En el noroeste argentino, cada 2 de noviembre se conmemora el Día de las almas, una jornada en la que las casas y los cementerios se preparan para recibir la visita de aquellos seres queridos que han abandonado el mundo terrenal.
Para los pueblos andinos, con la llegada de la muerte la relación entre el cuerpo y el alma no se termina sino que se modifica. Nuestra fuerza vital ingresa a un nuevo modo de existencia que puede afectar la vida de los vivos. Dicen que para que las almas de los muertos no vaguen sin rumbo y cometan maldades o travesuras, los ritos funerarios son fundamentales.
Las figuras de pan, las flores en papeles de colores y las calaveras de azúcar no son solo patrimonio mexicano. La religiosidad andina cree que en la madrugada del 1 al 2 de noviembre, el alma de los muertos regresa a las casas donde vivieron para participar de un banquete que sus familiares le preparan con amor y dedicación. Animales hechos de pan, fotos, las comidas y bebidas preferidas, hojas de coca, flores de colores, son algunos de los elementos que no pueden faltar en las mesas de las casas o en los cementerios, según la ceremonias que realice cada pueblo de la Puna o de los valles Calchaquíes.
Para René Machaca -antropólogo nacido y criado en Tilcara y experto en cosmovisión andina- ese sincretismo entre el culto católico que conmemora el día 1 de noviembre como el Día de los Santos y el 2 de noviembre como el de los Día de los Fieles Difuntos, y las ceremonias pre-hispánicas para recibir el retorno de la almas, no forma parte de una hibridación sino más bien de una armonización entre esos dos universos de creencias.
"Para el mundo andino hay una esencia, una fuerza vital, un espíritu que da la vida y eso no muere, vive eternamente, se transforma, va y viene. En Aymara eso se de dice qamasa. Y en el Kai Pacha, el mundo del aquí y del ahora, cuando la forma de la vida es en el cuerpo humano, vive el tiempo vital que vivimos todos los seres humanos pero después esa esencia de la vida se va a otra dimensión, al alax pacha, al mundo de arriba, al de las deidades celestes.
El catolicismo también cree en una perdurabilidad de la vida más allá del cuerpo, incluso ya en la época medieval se celebraba el día de todos los santos y de los difuntos. Considero que esa 'coincidencia' es un movimiento que tiene que ver con la espiritualidad de la humanidad más antigua, casi universal. Muchas culturas del mundo coinciden y celebran el regreso de los difuntos".
Aya Marq'ay Killa
La festividad de los difuntos forma parte de un calendario cultural agrario ritual: el Aya Marq'ay Killa, junto al culto de la Pachamama, es una de las festividades más importantes para el mundo andino.
"Algunos pueblos dicen que son dos las almas, otros dicen que son cuatro almas que van, vienen, retornan para el Aya Marq'ay Killa y reclaman que los seres queridos las esperen con un banquete para que se puedan servir todo lo que gusten. Si no cumplís con ese pago ritual a las almas, a los seres que se transportan a otra dimensión, eso puede volverse en contra. Hay que hacerlo para equilibrar las fuerzas de la naturaleza", comenta René.
La mesa
René Machaca relata que el día 1 de noviembre se comienza a prepara la mesa con todo lo que solía gustarle al difunto para que esa esencia de la vida, esa alma que retorna, que viene de visita espiritualmente, pueda servirse y trastocarse en un ser viviente disfrutando de sus platos y bebidas preferidas.
"Esa mesa ritual que se prepara tiene elementos que no deben faltar nunca: las figuras de pan amasadas con los mismos ingredientes con los que se hacen los "bollos'. Figuras de palomas y de animales como llamas, ovejas, caballos. En el armando de las t'antawawas (bebés de pan), los niños tienen una participación muy activa, son los que más juegan con las masas y tal vez hacen una tortuga o un dinosaurio y eso es como una actualización de las tradiciones culturales porque los pibes quieren hacer figuras que les gustan en la actualidad. Las doñas le dicen 'si mi'hijito, podés hacer un dinosaurio pero tenés que hacerle su par'.
Todas las figuras que se hacen son consideradas ofrendas y tienen que tener su par porque en el mundo andino todo es dual, todo cuerpo animado tiene su sombra. El mundo andino entiende, al igual que los mapuches, que es bueno reflejarse en la propia sombra. Los animales, además, son importantes para esa idea de sentirse parte de la naturaleza. Los seres humanos somos tierra que andamos", describe René.
Más allá del precio en que se encuentre la harina, se amasa en cantidad. Tal vez algunas familias amasen 400 kilos de ofrendas y trabajan durante varios días, sobre todo las que tienen "almas nuevas".
"A las almas nuevas, las que dejaron en cuerpo físico entre los últimos tres meses antes del mes de noviembre, se les prepara una mesa especial porque son las más hambrientas y sedientas. Estas almas van de casa en casa, por los sitios que habitaron, porque necesitan alimentarse y saborear más que las almas antiguas porque están iniciando su tránsito. La tierra te cría y la tierra te come", reflexiona René.
Se cree que las almas caminan de casa en casa durante toda la noche del 1 hasta el amanecer del día 2. Luego, el banquete y las ofrendas se reparten y comparten entre la comunidad, sea en la casa o en el cementerio. Algunas familias invitan a levantar la mesa durante la mañana del 2 de noviembre, y otras lo hacen después de la misa para los difuntos que tiene lugar en la iglesia o en el cementerio. Las tumbas también se decoran con flores de colores y algunos objetos preferidos del difunto.
René comenta que los pueblos andinos reelaboran el dolor por la muerte de un ser querido desde otro soporte cultural porque al comprender que la vida tienen continuidad, no existe la sensación de un desenlace fatal sobre la muerte.
"Creemos que no se han ido para siempre y creemos que esas almas, tal como los sueños, son guías y son reflejo. El mundo de lo onírico es muy importante para la cosmovisión andina porque son aprendizajes para la vida. Los recuerdos, las historias no están detrás, están delante tuyo. Son una manera de construir aprendizaje y conocimiento. Unos ñawi (ojos) ñaupa (tiempo que está detrás) es como decir 'la historia va delante tuyo'. La experiencia está delante y es un reflejo donde te tenés que mirar. No es lineal, el pasado no está atrás, es tu delante porque la experiencia es nuestra guía".
Fuente
Ministerio de Cultura de la República Argentina
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