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
648-001
|
Santísima Trinidad
del Paraná
|
Encarnación, en
el Distrito de Trinidad en Itapúa
|
1993
|
||
648-002
|
Jesús de Tavarangué
|
Encarnación, en el
distrito de Trinidad en Itapúa
|
Paraguay
|
1993
|
Fuente: Wikipedia - La Enciclopedia Libre
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