Un
artículo de la revista Science ha dividido a la comunidad académica sobre la
situación de los pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario.
En
la editorial publicada en la prestigiosa revista científica los norteamericanos
Robert S. Walker y Kim R. Hill sostienen que los países deben optar por el
contacto con estas poblaciones; sin embargo, en este análisis, Stephen Corry,
director de la organización Survival International, refuta estos planteamientos
y sostiene que hacerlo podría provocar la desaparición de estas poblaciones por
los severos daños a su salud. En el Perú existen cinco reservas territoriales
para pueblos en aislamiento voluntario.
En
un artículo publicado en la revista Science el pasado 5 de junio, los
antropólogos estadounidenses Robert S. Walker y Kim R. Hill señalan cómo los
primeros contactos con integrantes de pueblos indígenas amazónicos en aislamiento provocan
una disminución considerable de su población, pero a pesar de estas
evidencias, sostienen que los gobiernos incurren en “una vulneración de su
responsabilidad” al “rechazar contactos autorizados y bien planificados”.
Brasil
solía aplicar la política que Walker y Hill sugieren: su Gobierno instigó el
contacto con indígenas en aislamiento entre los años 60 y 80
bajo el clamor de “abrir” la Amazonia y explotar sus recursos. Quería
“pacificarlos” para que dejasen de resistirse al robo de sus tierras.
DE
LA PACIFICACIÓN A LA PROTECCIÓN
El
departamento encargado de los asuntos indígenas brasileños, la
Fundación Nacional del Indio (Funai), siempre ha contado con trabajadores
sensibilizados. A finales de los 80 la política de esta organización giró de de
la “pacificación” a intentar detener primeramente la invasión de los
territorios indígenas.
Ahora
Walker y Hill quieren retroceder en el tiempo. Sostienen que un “plan bien
organizado” y el acceso de personal médico a estos territorios ocupados por
poblaciones indígenas en aislamiento es todo lo que hace falta
para que el contacto sea una "historia de éxito". Pero no es cierto:
las autoridades brasileñas también contaban antes con muchos planes cuando los
indígenas murieron masivamente y hay numerosos casos en los que el personal
médico no pudo, y todavía hoy no puede, evitar las muertes.
Sydney
Possuelo, un antiguo director de la Funai, organizó decenas de
expediciones para tomar contacto durante más de 40 años y tiene infinitamente
mayor experiencia que cualquier antropólogo. Recientemente contaba su
experiencia con los indígenas araras de Brasil: “Creía que sería posible
hacerlo sin dolor o muertes y organicé uno de los frentes mejor equipados que
Funai haya tenido nunca. Lo preparé todo (...) Puse en marcha un sistema
con médicos y enfermeros. Me aprovisioné con medicamentos para combatir las
epidemias que siempre sobrevienen. Disponía de vehículos, un helicóptero,
radios y personal experimentado. Pensé: ‘No dejaré que ni un solo indígena
muera’. Y se produjo el contacto, las enfermedades llegaron y los
indígenas murieron”.
Hay
numerosos casos en los que el personal médico no pudo, y todavía hoy no puede,
evitar las muertes.
Walker
y Hill intentan justificar su posición afirmando que es "poco
probable" que los pueblos indígenas en aislamiento sean “viables”. En su
opinión las enfermedades provenientes del exterior “agravadas con la
variabilidad demográfica y la endogamia” harán que su desaparición sea “muy
probable en un futuro cercano”. Hill va aún más allá en otro artículo: “Casi
con toda seguridad muchos grupos aislados se extinguieron en el siglo XX sin
haber siquiera establecido contacto”. Esta afirmación resulta extraña, pues en
realidad hay muchos pueblos indígenas aislados, muchos más del doble del número
indicado por los autores (1). No hay pruebas, además, de que muchos hayan
desaparecido sin intervención externa.
Los
pueblos indígenas aislados están en grave peligro, pero se debe a las
enfermedades y a la violencia que genera la invasión de su territorio.
Cuando se les deja vivir en paz parecen tan “viables” como cualquiera.
REDUCCIÓN
DE LA POBLACIÓN
Los
antropólogos estadounidenses también sostienen que “poco después de un contacto
pacífico (...) las poblaciones indígenas que sobreviven se recuperan rápidamente
del declive demográfico”. La expresión clave aquí es “que sobreviven”. Hay
varios ejemplos conocidos de pueblos indígenas que luego del contacto su población se
ha reducido a una docena de integrantes. También hay muchos ejemplos que
contradicen directamente la hipótesis de los antropólogos. Hay pueblos cuya
población luego del contacto ha permanecido muy por debajo de las estimaciones,
a pesar de disponer de medicina occidental. Por ejemplo, los aborígenes de
Australia todavía son solo alrededor de la mitad de los que eran antes del
contacto. Cuando la población sobreviviente crece, como por ejemplo en
Norteamérica, sus problemas de mala salud, muerte temprana, abuso de alcohol y
drogas, suicidio, entre otros, no parecen ser una tentación para adoptar
nuestra versión particular de la sociedad humana.
A
pesar de ello, Walker y Hill piensan que es “improbable” que estos pueblos
“escogiesen el aislamiento si dispusiesen de información completa (por ejemplo,
si supiesen que el contacto no provocaría masacres y esclavitud)”. El principal
asesino de los pueblos indígenas recién contactados es la enfermedad, seguida
de la violencia y después el robo de tierras, y el resultado es una
desintegración social catastrófica. Esto es clara y trágicamente evidente en
muchas reservas de nativos americanos o entre los guaraníes de Brasil, donde el
suicidio de la persona más joven registrado hasta el momento fue el de una niña
de 9 años.
El
hecho de que haya casos de indígenas contactados que se han retirado
posteriormente a un mayor aislamiento desmiente de nuevo la tesis de Walker y
Hill (2). Los hechos reales conducen a una única política: parar la invasión de
tierras indígenas, no acelerarla con expediciones para entrar en contacto.
Los
pueblos indígenas aislados están en grave peligro, pero se debe a las
enfermedades y a la violencia que genera la invasión de su territorio.
Cualquier
afirmación que sostenga que no hay recursos para proteger el territorio indígena
debe ser enérgicamente rechazada. El dinero está ahí. Cada año se sustraen
decenas de miles de millones de dólares de los territorios indígenas, pero el
presupuesto de la agencia brasileña para asuntos indígenas es minúsculo y la
mayoría se desperdicia en burocracia.
Hace
doscientos años los progresistas se enfrentaron a una elección: aceptar la
esclavitud como algo inevitable e intentar tratar mejor a los esclavos, o
luchar para acabar con ella. Con los pueblos en aislamiento ocurre lo mismo:
los ponemos en contacto con el mundo industrializado, les guste o no,
intentando garantizar que no mueran muchos en el proceso; o bien los ayudamos a
proteger la tierra ancestral que se supone que les pertenece, y les
permitimos escoger su propio futuro.
LOS
DERECHOS TERRITORIALES SON CLAVES
Los
derechos indígenas han dado grandes pasos desde hace cincuenta años, cuando los
terratenientes podían librarse de la cárcel declarando que no sabían que matar
indígenas fuera algo malo. El principio legal más importante en la actualidad
es que nada debería ocurrir en las tierras indígenas sin el consentimiento
libre, previo e informado de sus propietarios indígenas. Las incursiones en la tierra de
los pueblos indígenas en aislamiento vulneran estos derechos. Pero está claro
que a Walker y a Hill no les preocupan estos pormenores legales. Su artículo
solo hace una breve referencia a los “derechos de los nativos”, pero no dice
cuáles son ni menciona la clave esencial para la supervivencia indígena: los
derechos territoriales.
La
supervivencia de los pueblos indígenas depende de la protección de su tierra.
Pueden
argumentar que las leyes apenas se aplican, pero esa no es razón para dejarlas
de lado. Es hora de que la sociedad industrializada y las empresas empiecen a
cumplir con las normas de las Naciones Unidas y las políticas de
responsabilidad social corporativa y dejen de invertir en proyectos que no
cuentan con el adecuado consentimiento de aquellos cuyas tierras destruyen, en
especial cuando pertenecen a los pueblos más vulnerables del planeta.
La
forma más sencilla y, por mucho, la más económica de salvar la selva es
garantizar que la mayor cantidad posible permanezca en manos indígenas. Esto no
tiene nada que ver con ninguna ideología de café del "noble salvaje",
sino sencillamente con hechos fácilmente verificables a través de imágenes
satelitales.
La
supervivencia de los pueblos indígenas depende de la protección de su tierra.
Esto es particularmente vital para quienes eligen evitar el contacto, pero
también aplicable a quienes lo buscan (y ningún analista serio dice que se les
deba prohibir hacerlo).
Han
pasado solo unos años desde que a los pueblos indígenas en aislamiento se los
calificaba como un engaño. Ahora su existencia es innegable. Sabemos cosas que
obviamente ellos no saben, pero ellos saben cosas que nosotros desconocemos.
Representan la mayor diversidad de la humanidad y demuestran la universalidad
del ingenio humano al dar forma al entorno empáticamente para mejorar la vida.
Son pueblos por derecho propio.
Stephen Corry es director de la organización Survival
International.
(1).
Survival ha estado monitoreando la situación de los pueblos en aislamiento en
Latinoamérica desde 1969. Basamos nuestras estimaciones en el número de pueblos
indígenas aislados (superior al centenar) en información que hemos recopilado
de diferentes fuentes, incluyendo la de nuestros propios observadores,
indígenas contactados y otros intermediarios, como científicos y agentes
gubernamentales.
(2).
De entre los muchos ejemplos que se podrían aportar, remitimos a uno de los más
próximos en tiempo: las personas más recientemente contactadas del mundo son
tres indígenas awás de la Amazonia brasileña. El Gobierno contactó y
sedentarizó a su grupo en la década de los años 80, pero entonces ellos
decidieron regresar a la selva donde han permanecido nuevamente en aislamiento
hasta que la presiones que sufren sus tierras les forzaron a establecer
contacto otra vez en diciembre del año pasado.
Fuentes:
Survival
Internacional - 16 de Septiembre de 2.015
Ecoportal.netOjo
Público
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