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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Felipe Pigna: “En la historia argentina hay una profunda negación sobre los pueblos originarios”



El conocido historiador Felipe Pigna analizó con sentido crítico el mal intencionado olvido y menosprecio de los pueblos indígenas en la visión de la historiografía liberal-tradicional de la República Argentina.
Con una breve disertación, donde también se refirió al proyecto de la llamada “organización nacional” que instrumentó el genocidio del pueblo indio, Pigna participó hace pocos días, en el teatro San Martín de la ciudad de Buenos Aires, de un acto de homenaje y rescate de la figura del cacique Juan Calfucurá, organizado por la Comisión Piedra Azul.
Esta es la transcripción de la charla de Pigna, a la cual asistió nuestro columnista Carlos Espinosa.
“En la historia argentina hay una profunda negación sobre los pueblos originarios. En los manuales de la escuela primaria, con los que se educan nuestros hijos, cuando se hace referencia a los pueblos originarios siempre se habla en pasado, ‘los mapuches habitaban Neuquén’ y ‘los pilagas estaban en Formosa’, dándolos por muertos. Además las descripciones de estos pueblos tienen que ver con características casi zoológicas, y se habla de usos y costumbres, y hay un desprecio que se evidencia en la forma de hablar de su arte –que es artesanía- y de sus religiones  -que son creencias, basadas en mitos y leyendas-; y de su lengua –que son dialectos-.
Es decir que toda esta caracterización marca una diferencia muy clara cuando los chicos empiezan a estudiar , por ejemplo, los pueblos europeos, y se habla de cultura, filosofía y otra cantidad de cosas que no les han sido dadas, aparentemente, a los pueblos americanos.
Partimos de un principio muy interesante acerca de cómo nuestros hijos se enteran de la existencia de estos pueblos.
Pero por suerte esto está cambiando, está apareciendo el cuestionamiento a la comunidad educativa, los chicos preguntan, aparecen textos alternativos en las escuelas. Pero lo que viene dado es bastante complejo y creo que es importante empezar por ahí y de una vez por todas ampliar esa cronología histórica, incluyendo en la historia nacional  los pueblos originarios. Porque nuestra historia no empezó en1536 ni en 1810, sino mucho antes, y es importante que los pueblos originarios no queden para una clase especial, como suele ocurrir con eso de ‘a vos te tocan los mapuches, a vos te tocan los diaguitas ’, una lámina y ya está. Esto lo digo con mucha experiencia docente, y de alumno también, y creo que no puede ser: tenemos que cambiar el programa de estudios para incorporar a una parte tan importante de nuestra historia, que aparece como marginal, sin importancia.
En cuanto al período histórico (en el que es protagonista el cacique Juan Calfucurá) me parece interesante ver cómo se cuenta la historia. Cuando se conforma la Confederación de Salinas Grandes la Argentina estaba dividida, por un lado el Estado de Buenos Aires y por el otro la Confederación Argentina, por la década del 60, un poco antes. Hay un momento en que la Argentina tiene tres Estados, pero sin embargo la historia oficial sólo habla de dos, la Confederación y Buenos Aires, negando este Estado tan interesante que fue el de Salinas Grandes.
Allí se puede ver, entonces, cómo se cuenta la historia, porque esa parte no está ni siquiera narrada, y hablamos de un Estado se conformó antes de la unificación de Alemania, o de la unificación de Italia, y sin embargo acá ni se lo menciona, no formó parte de nuestra historia.
En ese período en el que le toca vivir a Calfucurá es interesante rememorar que es la época de la llamada ‘organización nacional’ que tiene que ver con un hecho que ocurrió un día como hoy (17 de septiembre) en 1861, que fue la derrota de Pavón, y digo ‘derrota’ porque el derrotado fue el país. El triunfante fue (el general Bartolomé) Mitre, pero la derrotada fue la Nación, aunque Mitre es considerado fundador de la Nación en más de un sentido.
Lo que pasó en Pavón puso en evidencia un cambio rotundo en cuanto al país, en cuanto a lo que era el proyecto de la Confederación –contradictorio pero muy interesante- y el resto de la Argentina. Lo que comienza a producirse en ese momento es una organización del país con un modelo agroexportador y excluyente, que tiene como principal figura a Mitre.
Es interesante observar que Mitre llama a esta etapa como ‘proceso de Organización Nacional”, y muchos años después la dictadura de (José Alfredo) Martínez de Hoz y (el general Jorge Rafael) Videla eligió el nombre de Proceso de Reorganización Nacional, y la verdad es que hay puntos en común. El primero que salta a la vista es la imposición, con la fuerza y el uso de las armas, de un proyecto político, económico y social completamente antipopular. Mitre asume la presidencia en 1862 y aumenta el presupuesto militar hasta un 50 por ciento del total del presupuesto nacional. ¿Y contra quién íbamos a pelear? ¿A quién iba destinado  ese presupuesto militar?
No había ninguna  hipótesis de conflicto externo, el Ejército Nacional nace destinado a la represión interior, sus primeras campañas son contra argentinos, contra Chacho Peñaloza, contra Felipe Varela, y contra los pueblos originarios. Todo este ocurre entre 1862 y 1880, en un período que es llamado por la historiografía liberal como las ‘presidencias históricas’.
Las únicas llamadas ‘presidencias históricas’, según la historia liberal, son las de  Mitre, Sarmiento y Avellaneda, el resto no son históricas aparentemente. Esto coincide con el establecimiento de una Nación, de un Estado basado en un modelo económico agroexportador, en ese mundo que se apoya en la división internacional del trabajo y a nosotros nos toca el rol de país proveedor de materias primas y comprador de manufacturas, cuestión que había previsto  muchísimo tiempo antes Manuel  Belgrano, en 1796 cuando estaba en el Consulado de Buenos Aires y advertía que ‘los países civilizados se cuidan de exportar materia privada sin antes transformarla localmente, porque de lo contrario estarán creando desocupación en el país exportador y trabajo en el país importador’, y terminaba  recomendando ‘no exportemos cuero, exportemos zapatos’. Esta profecía lamentablemente se cumplió, porque el consejo de Belgrano no fue escuchado, porque la burguesía a estaba ocupada en otra cosa, en la exportación y la ganancia fácil, que tiene que ver con la expansión hacia el desierto y culmina con Roca. Esta valorización dela tierra que es tan diferente al proceso que se da en los Estados Unidos, donde el corrimiento de fronteras –que es una masacre igual que acá- tiene como posterior resultado totalmente un reparto de tierras con un máximo de 30 hectáreas por familia, con lo cual hay un fenómeno económico que tiene que ver con que esos pequeños y medianos productores necesitan tecnificar esos campos y esto incentivó y llevó al nacimiento de la industria en Estados Unidos. Mientras que en la Argentina después de la masacre sobrevino la apropiación por 600 familias de millones y millones de hectáreas, que resultaron improductivas y solamente se destinaron  a la especulación, porque ese es el modelo que se implanta a partir de 1862, con estas presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, que van conformando la Argentina moderna a la que Roca le pondrá la frutilla de la torta.
Es un modelo esencialmente excluyente, un modelo para pocos, un modelo donde el trabajo registrado no está garantizado, donde el trabajador no es consumidor y por lo tanto para la burguesía agropecuaria argentina cuanto menos le pague es mejor, donde el ganadero cobraba en libras y pagaba en pesos. Es un momento de alta inflación, porque la especulación tenía que ver con esto; es un momento de riqueza fácil, de grandes negocios en el período de 1862 al 80; y la conformación de un pensamiento vinculado al positivismo, a la idea del darwinismo social, la idea de que hay una raza superior que merece conquistar el mundo y en nuestro país es la raza blanca que evidentemente debe expandir sus saberes, porque como decía Kipling tiene la misión de llevar  la buena nueva por todo el mundo y en este caso, como decían Sarmiento  y Alberdi, había que combatir el desierto
Y este término aparece en la llamada conquista del desierto , que aparece como un lugar deshabitado, porque evidentemente para la generación del 80 los originarios no eran personas y entonces el concepto de desierto es altamente interesante. Incluso, en el caso de la otra conquista, que fue tremenda en el norte en el Chaco y Formosa , hablan del desierto verde, una casa bastante rara, casi un oxímoron. Y ratifican que quienes viven allí no son seres humanos, lo que conforma un ideario que se sostiene en el tiempo, con la idea del progreso en un modelo excluyente desde dos puntos de vista: desde lo económico, porque el trabajador no era un elemento interesante para el modelo, sino sólo un cliente; y desde lo político, basado exclusivamente en el fraude electoral, porque la gente no votaba ni tenía participación política.
Así que el modelo que empieza a conformarse con esta organización nacional, a partir de 1862, cierra únicamente con la exclusión y la represión, que va a tener distintos destinatarios: por un lado el llamado indio, el gaucho que es transformado de trashumante a peón de estancia, y finalmente otro perseguido va a ser el inmigrante que es portador de ideas maximalistas, lo que empieza a llamarse –como decía Cambaceres- el malón rojo. Porque una vez derrotado el indio el nuevo enemigo es el inmigrante portador de ideas revolucionarias, como las del anarquismo.”
Durante el acto mencionado también hablaron el investigador Guillermo David (autor del libro “El indio deseado, del dios pampa al santito gay” y del prólogo de la reedición de la biografía de Calfucurá por Álvaro Yunque), la historiadora Graciela Hernández y  Jorge Nahuel, de la Confederación Mapuche del Neuquén, en un panel coordinado por la socióloga Maristella Svampa.
Además se produjo la representación de un fragmento de la obra teatral  “Luna Kakana” (sobre el desplazamiento de los indios Quilmes, desde su pueblo original en Tucumán hasta el sur de Buenos Aires), y la actuó la cantante mapuche Beatriz Pichi Malen.
Finalmente se presentó oficialmente un documento con la firma de historiadores, referentes del pensamiento y el arte, miembros de organizaciones del Pueblo Mapuche, estudiantes y ciudadanes interesados en la reivindicación de las culturas indígenas,  titulado “La relevancia de Juan Calfucurá en la construcción de un Estado Plurinacional”.
Fuente: APP Agencia Periodística Patagónica (Argentina) - 25 de Septiembre de 2019

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