¿Quién habla del Malón de la Paz que en 1.946 caminó más de 2.000
kilómetros para recuperar sus tierras usurpadas?, ¿Quién recuerda a los Kollas
de la Puna y de Orán que durante casi tres meses fueron tapas de diarios y
revistas?, ¿Alguien sabe que por primera y única vez en la historia argentina,
dos maloneros estuvieron en el balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo
colmada?, ¿Alguien recuerda que se les hizo jugar un partido de fútbol previo
al tradicional River - Boca, encuentro al que asistieron más de 40.000
espectadores?, ¿Alguien conoce realmente como terminó aquella fiesta inicial?,
¿Alguien recuerda a los invisibles?
ORGANIZACIÓN DE LA CARAVANA
Como si no bastaran los enfrentamientos a mano armada con las
fuerzas del Estado Provincial para recuperar el territorio Kolla, el tres de
diciembre del año 1.874 en el Abra de la Cruz Cochinoca y el cuatro de enero de
1.875 en el Abra de Quera, este último con refuerzos de Salta enviados por el
Estado Nacional, nuestros ancestros tuvieron que organizar una caravana hasta
Capital Federal para exigir la devolución de sus territorios; cansados de los
hostigamientos, malos tratos, despojos a los que eran sometidos por parte de
los terratenientes. Las comunidades de la Puna se organizan para recuperar el
territorio Kolla.
El 15 de mayo de 1.946 desde las comunidades de Queta, Tinate,
Miraflores, Abra Pampa entre otras en la puna jujeña, San Andrés de la Nueva
Oran y Santa Cruz en las serranías del Zenta; partió una caravana con destino a
Buenos Aires para reclamar al entonces Presidente de la Nación, el General
Perón, la devolución de sus territorios que injustamente habían sido usurpados
por terceros. Llevaban una carta donde se formalizaba la petición, que fuera
entregada por los dirigentes indígenas en la Casa Rosada, en mano al ya
presidente Perón. La caravana duro ochenta y cuatro días desde el 15 de mayo
hasta el tres de agosto teniendo que recorrer 2.425 kilómetros, pasando frío,
calor, hambre, sed, cruzando ríos de noche y a veces teniendo que dormir a la
intemperie, llevaban algunos burros en los cuales transportaban alimentos y abrigos;
el contingente total 174 Kollas.
EL VIAJE
El 15 de Mayo de 1.946 muy temprano las autoridades originarias de
las diferentes comunidades puneñas, despidieron a sus representantes que
iniciaban el largo viaje, en la lejana Abra Pampa Estuvieron formados los niños
de la escuela N°124 con la bandera en alto, autoridades del pueblo, los
maloneros pertenecientes a las comunidades cercanas; Bajo el sol implacable de
la Puna se cantó el Himno Nacional y el Párroco local Adalberto Von Beck,
bendijo a los integrantes de la caravana.
Llegaron a Casabindo al anochecer del 17 de mayo, en las afueras
los aguardaba todo el pueblo formando en dos hileras, una de hombres y otra de
mujeres. Al verlos parecer, comenzaron a tocar las campanas de la iglesia; los
dirigentes pronunciaron un discurso breve y emotivo refiriéndose al paulatino
crecimiento de la caravana a la que se sumaron integrantes de las comunidades
cercanas; pero todavía eran muy pocos, apenas unas decenas de Kollas. Al día
siguiente aumentó la columna con los maloneros provenientes de Cochinoca, Aguas
Calientes, Doncellas y Tambillos. Allí en esa senda polvorienta, la emoción
embargó a ambos grupos que comenzaron a saludarse a la distancia. Unos y otros
se veían como hileras de hormigas que se aproximaban en medio de la nada. Se
veían mínimos indefensos, ante el poderoso viento de la puna que por momentos
amenazaba dispersarlos, pero se veían decididos. El esperado encuentro fue un
momento de risas, abrazos y coplas.
“Viva,
viva Buenos Aires La Capital Federal Viva el pueblo de Abra Pampa Y su hermoso
carnaval
Cochinoca
linda tierra Si lo digo es con razón En mi pueblo tengo el alma Y en Jujuy el
corazón
Soy
nacido en Abra Pampa Bautizado en Cochinoca Mi padre es el vaso de vino Mi
madre la chuspa de coca
Que
largo son los caminos Llevando una sed que quema Que triste el arroyo seco Tan
parecido a mi pena”
Luego siguió agua de Castilla y Quebraleña llegando a Pozo Colorado
al borde de las Salinas Grandes de Jujuy, donde acamparon en la escuelita; cabe
aclarar que todas estas comunidades contribuían con nuevos racimos de viajeros
que engrosaban el malón.
El 20 de mayo se enfrentaron a la quebrada de rio colorado
internándose entre Guancares y Bocas Coloradas, ascendieron la cuesta de
Sepultura. Estaban en la cima de la cordillera, desde allí se divisaban las
hondonadas de la Quebrada de Humahuaca; era el final de la zona del altiplano.
Tras un breve descanso comenzaron el dificultoso descenso. Muchos estaban
exhaustos sin embargo nada los detenía.
Por fin salen a la quebrada a la altura de Purmamarca, dejando a
tras Tumbaya y hacen noche en Volcán ya sobre el rio grande. En la madrugada
emprenden nuevamente la marcha, Volcán, León y Yala quedaron atrás. Estaban en
proximidades de la Ciudad de San Salvador de Jujuy, donde improvisaron un
campamento. Allí los aguardaba el diputado Viviano Dionisio, después de ultimar
detalles para la recepción del malón. San Salvador de Jujuy era la primera
ciudad que tocaría la caravana y existía una lógica ansiedad de cada malonero;
a partir de ese momento la marcha saldría de la invisibilidad. En aquel día de
descanso y reagrupamiento, tal como estaba previsto aparecieron los jinetes de
la cuarta columna, esta vez se trataba de los salteños procedentes de la lejana
Orán dirigido por Teobaldo Flores y Domingo Urbina, todos ellos venían montados
en buenos caballos y mulas llevando a demás un segundo animal de recambio,
quienes también habían enfrentado jornadas durísimas, cruzando la Sierra del
Zenta superando alturas de 2.700 metros, para terminar apareciendo en la ruta 9
a la altura de Humahuaca.
En su mayoría los 65 salteños kollas viajaban montados en caballos
o mulas, mientras que el centenar de Jujeños lo hacían el viaje a pie. Estos,
apenas arreaban poco más de 20 mulas y caballos y unos 30 burritos, para llevar
los enseres de la carga. Los maloneros marchaban calzados con simples ushuntas
(ojotas) de suela de goma. Al iniciar cada día, se les informaba la distancia
de la siguiente localidad donde harían la noche. Extraordinarios caminadores
que durante algunas jornadas como el tramo Tucumán-Simoca, llegaron a avanzar
un diario de 80 kilómetros. Más de una vez durmieron a la intemperie o en las
plazas de los pueblos que atravesaban. En general no poseían más ropa que la
puesta.
“El Malón de la Paz por las rutas de la patria” como señalaba el
letrero del carro que avanzaba haciendo punta, transitara más de 2.000
kilómetros durante tres meses para salir de la invisibilidad a la que habían
sido condenados por la historia.
El 26 de mayo abandonaron Jujuy, siguiendo hacia Perico y el 28 por
la tarde llegaron a Salta “la linda”. En las afueras de la ciudad los esperaba
la banda de música del regimiento 5° del Regimiento de Artillería, al ritmo de
vibrantes marchas militares, los indios ingresaron a la capital de Salta donde
los recibió un numeroso público que había sido informado del arribo del malón a
través de las ondas de LV 9 radio provincia de Salta. Esa noche se alojaron en
el regimiento donde fueron bien atendidos, de hecho el jefe de la unidad
dispuso la colocación de herraduras a todas las mulas, burros y caballos que
carecían de ellas. También recibieron la donación de una partida de varias
docenas de alpargatas para sustituir a quienes tuvieran más estropeadas las
ojotas.
El cinco de junio entraron a la ciudad de Tucumán donde se realiza
un acto público, que ya no tuvo la calidez de Jujuy o Salta. Las autoridades
ligadas a los intereses de los ingenios azucareros no simpatizaban con el
propósito ni la idea de la caravana; sin embargo el Malón fue alojado
nuevamente en los cuarteles del Ejército Argentino, donde por cuatro días
repusieron energías los maloneros y los animales. Debida a la actitud distante
de las autoridades políticas de la provincia, la gente sencilla organizó una
colecta espontánea, reuniendo alimentos por un valor de $200. También les
donaron dos carretas con sus mulas, que serían de gran utilidad para trasladar
sus cosas; el carro más pequeño lo denominaron “Jardinera” que fue utilizado
por los Kollas de Orán y el más grande les tocó a los puneños, que tendría un
gran significado simbólico, pues le adosaron al carro el cartel con la cual se
conociera a la caravana “El Malón de la Paz por las Rutas de la Patria”.
El 12 de Junio acamparon en el polígono de tiro en el cuartel de
Frías; allí se produjo la primera baja de la columna, uno de los maloneros de
Oran falleció en el hospital donde lo habían internado a raíz de un accidente
fortuito. El luto envolvió a la columna, muchos pensaron en un mal augurio
producto del cambio de aire que los rechazaba, enterraron al malonero en medio
de una gran consternación, un mal presentimiento rondaba a los viajeros que se
entregaban al silencio al mascar sus acullicos, algunos hasta soltaron hojas de
coca para consultar los pasos a seguir. Durante tres días los maloneros no se
movieron.
El 19 de Junio partieron hacia Jesús María donde volvieron a ser
alojados en las dependencias del Ejercito, desde allí avanzaron hasta Córdoba
en donde llegaron en la tarde del 20 de Junio “Día de la bandera”. En las
afueras de la ciudad fueron recibidos por un numeroso público con las banderas
argentinas desplegadas y correctamente formados. Nuevamente en movimiento
enfilaron hacia el sur y pronto llegaron a Rio Segundo, dejando atrás Villa
María y Bel Ville y con rumbo este ingresaron a la provincia de Santa Fe.
El 6 de Julio en la localidad de Cañada de Gómez fueron alojados en
la jefatura de policía donde se proveyó de víveres a los maloneros, forraje a
los animales, de acuerdo con una disposición del gobierno provincial y algunos
vecinos.
El lunes 8 de Julio, coincidiendo con la preparación de los
festejos por la “independencia” alcanzaron Rosario. A las afueras de la gran
ciudad llegó un primer contingente de una veintena de jinetes trayendo las
mulas de carga y luego se sumó el resto de la caravana; en esa oportunidad las
autoridades del Jockey Club Rosarino se acercaron a los dirigentes
ofreciéndoles las instalaciones del Country de Fisherton para que no durmiesen
a la intemperie, el gesto fue valorado doblemente porque a las fatigas del
viaje se les sumaba el intenso frio de un invierno húmedo, que hacía estragos
en las articulaciones de los puneños.
Muy temprano en la mañana del 9 de Julio, llegaron encolumnados
hasta el monumento a San Martín donde depositaron una ofrenda floral e hicieron
un minuto de silencio. El público, al igual que los indígenas estaba
emocionado, todos advertían lo inusual de aquella imagen ya que en nuestro
país, los indios nunca habían marchado junto a las tropas del ejército, excepto
cuando, en calidad de prisioneros de guerra, fueron exhibidos como trofeo y
símbolos de victoria.
Luego el Malón proseguía su avance y pasaron por San Lorenzo donde
hicieron un alto para visitar el convento de San Carlos y el campo de la Gloria
donde San Martin venció por primera vez a los realistas. En la noche del 12 de
julio acamparon en Villa Constitución, de allí se dirigieron a San Nicolás ya
en la provincia de Buenos Aires donde acamparon en los galpones de la Aduana.
El 21 de julio llegaron a Pergamino donde desde el Comisionado Municipal y
hasta el último de los vecinos salieron a la ruta para recibirlos.
El Malón de la Paz en Luján el 30 de Julio de 1.946 |
Al igual que en otros destinos, el periodismo fue incrementando el
nivel de ansiedad antes de su arribo.
El 24 de Julio a la madrugada, en silencio, mientras Pergamino
dormía, los maloneros salieron nuevamente a la ruta dejando atrás la ciudad
donde miles de personas lo habían recibido con una calidez conmovedora. Entrada
la noche del viernes 26 de julio el Malón llegó a la localidad de San Antonio
de Areco donde los alojaron en el viejo hotel Plaza.
Apenas faltaban 110 kilómetros para pisar las calles de la Capital
Federal. Al igual que en Pergamino, Arrecifes y Capitán Sarmiento, miles de
personas con faroles a querosén y antorchas improvisadas recibieron a los
indígenas, encabezados en algunos casos por el comisionado municipal.
EN BUENOS AIRES
Finalmente llego el día soñado. El sábado Tres de Agosto de 1.946
en horas de la mañana, 173 Kollas con sus mulas, caballos, burros, carretas,
Imágenes religiosas engarzados en precarias Varas de Cardón y otra que llevaban
en anda ingresaron a la Capital Federal. En el cruce de la avenida General Paz,
fueron recibidos por el cuestionado Director de Protección al Aborigen Dr.:
Taboada.
Desde el barrio de Liniers, en el límite de la Ciudad, demoraron
varias horas en avanzar al centro. Desde distintas emisoras de radio se había
instado a la ciudadanía a volcarse a las calles para recibir a los Kollas. En
forma constante fueron detenidos por los aplausos y gente que les ofrecía
golosinas en demostración de afecto. Para horror de la oposición, también se
acercaron diversas organizaciones justicialistas que les entregaron nuevos
distintivos e imágenes del presidente.
Ajenas a los presagios la gente se asomó a los balcones de la
Avenida de Mayo vitoreándolos, formadas en las veredas numerosas delegaciones
de escolares lo saludaban con banderas argentinas, era tanta la cantidad de
público que se agolpó a su paso que a pesar de ser sábado, el tránsito
vehicular colapso. Los Kollas avanzaban con dificultad, especialmente sus dos
pobres carretas.
La primera parte del sueño estaba cumplida. El Malón pisaba la
plaza de Mayo, casi con temor rodearon la Pirámide de la revolución ubicada en
el centro de la plaza y se pusieron de rodillas para rezar agradecidos a su
Pacha por haber casi completado la difícil travesía, luego acompañados por un
número público entonaron el Himno Nacional. Era un momento de euforia, varios
integrantes del malón se sacaron fotos con la Casa Rosada como fondo.
Mientras tanto en la plaza la gente continuaba vivando a los indios
y en medio de la algarabía, el Malón improvisó un desfile ante el balcón al son
de sus erkes, charangos, sikus, quenas, cajas y bombos. Finalmente de la Casa
Rosada bajó un mensajero solicitando la presencia de la representación
indígena. ¡Por fin llegaba el momento ansiado! Una comitiva ingresó a la sede
del gobierno para entrevistarse con el presidente. Del grupo de los Kollas los
funcionarios seleccionaron dos mujeres y un hombre que portaban la bandera
Argentina atada a un tosco mástil de cardón. Los dos fueron conducidos al balcón.
Aquel mediodía Perón fue el promotor de un episodio que jamás ocurrió en la
historia Argentina y que nunca volvió a repetirse hasta el día de hoy, se
abrazó no sólo en público sino asomado al balcón de la Casa Rosada con una
indígena; el balcón estaba abarrotado de funcionarios y en uno de sus extremos
se apiñaba un grupo de fotógrafos y camarógrafos que dejaron constancia de
aquella escena memorable.
Entregado el sobre lacrado donde pedían la escrituración de sus
territorios y con la promesa verbal de Juan Domingo Perón de conceder lo
solicitado los Kollas se retiraron de la casa Rosada con una alegría
incontenible y una certeza ¡El General Cumpliría!. En su calidad de “huéspedes
de la justicia social” el gobierno tenía preparado un alojamiento acorde. Aquí
vale la pena prestar atención sobre un dato crucial que ya en aquel entonces,
un redactor acertó en calificar como “inaudita paradoja”. El aposento destinado
para albergar a los maloneros fue curiosamente el “Hotel de los Inmigrantes”.
En menos de una hora, los Kollas habían pasado del Balcón Presidencial a un
Hotel para Extranjeros. Dicho edificio ubicado dentro de la zona portuaria, era
el sitio donde las autoridades de migración internaban a los Extranjeros que
desembarcaban de Europa y que no tenían quien los recibiese ni adonde ir. Es
decir, era el lugar donde terminaban los más desamparados de todos los
inmigrantes; allí eran alojados durante un par de semanas mientras conseguían
trabajo, circunstancia que explica su denominación.
Al caer la tarde de aquella primera jornada en Buenos Aires, el
Presidente volvió a demostrar el interés que le merecía la caravana y realizo
un tercer gesto personal; después de abrazarlos en el balcón y recibirlos en el
jardín de invierno de la Rosada, Perón acompañado por el ministro de relaciones
Exteriores y culto Dr.: Bramuglia de quien dependía el Hotel, visitó a los
kollas “para ver la forma en que se encuentran alojados los indios y disponer
todo lo necesario para su mejor permanencia durante el tiempo que pasen en la
Capital”. Por otra parte los 106 caballos, burros y mulas de silla y de tiro,
como asimismo el material rodante compuesto por los dos carros, fueron
trasladados por la al cuartel de la Policía montada en Palermo.
El 8 de Agosto todavía enmarcado por la euforia popular ante la
llegada de los Kollas, la Cámara de Diputados intento salir de su inacción
presentando un proyecto de resolución para que el poder ejecutivo informara
sobre la tenencia y distribución de las tierras que se encontraban en el poder
del fisco Nacional, Provincial y de Particulares; en todos los casos se deseaba
conocer la ubicación, destino aprovechable, beneficios, precios de
arrendamientos, precio real en la zona por hectárea y explotación actual. El
proyecto no mencionaba explícitamente a los indígenas, pero sin duda el malón
era el disparador del tema ¿Acaso había sucedido un milagro?, ¿Acaso los
diputados comenzaban a ocuparse del asunto?... El proyecto de tenencia y
distribución de tierras fue girado para su estudio a la Comisión de la
Legislación Agraria, pero allí se adormeció.
Mientras tanto los Kollas continuaban en el hotel de los
Inmigrantes, se levantaban a las 6 de la mañana y bajaban a tomar su desayuno,
almorzaban en el hotel y tras la cena marchaban los dormitorios. En los
lavaderos y secaderos los Kollas aprovechaban para lavar sus escasas prendas de
vestir, en especial los sufridos ponchos. Todavía en los primeros días algunos
podían escaparse y hacer pequeñas excursiones por los alrededores.
A Perón no lo habían vuelto a ver, y para sorpresa general, los Kollas
se encontraban militarizados. Dentro del Hotel de Inmigrantes aumentó la
dotación de Guardias armados que prácticamente los tenían confinados en los
dormitorios. El 20 de Agosto el semanario socialista “La vanguardia” tituló:
“Bueno ¿y qué hacemos con los Kollas?”. El mismo día los comunistas publicaron
en la portada de La hora “De pronto nada. El más absoluto silencio de los Kollas
y sus reclamos de tierra. Nada sobre sus pedidos, sobre su regreso ¿Qué pasa con
los Kollas?, ¿Tendrán las tierras reclamadas?”. Innumerables eran las preguntas
que quedaron flotando sobre aquellas últimas jornadas. Las pequeñas escapaditas
que algunos consiguieron hacer en un comienzo, se cortaron por completo,
permanecían confinados e incomunicados.
Agosto acababa mal; llevaban 23 días en Buenos Aires y la novedad
de la gran ciudad se había agotado transformada en pura nostalgia del terruño
del que habían partido, hacia casi tres meses. Para colmo la última semana
permanecieron confinados en el Hotel, con Guardias armados en los pasillos que
sin poder entrar ni salir y sin que nadie fuera capaz de explicarles los
motivos de tales medidas de “seguridad”.
LA VUELTA LUEGO DE LA NOCHE TRÁGICA
El Miércoles 28 de agosto le comunicaron, que debían alistar sus
cosas para trasladarse a un nuevo alojamiento; la noticia les cayó muy mal, ya
que a ellos les disgustaba las mudanzas, por varias razones. En principio
aspiraban regresar con el título de propiedad de sus territorios en mano y de
esa manera retornar a nuestro territorio a cuidar sus animales y sembradíos.
Eran conscientes que un traslado, que por el motivo que fuese, llevaba
implícito que la estadía se alargaría. Además si debían permanecer por más
tiempo en Buenos Aires preferían quedarse en el lugar que ya conocían como el
Hotel de los Inmigrantes, con una rutina a la que se habrían acostumbrado.
Como era de imaginar, la tensión siguió en aumento. Muchos deseaban
tomar algún tipo de medidas, hablaron seriamente de comenzar una huelga de
hambre, hasta que Perón los recibiera y les entregara los títulos, estaban
dispuestos a morir de inanición. Por lo pronto decidieron realizar una asamblea
general a primeras horas de la mañana siguiente, cuando los ánimos y las mentes
estuviesen más serenos.
En la madrugada del jueves 29 de Agosto mientras los Kollas
dormían, las tropas irrumpieron dentro de las habitaciones; fueron directamente
al dormitorio de las mujeres y comenzaron a sacarlas a la rastra. Semejante
atropello dio por tierra con la estrategia de los varones que habían amontonado
algunos camastros contra las puertas para impedir el paso de las tropas. Cuando
los hombres salieron en defensa de las mujeres terminaron golpeados sin
miramientos; muchos fueron empujados y terminaron rodando escaleras abajo. Los
Kollas se resistieron al desalojo exigiendo la presencia de Perón.
Más de un centenar de efectivos de la policía federal con lanzas,
gases, juntamente con las tropas de la marina de guerra y hasta bomberos de
cuartel central participaron de la represión. Los invisibles que habían
sobrepasado la zanja de Alsina de los unos y los otros, fueron lanzados de
regreso a sus sitios. Los indios regresaron custodiados para que no pudiesen
descender antes a su lejano destino Abra Pampa. De todas maneras tres de ellos
consiguieron arrojarse del tren en movimiento arriesgando su vida, en las
inmediaciones de Retiro cuando el tren no había adquirido velocidad rompiendo
las ventanas del mismo, con la esperanza de hablar con el presidente Perón y
exigirle los títulos de los territorios puneños.
Bibliografía:
Valko, Marcelo: Los Indios invisibles del Malón de la Paz.
Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Una historia un camino. Testimonios de
los abuelos Narciso López y Gerarda Gutiérrez ambos de la Comunidad Aborigen de
Queta.
Edición: José Sajama, para Copenoa
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